Otra muerte absurda que deja infinitos ¿por qué? Otra muerte absurda que deja infinitos ¿por qué?
Qué tremenda y desgarradora resulta la muerte absurda de una criatura. La muerte evitable. La que deja remordimiento, culpa y miles de ¿por qué?
Los peores: ¿por qué hay gente grande que menosprecia la vida de un adolescente? ¿Acaso puede interpretarse de otra manera la acción de quien organizó una fiesta donde se proporciona alcohol a los chicos sabiendo el perjuicio que les ocasiona?
Lamentablemente, una vez más, nos queda esa amarga sensación luego de la muerte de una criatura después de participar en una de estas fiestas que no tuvo ningún tipo de control. La ruta, la velocidad, y más inconsciencia (el conductor del vehículo que la atropelló también habría consumido alcohol) completaron el escenario.
Pero, dolorosamente, ya es tarde. Una adolescente dejará un banco sin ocupar en el colegio donde los compañeros que la acompañaron el sábado por la noche la seguirán llorando; una silla, un cuarto, y muchos corazones con una herida terminal. Imposible de curar.
Pero no es tarde (nunca lo es) para reflexionar.
Siempre debe ser tiempo para insistir en esto.
No puede ser que haya gente que actúe clandestinamente para reunir a chicos en un espacio donde todo es descontrol. Desde la elección del escenario.
¿Por qué en una finca de las afueras? Porque está fuera del ejido municipal y nadie puede ir a clausurar la fiesta.
¿Por qué la invitación se la difunde por un grupo de Whatsapp o Facebook? Porque de esa manera sólo se van a enterar los chicos, no lo sabrán la municipalidad, la policía, ningún otro organismo de control, ni los padres.
Si se les cobró o no la entrada o las bebidas a los chicos en esta trágica reunión quedará en una nebulosa. Como quizás tampoco se sepa si se consumieron o se ofrecieron otras sustancias. Porque los chicos no querrán contar toda la verdad, por temor.
Y otra vez debemos caer en la laxa presencia de los padres en la actividad de sus hijos, especialmente en la nocturna. No puede ser que se enteren de que su hijo consume alcohol por el dosaje que le hicieron en un hospital o en una comisaría; no se puede desconocer a dónde van, con quién van y a qué van, cuando salen a la medianoche de la casa y no regresarán hasta las nueve o diez de la mañana.
Lo peor de todo, es que cuando suceden estas cosas, se pierde la memoria y no se recuerda que en vez de padres se eligió ser "compinche"; apañar; conceder; no decir no; no orientar; no controlar; y las cabezas se golpean contra las paredes preguntando ‘¿por qué?’ y culpando a la fatalidad.
Ojalá comprendamos que la fatalidad es algo inevitable, y que una muerte como la de Candela, pudo haberse evitado.