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Aníbal Costilla ganó el primer premio del Concurso Anual de Poesía Inédita 2021

03/10/2021 00:59 Viceversa
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Aníbal Costilla ganó el primer premio del Concurso Anual de Poesía Inédita 2021 Aníbal Costilla ganó el primer premio del Concurso Anual de Poesía Inédita 2021

L a Fundación Argentina para la Poesía anunció los ganadores del Concurso Anual de Poesía inédita 2021 “Enrique Banchs”. El santiagueño Rubén Aníbal Costilla obtuvo el primer premio consistente en la suma de mil dólares. El 2° lugar fue para Piero de Vicari (San Nicolás), quien ganó la edición de la obra y el 3° puesto fue para Pablo Montanaro (Neuquén).

También hubo Menciones Especiales para Gustavo Tisocco (Caba), Idangel Betancourt (Catamarca) y Josefa Veiga (San Antonio de Padua). El jurado estuvo compuesto por Antonio Requeni, Fernando Sánchez Zinny y Beatriz Schaefer Peña.

Aníbal Costilla es oriundo de El Mojón, departamento Pellegrini, y participó con su libro “Las semillas”. Al respecto, el autor comentó: “Es una obra centrada en la existencia del hombre, sus experiencias vitales, sus luces y sombras en ese camino que recorre desde su nacimiento hasta el final, el contacto con su entorno natural, su lucha contra los mandatos establecidos y su vocación de poeta. Además es un homenaje a la naturaleza, con alusiones a los recursos naturales cada vez más aniquilados por la mano despiadada de algunos seres humanos”.

-Esta mirada poética acerca de la experiencia humana tiene cierto enfoque ecológico. Es más bien un enfoque poético sobre el hombre en el contexto natural. Su modo de mirar, de captar el poder de la naturaleza, pero también su relación con quienes habitan y comparten un lugar, en este caso, esta región.

Aunque también se puede analizar desde la mirada ecológica, dado que el hombre dejó de ser protector para convertirse en destructor del medio natural. El libro también aborda cuestiones relacionadas a mi experiencia personal en el ámbito familiar. Mi primer contacto con la literatura y, sobre todo, con la poesía. El contacto con los hombres y mujeres de mi familia, las búsquedas personales de sus propios caminos, pero sin olvidar las raíces. Por otro lado, la contemplación del fin de la vida, la certeza de finitud. Por eso, la necesidad de la siembra, cuidando que las semillas sean las adecuadas. Esperar las lluvias.

Y como análisis final, este libro plantea que el soplo maligno del tiempo va apagando, sitio a sitio, los lugares amados en los que alguna vez vivimos y fuimos felices. Hubo un trabajo de edición previo al envío? Sí, en cierta manera. Este trabajo estuvo revisado bajo las sugerencias del poeta Jotaele Andrade, quien le aportó una mirada crítica a los distintos textos, pero dejando a mi elección tomar o no dichas sugerencias. Esa experiencia terminó de configurar casi todo el libro.

La opinión de los lectores es fundamental. Ayuda a mejorar el libro. Sí, es así. La mirada de otros lectores enriquece al texto. 

Del Libro inédito “Las semillas”, 1° Premio del

Concurso Anual de Poesía Inédita “Enrique

Banchs”, Fundación Argentina para la Poesía.

 

EN LA CASA DE MI MADRE

En la casa de mi madre

el silencio de las cosas

te abraza como un desierto,

como un puente para cruzar

de nostalgia a nostalgia.

El tiempo te desconoce

y tienes todo un mundo

para tu recuerdo cada vez más cercano,

más propio de los niños,

cuyos rumores se oyen

retozando al otro lado de las tapias.

Es una oportunidad de sanación,

el agua de sol se cristaliza

en los pastitos que ondulan

como el límpido follaje de los trigos

abierto al cielo, promesa del pan.

En la casa de mi madre

cuelgan palabras en las paredes,

fulguran como retoños

o flores recién cortadas.

Pero no todo es quietud

en este preciso instante,

a veces los recuerdos pasean

por las habitaciones de la mente

y, tanteando, buscan encender la luz

que revele de lleno el vislumbre,

el alivio que trae la mañana.

LAS SEMILLAS

El anciano, aplastado por pensamientos

de ayer, asume la postura de un refucilo

sin estruendo. La cabellera blanca

es una luz que se cimbra

en el aire. Sus manos aprietan la asada:

muerde la tierra y levanta terrones, caen

al costado, se desmoronan, como un montículo

de hormiguero bajo el esmeril de la lluvia.

La tierra no pesa nada, es una semilla,

espera el calor de la siembra, la posibilidad

de merecer la belleza del fruto.

La mano toca la humedad de los surcos,

deposita las cápsulas que multiplicarán

la subterránea energía de las partículas.

La inminencia del origen se anticipa

en las gotas de sudor del rostro,

y mojan el vientre caudaloso de las grietas,

como una raya de luz, dibujada

por la mano de un niño ciego.

El anciano escucha el sonido del mundo,

intuye que la esperanza no es vana,

gira un temblor en sus piernas de siglos,

y cree, asume las mutaciones en el oro

de sus risas, y espera. El polvo de su cuerpo

lo hunde, como una semilla, o una raíz.


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