ANÉCDOTAS DE TAXI | ¡Insensible! ANÉCDOTAS DE TAXI | ¡Insensible!
El pedido fue telefónico.
Tenía cómo requisito, tener el baúl libre, para cargar cosas del pasajero. De una pasajera, en realidad, que parecía recién divorciada, y con apuro de llevar lo justo... como suelen decir, lo justo y necesario.
Le ayudé a cargar las cosas, en silencio, respetando la situación que intuía. No dio a basto el baúl, y algunos bolsos y bultos puse en el asiento delantero.
La señora viajaría sola, y lo extraño fue que la última caja, una de tamaño mediano tipo de zapatos, pero algo más larga, que podría ser de botas, no quiso que la toque, y la cargó ella, para llevarla en su falda.
Me indicó el destino del viaje, y partimos de prisa.
Nos dirigíamos de sur a norte de la ciudad, por Av. Colón.
Mientras trataba de hacer hipótesis, noté que la señora no mostraba rostro de dolor o sufrimiento, sino que al contrario, cómo que le sonreía a la caja que llevaba en sus piernas. A las pocas cuadras mi intriga aumentó considerablemente, cuando la voz de un niño dijo: "mamá".
Primero, quise que no fuera realidad, y que sólo se trataba de haber escuchado mal, o del ringtone de su celular... Pero la voz se volvió a escuchar: "mamá, te quiero".
Mis dudas se disiparon cuando la mujer le respondió:
-bueno, tranquilo, yo también.
No había manera de entender. No tenía forma de comprender por qué esta hija de mil puta llevaba al bebé en una caja. En una puta y roñosa caja de zapatos.
No le dirigí la palabra, a pesar de que por el espejo me guiñaba el ojo, cómo intentando hacerme cómplice de su crueldad. Yo, a pesar del aire acondicionado del auto, sudaba terroríficamente.
Algo me preguntó, la zorra ésta, pero no le respondí, ya que la voz del pobre niño volvió a cruzar mis venas, y ya había tomado la decisión de parar, reclamarle su actitud, y bajarla de los pelos.
Sucedió que en la cuadra siguiente, por milagro o bendición, estaba la Comisaría del Menor y la Mujer. No dudé un instante, y clavé los frenos. Sin decirle nada me dirigí al oficial de guardia, quién después de escuchar mi relato doloroso y desesperado, me pidió pasar para hablar con una mujer policía.
El oficial se acercó al auto, y apoyando sus dos manos para disminuir el reflejo, miró hacia adentro del auto cómo dudando de mi tan verosímil relato.
La mujer policía convocó a dos mujeres más, una de ellas con cámara de fotos, y la otra con esposas. Abrimos la puerta y la mujer se asustó tanto, que sola puso sus manos en la nuca, mientras el oficial Sánchez abría las tapas de la caja, y dejaba ver al hermoso lorito que también temblaba por la situación...