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La “Pocha” de las cosas simples

13/08/2016 20:38 Viceversa
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La “Pocha” de las cosas simples La “Pocha” de las cosas simples

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADOAunque suene paradójico,

hablar sobre

la vida de una persona

de quien tanto se dijo y

se escribió en el tiempo

de su existencia, parece

simple pero resulta complejo.

Eso es lo que me

pasa con la poetisa Selva

Yolanda Ramos, una mujer

que tuvo el magnífico

don de traducir los silencios

en palabras, generar

de los actos sencillos una

historia reflexiva y profunda,

interpretar la vida

desde lo mítico a lo real,

con una asombrosa capacidad

de síntesis y de dejar

al final toda una lección.

Así fue Pocha. Comprenderla

implica navegar

en su mundo bohemio,

soñador, realista

y metafórico al mismo

tiempo. Será por eso que

no resulta fácil definirla

en pocas líneas a quien

siempre me ha tocado reflejarla

desde su plano

artístico-literario. Mujer

preocupada en que la

persona y su obra marchen

en paralelo, evitar

por todos los medios superposiciones

de una con

otra, y dar muestras de

un cuidado equilibrio en

ese sentido.

Por suerte, me tocó

conocer estas dos realidades,

aunque admito

que ella me conoció

mucho a mí. La razón es

simple, su casa estaba

ubicada a 50 metros de la

mía, y por lógica me vio

nacer y crecer en el barrio

Belgrano. Era inevitable

que los vecinos no

tuvieran relación social

con Selva, cuando había

un enfermo en la cuadra

ahí estaba para interiorizarse

sobre su estado o

cuando alguno de los vecinos

denotaba preocupación,

no le importaba

demasiado en dejar una

palabra de aliento que

ayudaba a regocijar el espíritu,

la reflexión cristiana.

Vecina solidaria

Para el barrio, no fue

una habitante más. La

broma, el grito en el saludo,

los gestos simpáticos

y hasta los retos cuando

amanecía con “mal día”,

sirven para definir la personalidad

de una mujer

de carácter fuerte, pero

defensora a ultranza del

seno familiar, al que consideraba

reducto íntimo

e inmaculado de las creaciones.

Será por eso que

cuando caía en sus pozos

depresivos era difícil sacarla;

por lo general, en

esos estados encontraba

siempre su punto de inspiración

para las grandes

obras, muchas de

las cuales fueron a parar

en el bolsillo de un viejo

saco, en el más recóndito

lugar del placar o simplemente

entre las amarillentas

hojas de uno de

los tantos libros existentes

en su biblioteca personal.

Con el tiempo, luego

de que la luz de su cansada

vida terminara de

alumbrar el camino transitado

por los hombres

en el mundo terrenal, esta

gigantesca obra oculta

pudo salir a la superficie

y otra vez, gracias a un

noble gesto de su familia,

me tocó inmiscuirme en

su mundo, interpretarla

cuando ya no estaba y

quedarme con ganas de

preguntarle el porqué de

tantas cosas.

Frente a tamaño tesoro

cultural, me permitía

viajar desde mi mente

hacia su planeta de sueños

narrado en desteñidos

versos que le hablaban

al amor, al pueblo y

la patria, solo por citar

algunos.

Después, más de 200

poemas esperaban cautos

romper las barreras

del anonimato (el libro

post mortem “La gota de

agua”) y así, multiplicarse

en el pensamiento de

quienes eligen este género

como vía de expresión

de los sentimientos escondidos

en el alma.

Ya no está físicamente

entre sus amigos poetas

y vecinos, pero por suerte,

su estela literaria persiste

en el tiempo, gracias a la

memoria de quienes la conocimos

como persona y

como escritora, y también

en aquellos de quienes solo

se comunicaron desde

la lectura de sus poemas,

algunos hechos canción y

otros que viajarán por todo

el Norte Argentino, en

las escuelas rurales, porque

el Senado de la Nación

decidió imprimir sus

libros como herramienta

de lectura.

Sinceramente, espero

haber ayudado -al menos

en una minúscula porción-

a entender un poquito

más a la querida

“Pocha” de los poemas

reflexivos, a la mujer que

hizo de la sencillez un arte,

a la vecina de la mano

extendida; en definitiva,

a la “Pocha” de las simples

cosas.

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