ANÉCDOTAS DE TAXI | Me van a enfermar... ¡ME VAN A ENFERMAR! ANÉCDOTAS DE TAXI | Me van a enfermar... ¡ME VAN A ENFERMAR!
Abrí la puerta de acompañante, pensando que una de ellas subiría adelante, al lado mío. Pero no; las tres subieron atrás.
Me indican el destino, y arranco con total normalidad. Tiro un comentario del clima, y una de ellas, (no sé cual), me dijo:
-¡Por la puerta de la calle 9 de Julio!
Cómo iban a la Obra Social, supuse que luego al médico. Ahí otra retruca:
-No, por la puerta de la 25 de Mayo.
-Está bien señoras, cuando lleguemos se deciden -les dije, para que no discutieran.
-Una pregunta, -dijo la que se sentó en el medio- ¿cerraron bien con llave la puerta de casa? Ninguna respondió.
Otra de las señoras cuestiona:
- ¿Trajeron las recetas?
-Si, los dos carnet tengo -afirmó la que venía detrás mío.
-Porota: la Coca no puede cruzar la calle sola, así que acompañala vos, mientras yo compro las órdenes.
- Bueno, lo que ustedes tomen, yo no tengo drama.
Hasta aquí, yo no podía calcular cuál de ellas hablaba, y cuál no escuchaba.
-¿Le dijimos a dónde vamos, quenó Coca?
-Si "Poro", al Sanatorio.
-Fijate que me parece que es tu celular.
Las tres revisaban su cartera, hasta que encontraron, los aparatos dejaron de sonar.
-Señoras: Ustedes me dijeron al IOSEP.
-¿Quién hijo?
-No sé. Una de ustedes. Bueno. ¿A qué sanatorio quieren ir?
- Y... ¿No nos ibas a llevar al IOSEP primero?
-Eh... Me van a llevar al Borda ustedes.
-La del medio es la sorda, ja ja ja.
Dios mío. Encima que es difícil estacionar ahí, me preguntan si las puedo esperar que compren la orden, y que las lleve luego a los consultorios, que están justo al frente.
Una hablaba de las plantas, la otra le respondía de la nieta, y la otra lo putiaba a Lanata.
Los agentes de tránsito, y los semáforos conspiraban en mi contra. Yo necesitaba llegar, lograr cobrarles, y que se bajen. Yo movía el retrovisor tratando de identificarlas, pero me era imposible. Pensé: o les sigo la corriente, o quedo como ellas...
-¿Vieron que cayó parte del techo del Mercado Armonía?- les digo.
-Y si hijo. ¡TODO AUMENTA... TODO!
-Pero milagrosamente ¡no hay ni un herido!
-Claro querido, y con estos políticos, ¡Qué va a haber!
-Bueno mujeres, llegamos.
-¿Recibes la Argenta?
-No señoras, -les respondo, y agrego- hace mucho que cerraron Casa Tía.
-Ah... bueno. ¿Hasta qué hora trabajas vos?
-¡Hasta Comodoro Rivadavia señora!
-Listo, igualmente querido.