La cuestión de Malvinas, un resabio del colonialismo La cuestión de Malvinas, un resabio del colonialismo
de las Fuerzas de Desembarco, cuando en el buque
ARA San Antonio se dirigiera a las tropas dejando atónitos
a los 542 oficiales, suboficiales y soldados argentinos
que habían sido embarcados en la nave el día 28 de marzo de 1982 en
Puerto Belgrano sin tener idea del lugar del destino ni de la misión que
debían cumplir.
“Nuestra misión es la de desembarcar en las islas Malvinas y desalojar
a las fuerzas militares y a las autoridades británicas que se encuentran
en ellas… El destino ha querido que seamos nosotros los encargados
de reparar estos casi 150 años de usurpación… Serán duros
con el enemigo, pero corteses, respetuosos y amables con la población
de nuestro territorio a la que debemos proteger… Que Dios nos proteja,
Ahora dirán conmigo ¡Viva la Patria!”
Comenzarían 74 días de arduo conflicto bélico, que irrogaría más de
1.700 bajas argentinas (entre muertos y heridos, que incluye a los náufragos
del ARA Gral. Belgrano) y aproximadamente 1.300 bajas británicas
(también entre muertos y heridos).
El suscripto ya tuvo la oportunidad, a través de este medio (cf. “Malvinas
una nueva provocación”, “Crimea y Malvinas”) de señalar los sólidos
antecedentes históricos sobre los cuales se apoya la República Argentina
y, en contraposición los argumentos británicos que no resisten
a los primeros.
Indiqué también que la usurpación acaecida el 1 de enero de 1833 fue
producto principalmente, de la afectación, por parte de las autoridades
de la isla (designadas por el primer gobierno de Rosas) de imponer aranceles
y permisos de pesca, algo que afectó a los intereses de los EE.UU.
y de Londres, quienes pescaban furtivamente en la zona y que no hubiera
podido producirse sin la aquiescencia de los EE.UU., encontrándose
vigente la famosa Doctrina “Monroe” (vgr. “América para los americanos”).
También mencioné los antecedentes favorables de la Organización
de las Naciones Unidas hacia nuestro país, en especial las resoluciones
1514/60, 2065/65 y 3160/73 que instaban a las partes en el conflicto a
solucionar la disputa de soberanía, teniendo en cuenta los “intereses” y
no los “deseos” de los isleños, resoluciones ignoradas de manera contumaz
por el Reino Unido y que pudo constituir el disparador para el
conflicto bélico, según fuera invocado por las autoridades argentinas de
entonces .
Empero, más allá de lo ya publicado, quisiera reflexionar sobre otros
aspectos que brindarán al lector nuevos tópicos y perspectivas en el
conflicto que vincula a ambos países.
Ante todo, mi reconocimiento al valor de aquellos integrantes de las
FF.AA. que lucharon contra una fuerza militar superior (3ª en el mundo),
en tecnología y medios, que contaba con el apoyo de la primera potencia
mundial (los EE.UU.).
Fueron ellos los que pusieron en alto el coraje y determinación en la
recuperación del suelo nacional usurpado, independientemente de que
la decisión de ir al conflicto armado fue a todas luces incorrecta y vislumbró
uno de los peores errores estratégicos y diplomáticos del país.
EL ATLáNTICO SUR COMO RECURSO
El espacio Atlántico Sur es uno de los más amplios del planeta. Comprende
una extensa faja litoral de tres continentes (América, áfrica y
Antártida) y encierra una de las superficies oceánicas más grandes. El
frente americano está integrado por tres estados: Argentina, Uruguay y
Brasil. El litoral africano es una masa heterogénea con mucha inestabilidad
en el aspecto político y con la nación sudafricana con una privilegiada
posición en el corredor Atlántico-índico.
La zona antártica se encuentra bajo el paraguas del tratado homónimo
que ha suspendido entre sus partes, los reclamos por cuestiones
de soberanía. Internacionaliza todo el continente y mares adyacentes al
sur del paralelo 60.
En sus aspectos económicos, el recurso más explotado ha sido y es
la pesca con una incipiente incursión en la exploración petrolera. Si consideramos
que el mundo civilizado es hoy un gran consumidor de alimentos,
no es ocioso suponer lo que el espacio en debate genera. Sin embargo,
el corredor Atlántico Sur posee una importancia aún más significativa
pues las islas Malvinas obran como un portaaviones gigante para
ejercer el poder militar hacia el continente, en un mundo, como señalé
anteriormente, cada vez más requirente de alimentos, energía y agua.
