La sal al banquillo, entre enemigo silencioso y con permitidos La sal al banquillo, entre enemigo silencioso y con permitidos
Poca sal o sal cero es uno de los debates
más calientes e irresueltos entre los especialistas
en cardiología. Si bien el consenso
apunta a que la reducción del consumo de
sodio es una de las herramientas mas eficaces
en la prevención de las enfermedades
cardiovasculares, recientes investigaciones
apuntan a que consumir poca sal es la mejor
opción.
Hoy se instala un nuevo desafío al pensamiento
dogmático y ortodoxo que establece
que la reducción del consumo de sodio
es saludable y beneficioso para la salud en
general. Algunos estudios contemporáneos
han observado que tanto la ingesta elevada
como la muy baja de sodio se asocia a mayores
tasas de enfermedades del corazón en
la población general y en pacientes con presión
arterial elevada.
“Lo primero que hay que comprender
es que la discusión alrededor de la sal tiene
dos dimensiones: la académica – la tenemos
prácticamente que debatir y resolver
entre los médicos – y la poblacional o comunicacional;
y aquí sí el mensaje tiene que ser
claro y contundente: la gente debe consumir
menos sal, hay que reducir notablemente el
consumo de sal en las ingestas de todos los
días ya que se consume en exceso”, explicó
el médico cardiólogo Rafael Díaz, director de
Ecla (Estudios Clínicos Latinoamérica) y director
del departamento de cardiología del
Instituto Cardiovascular de Rosario.
“Hasta hace pocos años la mayoría de
los organismos oficiales internacionales recomendaron
una ingesta de sodio muy baja:
2.3 gramos por día (equivalen a unos 5 a
6 gramos de sal de mesa por día) por persona
y en sujetos de mayor riesgo, como aquellos
hipertensos o con patología cardiovascular
establecida 1.5 g/d por paciente”, contextualizó
el médico cardiólogo Rafael Díaz.
Las observaciones recientes que desafían
estos estamentos sugieren que cuando
la ingesta es menor a 3 g/d puede ser perjudicial
para la salud, tanto en sujetos sanos
como en individuos enfermos.
Polémica: menos sal,
no siempre es mejor
Uno de cada dos argentinos adultos
(entre 35 y 60 años) sufre hipertensión
y la mitad de ellos tampoco
lo sabe. Las cifras se complejizan
al saber que la hipertensión arterial
(HTA) está presente en el 80
por ciento de las muertes por causa
cardiovascular.
“La peor noticia para los argentinos
es que la mitad de los adultos
padece HTA, la mitad de ellos no lo
sabe”.
Las sociedades científicas
más importantes del mundo aseguran
que habría que consumir menos
de 2.3 gramos de sodio por día,
y si además se asocia alguna enfermedad
adicional se requiere aún más
restricción de sodio y se debería comer
1.5 gramos. Para graficar la idea,
para transformar los gramos de sodio
en sal hay que multiplicarlo por 2.5.
“La mejor indicación para la gente es decirles
que no le agreguen sal a la que la comida
ya trae. Eliminar el salero de la mesa
es una muy buena conducta y un muy buen
mensaje. La sal no es como el cigarrillo: que
el mejor tabaco es cero. La mejor cantidad
de sal no es cero; al contrario, puede ser
perjudicial”, enfatiza el cardiólogo.
Para la Organización Mundial de la Salud
(OMS) si se reduce el consumo de sal al nivel
recomendado (5 gramos por día de sal o
2,3 gramos de sodio por día), se podría evitar
hasta 1 de cada 4 ataques al corazón o
accidentes cerebrovasculares.
Incluso el agua tiene sodio. Dentro de las
aguas embotelladas existen dos grupos: las
que tienen alto y bajo contenido de sodio. Si
nos remitimos a los dos litros que son recomendados
incorporar por día para lograr
una hidratación adecuada, es importante
destacar que el aporte de las aguas de alto
contenido de sodio para dicho consumo es
de 256mg por día, mientras que el de las bajas
en sodio, es de 10mg por día.
Según un último estudio global publicado
recientemente por la New England Journal of
Medicine, esa sola causa se cobra más de
10.5 millones de vidas por año. Las cifras
hablan por sí solas.
Es por eso que uno de los primeros desafíos
que debe vencer la hipertensión arterial
(HTA) es derribar su lugar de enfermedad
cotidiana en la vida de las personas.
Su condición de enfermedad crónica, no
transmisible y asintomática ayuda a naturalizar
su presencia como enfermedad de alto
riesgo para aquellos que la padecen.
Y este aparente “estado de normalidad”
que supone para la mayoría de los mortales
es su principal escollo y atributo a la vez
para avanzar ladina y silenciosa. Y por eso,
irrumpe sin dar síntomas previos a través de
un infarto de miocardio, accidente cerebrovascular,
insuficiencia renal o insuficiencia
cardíaca.
La peor noticia es que las consecuencias
de todos estos cuadros en la mayoría
de los casos son irreversibles o fatales.
La hipertensión arterial ocasiona el 13
por ciento de la mortalidad del mundo, es
una enfermedad considerada una “serial killer”
y está presente en el 80 por ciento de
las muertes por causa cardiovascular.
Lo primero que caracteriza a un hipertenso
es el incremento continuo de las cifras
de la presión sanguínea en las arterias; por
ello se convierte en una espada de Damocles
para las enfermedades del sistema circulatorio
que representan la principal causa de
muerte en la Argentina.
Legislación y sal
En el año 2013 se sancionó en nuestro
país la Ley 26.905 que implementa, entre
otros puntos, la reducción del consumo de
sal en alimentos procesados y promueve la
eliminación de los saleros en las mesas de
los locales gastronómicos.
Para el doctor Claudio Majul, director del
Consejo de Hipertensión Arterial de la SAC,
jefe de hipertensión del Hospital Santojanni
de Buenos Aires y cardiólogo del Hospital
Británico: “La mayoría del sodio que se consume
proviene de los alimentos procesados
o industrializados, donde por lo general los
consumidores no tienen conocimiento de
las cantidades.
En nuestro país, se calcula
que entre el 65% y el 70% de la sal consumida
proviene de dichos alimentos”.
Es por ello que debemos estar atentos
a la cantidad de sodio que indican las
etiquetas de los alimentos y bebidas, ya
que estos valores sumados a la sal que
se agrega al ser consumidos (se estima
que el 17,3% de la población agrega
siempre sal luego de la cocción),
puede superar los niveles saludables
indicados por la OMS.
La carne, por ejemplo, contiene
65 mg de sal en 100 gramos,
mientras que el huevo 122 mg
y el pescado 140, en 100 gramos.
Una rodaja de pan contiene
114 mg, cuatro fetas
de panceta 548 mg y tres
medialunas tienen toda la
cantidad de sal que una
persona con hipertensión
arterial puede consumir
en una semana.
Aquellos que respaldan
una reducción marcada
de sal en la dieta
esgrimen que la sal
es “quizás el ingrediente
más mortal de nuestro
alimentos”. Esta posición
es la más ampliamente
aceptada por las
autoridades sanitarias internacionales.
Sin embargo
aquellos científicos que
sugieren un efecto adverso
de consumos muy bajos
sostienen que una política
sanitaria tan rígida
podría hacer daño a un
numero enorme de personas
en el mundo.