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Cuatro escritoras repasan el mapa de la literatura argentina y reflexionan sobre el lugar de las mujeres en ella

11/03/2017 21:04 Viceversa
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Cuatro escritoras repasan el mapa de la literatura argentina y reflexionan sobre el lugar de las mujeres en ella Cuatro escritoras repasan el mapa de la literatura argentina y reflexionan sobre el lugar de las mujeres en ella

La reflexión sobre lo que

ocurre se torna necesaria,

y a vuelo de pájaro una genealogía

de la literatura argentina,

al menos la que

terminó en manuales escolares

y trepó a primera fila

en las bibliotecas, muestra

una lista de autores poco

equitativa en la que figuran

pocas mujeres: Victoria

y Silvina Ocampo, Sara Gallardo,

Alfonsina Storni o

Alejandra Pizarnik.

Frente a este panorama,

Luisa Valenzuela, Elsa Drucaroff,

Gabriela Cabezón

Cámara y Fernanda García

Lao analizan, cuestionan o

celebran la perspectiva de

género en las letras, y coinciden

en lo mismo: más allá

de las etiquetas, lo que importa

es la literatura.

Una genealogía hegemónica

muestra una

tradición poblada de

varones. ¿Cómo hicieron

las mujeres para ingresar

a ese canon?

-Luisa Valenzuela: Bien

dicho: una genealogía hegemónica,

en la cual muy

pero muy contadas mujeres

tienen lugar, si bien no faltaron

nunca grandes nombres

en nuestro país. De hecho

a fines de los 60 me pidieron

una nómina de escritoras

en Buenos Aires y

pude sumar 35 de alto nivel.

Aún así nuestro canon

no tiene en cuenta a las escritoras,

habiendo hoy tan

buenos nombres jóvenes.

Si bien perdura un linaje

de alta literatura escrita

por mujeres, el canon sigue

en manos de los hombres a

quienes, en todas las áreas,

les cuesta mucho compartir

laureles.

-Gabriela Cabezón Cámara:

Creo que la inserción,

o no, en el canon, no

depende tanto de los y las

escritoras como de la crítica,

tanto académica como

periodística. Pero es claro

que es cada vez más difícil

soslayar a las escritoras: no

se le discute su lugar a Gallardo.

Poco a poco Libertad

Demitrópulos va consiguiendo

el lugar que se merece

también. Son tan buenas

como tantos colegas suyos,

no sé, tan buenas como

Cortázar, Bioy Casares o

Marechal, por dar unos pocos

ejemplos.

-Elsa Drucaroff: Como

en todas partes, las mujeres

se insertaron con gran dificultad.

Avanzado el siglo

XIX se las colocó en el lugar

de productoras de entretenimiento

para señoritas y

señoras. Su literatura debía

ser edificante, educativa.

Pese a eso, algunas de esas

obras, leídas hoy, muestran

cómo estas intenciones están

plagadas de contradicciones

y fisuras por donde

aparece un talento rutilante.

Otra vertiente para

las escritoras de estos tiempos

fueron las cartas, donde

tenían más libertad de

escribir lo que les parecía,

de expresar fuertes opiniones

políticas o dar cuenta

de momentos histórico, como

Mariquita Sánchez, que

dejó una obra enormemente

valiosa.

-Fernanda Garcia Lao:

Las escritoras del siglo XX

fueron catalogadas de excepciones,

de locas o improvisadas:

suscitaban dudas.

Recuerdo un artículo

tremendo de Abelardo

Castillo, de 1960, refiriéndose

a Silvina Ocampo tras

la aparición de “La Furia y

otros cuentos”, en la que

criticaba su trabajo en estos

términos: “Puede ser

astuta, pero no articula con

exactitud el riguroso mecanismo

del cuento (...) Hay,

es verdad, una constante

tenebrosa, malvadísima,

una suerte de frívolo draculismo

que se repite en todas

las historias, pero la frivolidad

no es intensa”. Astucia,

inexactitud, frivolidad

y draculismo. Maneras de

calificar a una mujer desde

una óptica primitiva y miope.

Pero no son los hombres

los únicos responsables.

