ANÉCDOTAS DE TAXI | ...o reventá ANÉCDOTAS DE TAXI | ...o reventá
Eran dos señoras, la más joven bajó a las pocas cuadras y le dejó dinero a la señora que seguía viaje conmigo. Subieron juntas. No se conocían, pero habían viajado en un colectivo que venía del interior provincial, y bajaron en la misma esquina donde me hicieron seña.
La que prosiguió viaje iba hasta el Hospital Regional.
Las cuarenta y seis cuadras que restaban para llegar a destino, las ocupé en indagar a la mujer, como siempre, buscando rescatar una historia interesante.
-Por lo visto ¿se conocieron en la parada con la otra señora?
-Sí. Bajamos del colectivo -el que las traía del interior- y nos pusimos a charlar. La verdad esperábamos un colectivo de linea, pero tardaba tanto que decidimos parar un remís y compartir la tarifa, por supuesto. Las dos teníamos prisa.
-¡Qué bueno!
-Aparte hay cierto horario para ingresar al hospital, y sobre todo los sábados son muy estrictos los de seguridad...
-¿Imagino que tiene un familiar enfermo? -le pregunté-.
-No, enfermo no, pero mi hija está internada con su bebé prematuro y usted vio que es siempre delicado el tema de la incubadora y todo eso. Aparte, yo tengo que ayudarla porque está fajada, tiene que darle de mamar, hay que higienizarlas...
-En fin, yo cómo abuela rezo, y no le quiero pasar a ella la preocupación que tengo por cada día, cada hora, cada minuto que pasa esa criatura tan chiquitita...
La mujer me seguía hablando, comentándome el afecto hacia su hija y las ganas de vivir que demostraba ése bebé (que no recuerdo si era nena o varón).
-Doñita, escuchemé una cosa: le aseguro que va a llegar a tiempo. Si no fuera así, en el servicio de seguridad privada trabaja una hermana mía. Cuéntele que yo la traje y que le dije que más vale que la deje entrar a usted, porque sino dejará de ser madrina de mi hijo...
(la señora reía)
-Y por otro lado, le digo que deje de preocuparse. Que su nietito va a seguir sanito, va a estar todo bien, y prontito volverán a casa. ¡Ah, me olvidaba, Nancy se llama mi hermana... Nancy Noemí!
En ese instante que había parado para que la señora bajara, tenía la cabeza en sus rodillas y lógicamente lloraba.
-¡Eh... patrona, no es para tanto! Disculpe si la hice emocionar. No era mi intención.
Cuando logra incorporarse y con una gran dificultad para hablar, me dice:
-¿Dónde tenías la Virgencita?
-¿Cómo dice? -le respondo.
Ella misma la encontró. Se trata de una imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás, que le puse cuando viajamos a su Santuario, y bendecí mi autito apenas lo compré.
Yo estaba desconcertado.
-¿Sabes qué pasa hijo? Hace un par de años, mi marido estaba internado, grave, en éste hospital, y estoy recordando que vos me trajiste y me has dicho exactamente las mismas palabras, que tu auto estaba bendecido, que todo iba a salir bien, (él se sanó), y se me estremeció el alma, recién, cuando dijiste Nancy...