Productor sufre millones en pérdidas por reiterados robos de oleaginosa y destrucción de 5 silobolsas

En escasas dos semanas, un productor chaqueño sufrió daños millonarios por robos y ayer destrozos de cinco silobolsas con soja, en su campo ubicado en el límite con Sacháyoj, departamento Alberdi. Ello se desprende de una investigación que lleva adelante la Subcomisaría Comunitaria de Sacháyoj y el fiscal Miguel ángel Torresi.

La víctima resultó el productor Pedro Catriel Vázquez, de 27 años, con residencia en General Pinedo, Charata, Chaco, propietario del campo denominado “Adelaida”. Entre el 15 y el 19 de julio pasado, el hombre denunció robo de granos, tal cual emana de las dos denuncias que han sido interpuestas en el organismo policial.

En su extensa presentación, patrocinado por el abogado Diego Lindow, Vázquez habría enumerado los graves daños padecidos: robo del grano, más los destrozos de los silobolsas que demandan ahora reemplazos y contratación de personal para evitar la pérdida de la oleaginosa.

último ataque Lejos de bajar el perfil, los maleantes retornaron ayer por más. Esta vez, destrozaron 5 silobolsas y dejaron la soja a la intemperie y/o expuesta a las inclemencias climáticas, lo cual ensombrecerían aún más el de por sí oscuro panorama de Vázquez. De nuevo, Lindow motorizó una nueva denuncia tendiente a proveer a la Justicia elementos que posibiliten procedimientos y aprehensiones.

Pese al hermetismo en que Torresi comandaba anoche el proceso, trascendió que el denunciante habría sindicado a dos individuos sospechosos, apodados “Cabeza de Palos” y “Garza”.

La desazón de Vázquez era indescriptible. Su entorno señaló que ha perdido millones, una cifra incalculable porque deben sumarse muchos conceptos. Daños o mercado negro Las conjeturas abundaban entre los protagonistas, confiaron anoche fuentes policiales. Una aludía los ataques a personajes cercanos a otros productores que representarían competencia para Vázquez.

Otra teoría apuntaba a delincuentes resueltos en alzarse con soja para negociarla en el mercado negro, cuyo valor está estrechamente ligado a la demanda coyuntural de cada comprador de mala fe. En tercer lugar otros cercanos atribuían los destrozos a individuos habituados en atentar especialmente contra los campos de productores foráneos, forzándolos -con ello- a enviar emisarios para “pagar” y trabajar en paz, preocupándose solamente por lo imprevisible del factor climático en la zona.