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EL LIBERAL . Opinión

Mama Antula, mujer de oración

12/07/2022 21:53 Opinión
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Mama Antula, mujer de oración Mama Antula, mujer de oración

La fe profunda y comprometida

de Mama Antula se nutre diariamente

en la oración.

Su amor fiel

e incondicional a Dios, el discernimiento

de su voluntad, la perseverancia

en el cumplimiento de los designios

del Señor y la humilde alegría que

adornaba su vida, se sustenta en su espíritu

orante. Dice San Agustín que la oración

es “el encuentro de la sed de Dios y de la

sed del hombre”.

Orar es encontrarnos con

Dios, establecer una amistad, un vínculo

de amor donde siempre la iniciativa es de

Dios, porque aun tratándose de una acción

humana, es primeramente un “don”, un regalo

que Dios nos da. El Apóstol San Juan

nos sorprende al decir: “Dios es amor” (1 Jn

4, 8), es decir, es un Dios en salida, que se

comunica, que se da.

Y es este el origen del

encuentro entre Dios y el creyente, el origen

de la oración. Dios es amor que primerea,

sorprende, y la oración es la respuesta a

ese amor gratuito. Por eso, cuando oramos

no buscamos principalmente la felicidad ni

la salvación, sino dejarnos amar por Dios y

responderle con amor. Entonces la oración

deja de ser algo arduo, difícil de alcanzar,

para convertirse en algo sencillo y placentero.

La oración se transforma en una fuente

de gozo permanente.

La fe de Mama Antula, la inspiración de

su vocación apostólica, la tenacidad para alcanzar

las metas que Dios le revela y ella se

compromete conseguir, se fortalece en la

oración.

En un escrito de Ambrosio Funes

al Padre Juárez del 6 de agosto de 1784 leemos:

“yo creo que a las oraciones de nuestra

Beata se debe la felicidad con que a pesar

de mil obstáculos ha triunfado la justicia

de sus causas”.

El trato amigable y asiduo con el Señor

le permitió discernir su voluntad a la hora

de tomar decisiones importantes en su vida:

cuando se hizo Beata de la Compañía

de Jesús, cuando aconteció la expulsión de

los Jesuitas y tuvo que ocupar el lugar que

habían dejado comenzando a organizar los

ejercicios espirituales en su Santiago natal,

y luego saliendo por todos lados con el compromiso

de llevar a Jesús para dar respuesta

a la “notable falta de pasto espiritual que

echamos menos y lloramos por estas partes,

y principalmente en cuanto a misiones

y ejercicios”. (Carta de Mama Antula al Padre

Juárez, 7 de agosto de 1780).

En la oración puede desnudar ante Dios

la preocupación y el dolor que le causa la

falta de evangelizadores: “cuando yo a mis

solas, dentro del silencio de mí misma, reflexiono

este punto, soy oprimida de aflicción,

me lamento y suspiro incesantemente

por el remedio que exigen tales necesidades,

y no encuentro otro arbitrio de ser dichosa,

sino en agitar aquél del cual dimana

la precaución de estos males”. (ídem).

El

amor a Dios es el motor de su oración, la

causa de su dolor, porque muchos hermanos

no podrán conocerlo y amarlo como lo

conoce y ama ella, la razón de sus desvelos

apostólicos y la fortaleza para sortear los

obstáculos que su misión le traen aparejados.

Mama Antula reza por sus amigos exiliados,

les pide que recen por ella y la obra

que Dios le encomendó: “encomiéndeme a

Dios nuestro Señor, que no levante la mano

de su obra. El mismo Señor guarde muchos

años a ud.” (Carta de Mama Antula al

Padre Juárez del 22 de agosto del 1785).

Sabe

suplicar en momentos de aflicción, alabar

y dar gracias por los frutos de la obra

que Dios realiza a través suyo. En la carta

que le escribe al Padre Juárez, contrapone

el abandono de la fe de muchos católicos

en Europa debido a la reforma luterana

con los frutos obtenidos en América gracias

a los ejercicios: “aquí por la bondad delAltísimo

con ésta solamente han recibido del

espíritu de Ignacio (que todavía se conserva

dentro y fuera de sus Ejercicios) más de

25 mil personas sus divinos sentimientos.

Vea Vuestra Merced si Dios no procura en

todo su mayor honra y gloria. Alabado sea

eternamente. Amén”.

El reconocimiento de

la obra de Dios a través de su misión anima

su espíritu de oración y la conducen a la

alabanza de su misericordia reconociendo

su propia pequeñez y la grandeza de Dios a

quién da todo gloria y honor.

En las manos de Dios se ha entregado

con docilidad y por eso la oración la mantiene

en la esperanza de “recoger en breve

la abundante mies que ofrece el país” (Carta

al Padre Juárez del 7 de agosto de 1780)

y lograr la Bienaventuranza eterna. (Testamento

de Mama Antula).

Mama Antula, ruega por nosotros.

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