Las mujeres sin conciencia

abundan.

¿Qué lugar ocupan

las mujeres en el mapa

literario actual, hay

deudas pendientes?

-GCC.: Hoy, si hablamos

de literatura argentina, tenemos

que hablar de María

Moreno, de Selva Almada,

de Mariana Enríquez,

de Samanta Schweblin. Por

supuesto, también de otras

y otros, pero el fenómeno

que lideran esas colegas es

insoslayable.

-ED: Deudas pendientes

hay muchísimas, aunque

hoy es un poco más fácil

que la crítica y los lectores

no se apresuren a poner

nuestras obras en los

estereotipos, esa idea discriminatoria

de que la literatura

femenina sólo les

interesa a ellas, que habla

de sentimientos, sexo y jamás

de problemas profundos,

los que tienen las personas,

no las mujeres. Hablar

del cuento y no nombrar

a Schweblin, Enríquez,

Alejandra Laurencich o Patricia

Suárez no es sexista,

sino ignorante.

-LV: Todavía hay grandes

baches. “Hic sunt leones”

escribían los cartógrafos

medievales en las zonas

inexploradas del mundo,

peligrosas por lo tanto.

“Hic sunt leonas”, podríamos

anotar hoy en nuestro

mapa literario, no porque

la presencia de las mujeres

sea desconocida sino,

en buena medida, poco

reconocida. En cuanto a

las deudas, me enorgullece

pensar que estoy saldando

una de ellas, siendo la tercera

escritora en dar el discurso

inaugural de la Feria

del Libro de Buenos Aires.

Esa presencia más vital

de mujeres, ¿se tradujo

en una literatura

con perspectiva de género?

¿Existe tal cosa?

-GCC: Creo que sí: el lugar

que ocupamos en el

mundo es diferente que el

que ocupan los varones y

eso necesariamente genera

una perspectiva distinta,

es más difícil asumir ingenuamente

la voz hegemónica,

la que se impone como

universal, una que supone,

por ejemplo, que las mujeres

somos objetos de transacciones

entre varones.

-LV: La idea de una literatura

con perspectiva

de género fue bastardeada

a fines del siglo XX por

el mercado, que ensalzó lo

más banal, libros que aparentando

ser transgresores

desde lo femenino no ponían

en jaque el falogocentrismo.

Creo que más allá

de argumentos y lindezas,

la mujer tiene un acercamiento

a la profundidad del

lenguaje diferente del hombre,

y en eso consiste el valor

de su escritura.

-FGL: As í como descreo

de los géneros literarios,

aspiro a una literatura

emancipada del género. Yo

quiero escribir como hombre,

mujer, como puto, como

feto, como cerdo, como

miserable. Odio las mesas

de mujeres escritoras, o de

escritores de pies planos,

del interior, del exterior, es

decir odio las mesas genéricas.

La literatura femenina

como definición me produce

arcadas. La literatura

que me interesa es potente,

original, pútrida e inmoral.

-ED: La mirada femenina,

prefiero llamarla así

a “mirada de género”, en

tanto el único género no es

el femenino, no es natural

ni depende de tener genitales

femeninos, es una construcción

política y cultural.

Es la mirada que ha logrado

no tomar como natural

el sexismo y no asume

los preconceptos con que

ha sido previamente construida,

la que defiende, en

el enfrentamiento con el

patriarcado, a los géneros

oprimidos. Es un punto de

llegada, no es una mirada

privativa del arte. Sin embargo,

sí puede enriquecer

la literatura, en la medida

en que alumbra cosas

que desde una mirada

patriarcal hegemónica

pasan inadvertidas. Pero

una mirada literaria femenina

no es obligatoria para

que una obra de arte sea

valiosa. Hay grandes obras

muy sexistas, no vamos a

tirar a la basura a Shakespeare

porque hay femicidas

queribles, a Nabokov

porque leerlo es pasar por

la inquietante experiencia

de tener empatía con

un pedófilo que se apropia

de una niña. El arte no vale

por ser políticamente correcto.

Está para hacer preguntas

y sacudir cualquier

ideología

Lo que debes saber
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