Tecnofobia y tecnolatría Tecnofobia y tecnolatría
Si miramos desapasionadamente
la historia de la
técnica, hay una constante
que raramente se exceptúa:
ante cualquier innovación
tecnológica, la primera
reacción de la mayoría es el
rechazo, o por lo menos el
clásico “no va a funcionar”.
Es normal: todo adelanto
involucra un cambio de actitudes
que hasta ese momento
eran pacíficamente
vividas.
Aunque hoy sigue teniendo
en vigencia la constante
señalada, existe igualmente
el peligro inverso: la
exaltación de la técnica más
allá de lo conveniente. Eitel
H. Lauría, en una interesante
nota (‘La divulgación
científica y tecnológica’),
denomina a los extremos
con dos palabras que
lo dicen todo. No viene mal
repasar algunos de sus conceptos:
“Esta ambivalencia de la
tecnología tiene en la opinión
pública efectos opuestos,
aunque igualmente negativos:
la tecnolatría y la
tecnofobia. Unos endiosan
a la tecnología, olvidando
su naturaleza instrumental
y subordinada, y otros consideran
a sus realizaciones,
auténtica expresiones de la
creatividad humana, funestos
cachivaches. Es evidente
que, como de costumbre,
las actitudes extremas son
miopes, nocivas y profundizan
sus problemas.
No debemos equivocarnos:
las tragedias de la humanidad
tienen su origen
en las ideologías dogmáticas,
los egoísmos desenfrenados,
los regímenes despóticos
y los populismos
demagógicos, no en la ciencia
y en la tecnología.
Para conjurar los supuestos
demonios científicos
y tecnológicos solo queda
el camino de la educación
y el esclarecimiento.
Es necesario enseñar y difundir
el conjunto relativamente
reducido de principios
y esquemas conceptuales
que sirven de fundamento
al calidoscópico
mundo de la ciencia y
de la tecnología. Comprender
sus valores intrínsecos,
sus limitaciones y sus interacciones
con otras áreas de
la cultura y de la economía
constituye la clave para disipar
temores. Y, también,
para facilitar la obtención
de una pacífica y próspera
convivencia entre los hombres
y la vigencia plena de
la democracia”.