Mama Antula, mujer de oración Mama Antula, mujer de oración
La fe profunda y comprometida
de Mama Antula se nutre diariamente
en la oración.
Su amor fiel
e incondicional a Dios, el discernimiento
de su voluntad, la perseverancia
en el cumplimiento de los designios
del Señor y la humilde alegría que
adornaba su vida, se sustenta en su espíritu
orante. Dice San Agustín que la oración
es “el encuentro de la sed de Dios y de la
sed del hombre”.
Orar es encontrarnos con
Dios, establecer una amistad, un vínculo
de amor donde siempre la iniciativa es de
Dios, porque aun tratándose de una acción
humana, es primeramente un “don”, un regalo
que Dios nos da. El Apóstol San Juan
nos sorprende al decir: “Dios es amor” (1 Jn
4, 8), es decir, es un Dios en salida, que se
comunica, que se da.
Y es este el origen del
encuentro entre Dios y el creyente, el origen
de la oración. Dios es amor que primerea,
sorprende, y la oración es la respuesta a
ese amor gratuito. Por eso, cuando oramos
no buscamos principalmente la felicidad ni
la salvación, sino dejarnos amar por Dios y
responderle con amor. Entonces la oración
deja de ser algo arduo, difícil de alcanzar,
para convertirse en algo sencillo y placentero.
La oración se transforma en una fuente
de gozo permanente.
La fe de Mama Antula, la inspiración de
su vocación apostólica, la tenacidad para alcanzar
las metas que Dios le revela y ella se
compromete conseguir, se fortalece en la
oración.
En un escrito de Ambrosio Funes
al Padre Juárez del 6 de agosto de 1784 leemos:
“yo creo que a las oraciones de nuestra
Beata se debe la felicidad con que a pesar
de mil obstáculos ha triunfado la justicia
de sus causas”.
El trato amigable y asiduo con el Señor
le permitió discernir su voluntad a la hora
de tomar decisiones importantes en su vida:
cuando se hizo Beata de la Compañía
de Jesús, cuando aconteció la expulsión de
los Jesuitas y tuvo que ocupar el lugar que
habían dejado comenzando a organizar los
ejercicios espirituales en su Santiago natal,
y luego saliendo por todos lados con el compromiso
de llevar a Jesús para dar respuesta
a la “notable falta de pasto espiritual que
echamos menos y lloramos por estas partes,
y principalmente en cuanto a misiones
y ejercicios”. (Carta de Mama Antula al Padre
Juárez, 7 de agosto de 1780).
En la oración puede desnudar ante Dios
la preocupación y el dolor que le causa la
falta de evangelizadores: “cuando yo a mis
solas, dentro del silencio de mí misma, reflexiono
este punto, soy oprimida de aflicción,
me lamento y suspiro incesantemente
por el remedio que exigen tales necesidades,
y no encuentro otro arbitrio de ser dichosa,
sino en agitar aquél del cual dimana
la precaución de estos males”. (ídem).
El
amor a Dios es el motor de su oración, la
causa de su dolor, porque muchos hermanos
no podrán conocerlo y amarlo como lo
conoce y ama ella, la razón de sus desvelos
apostólicos y la fortaleza para sortear los
obstáculos que su misión le traen aparejados.
Mama Antula reza por sus amigos exiliados,
les pide que recen por ella y la obra
que Dios le encomendó: “encomiéndeme a
Dios nuestro Señor, que no levante la mano
de su obra. El mismo Señor guarde muchos
años a ud.” (Carta de Mama Antula al
Padre Juárez del 22 de agosto del 1785).
Sabe
suplicar en momentos de aflicción, alabar
y dar gracias por los frutos de la obra
que Dios realiza a través suyo. En la carta
que le escribe al Padre Juárez, contrapone
el abandono de la fe de muchos católicos
en Europa debido a la reforma luterana
con los frutos obtenidos en América gracias
a los ejercicios: “aquí por la bondad delAltísimo
con ésta solamente han recibido del
espíritu de Ignacio (que todavía se conserva
dentro y fuera de sus Ejercicios) más de
25 mil personas sus divinos sentimientos.
Vea Vuestra Merced si Dios no procura en
todo su mayor honra y gloria. Alabado sea
eternamente. Amén”.
El reconocimiento de
la obra de Dios a través de su misión anima
su espíritu de oración y la conducen a la
alabanza de su misericordia reconociendo
su propia pequeñez y la grandeza de Dios a
quién da todo gloria y honor.
En las manos de Dios se ha entregado
con docilidad y por eso la oración la mantiene
en la esperanza de “recoger en breve
la abundante mies que ofrece el país” (Carta
al Padre Juárez del 7 de agosto de 1780)
y lograr la Bienaventuranza eterna. (Testamento
de Mama Antula).
Mama Antula, ruega por nosotros.