Confesión bajo tormento Confesión bajo tormento
Farberman señala que en 1715, la india de Tuama Juana Pasteles fue apresada por la justicia por considerársela autora de la muerte del cura del pueblo. Juana tenía además un pasado sospechoso: se creía que había terminado con la vida de su marido años atrás y que había enfermado a un indio de su pueblo, salvado a último momento por un curandero del río Salado. Sin conocimientos jurídicos ni teológicos firmes, los alcaldes se limitaron a escuchar en silencio ciertos pasajes de las confesiones, y dejan hablar a Juana sobre las "juntas y borracheras" y a Lorenza y a Pancha sobre las salamancas. Así como Lorenza, Juana también terminó por confesar bajo tormento, haciéndose cargo de otros varios crímenes mágicos inicialmente desconocidos por el juez. Juana Pasteles es detenida junto a varias otras mujeres, en el marco de una verdadera campaña antihechiceril emprendida por el teniente de gobernador Alonso de Alfaro. Como sucedía al confeccionarse "sumarias generales" -tal era el procedimiento al encarar las autoridades una campaña sistemática- no se acusaba a la india de un único delito sino de múltiples fechorías mágicas, entre las que descollaban el maleficio de dos sacerdotes, de un indio de otro pueblo y de su propio esposo. Así como Lorenza, también Juana terminó por confesar bajo tormento, haciéndose cargo de otros varios "crímenes mágicos" inicialmente desconocidos por el juez. "Es importante destacar que esto es Justicia Civil y no procesos inquisitoriales. No lo son por una serie de motivos: en principio, porque la Inquisición no tiene jurisdicción sobre indios", indica la historiadora en su trabajo. Además de las historias de Juana Pasteles, Pancha y Lorenza, residentes en el pueblo de indios de Tuama, otras personas de la zona practicaron las actividades mágicas, según señala Farberman, a partir de los expedientes judiciales de mediados del siglo XVIII.
Por ejemplo, de casos que explican los procesos de la simple ejecución de medios mecánicos (los "encantos" o dispositivos mágicos). Y detrás de estos procedimientos se escondía un hechicero individual, pero también una inquietante, "escuela de hechiceros" como la salamanca o las juntas que sin llevar este nombre le sirvieron –hipotéticamente– de antecedente.
Las dos formas de hechicería eran de temer aunque, a juzgar por los cuestionarios, el estereotipo brujeril no se impuso entre los jueces, que siguieron arraigados al que mejor conocían: la hechicería individual.