EL ESCENARIO DE 1982
En 1982 las islas no constituían un objetivo vital y nacional para el
Reino Unido. Tan es así que ellas se encontraban entre los territorios sujetos
a descolonización por el gobierno conservador de la Sra. Tatcher,
lo que no era del agrado de ciertos estamentos británicos con intereses
en el sur y colisionaba con el interés de un actor importante en la relación
argentina/británica: La Compañía de las Islas Falklands (FIC por sus
siglas en inglés).
Dos hechos coyunturales, en Gran Bretaña, tendrían una importancia
decisiva en el desenlace del conflicto en el sur: 1- El programa de
desactivación de muchas naves de la Marina Real, a lo cual el Almirantazgo
se oponía y 2- El descrédito popular del gobierno conservador de
Margaret Tatcher, con sucesivas huelgas de sectores de la economía
(vgr. Mineros entre otros).
En efecto, el año anterior al conflicto, John Nott (ministro de Defensa)
llevó a cabo una revisión mayor de los gastos de defensa cuya reducción
mayor recayó sobre la Armada, en particular, la flota de superficie.
El portaaviones “Invencible” orgullo de la Marina, había sido vendido
a los australianos, numerosos buques de asalto y fragatas desprogramadas
(cf. Ponting, Clive “La Guerra Inaudita”).
Por su parte, el Partido Social Demócrata, en alianza con los liberales,
se alzaba como la fuerza a derrotar en las elecciones al gobierno
conservador. De esta manera, tanto la Royal Nave como la unión de estos
partidos, tejieron una alianza casi imperceptible (Ponting, op. cit.).
Del lado argentino, las cosas no estaban mejor.
Un gobierno militar que ya llevaba seis años en el poder, con sucesivos
cambios de cúpula, caos económico (“el que apuesta al dólar pierde”)
deslegitimados en lo político, social y con graves denuncias a reiteradas
violaciones a los Derechos Humanos (se recuerda la visita de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 que se intentó
soslayar con la participación del seleccionado juvenil campeón mundial
en Rusia) imperiosamente necesitaba un suceso que aglutine a la
población.
A ello se debe adicionar, tal como señalé, la participación de un tercer
actor: la Compañía de las Islas Malvinas (FIC) empresa colonial que
monopolizaba el comercio de las islas para proteger sus intereses en el
archipiélago y poseía una inmensa capacidad de hacer lobby tanto en el
Parlamento británico como en la Royal Navy. Todos estos elementos van
a confluir con un hecho que fuera manipulado por el Reino Unido (en realidad
por el sector duro de la Royal Navy y políticos que boicotearon sucesivamente
cualquier acuerdo con la República Argentina, influenciados
por la FIC) y que tomó por sorpresa al gobierno militar: el incidente
Davidoff.
En la isla San Pedro del grupo Georgias, había desembarcado un
grupo de obreros argentinos, de la empresa “Islas Georgias del Sur SA,
perteneciente al empresario argentino Constantino Davidoff, quien había
suscrito un contrato por medio del cual la firma británica dueña de
las factorías pesqueras en Bahía Leith, le vendía todo el material disponible
para su desguace, lo cual fuera autorizado por las autoridades británicas.
Lamentablemente, el desembarco argentino fue magnificado por la
Royal Navy y cierta prensa británica para justificar un incidente, calificándolo
de “invasión” (vgr., se interpretó que la bandera argentina izada
por el personal era una señal de agresión) lo cual llevó a la Junta Militar
a tomar la decisión de garantizar y proteger las tareas que los obreros
argentinos desarrollaban, ejecutando un improvisado plan con marinos
argentinos apostados en el Buque “Bahía Paraíso” afectado a la campaña
antártica y fuerzas ubicadas en las islas Sándwich del Sur en la base
argentina “Corbeta Uruguay” frente a la movilización británica desde las
islas Malvinas a través de los buques HMS Endurance y RRS Bransfield.
El incidente finalizó con la toma de Grytviken (Georgias) por parte de
las fuerzas argentinas, acción que, si bien se desarrolló el día 3 de abril
de 1982 (es decir un día después de la caída de Puerto Stanley) fue el detonante
necesario que necesitaba el Almirantazgo inglés. Agregó al relato
que el 25 de abril de 1982, las fuerzas británicas retoman el control de
Georgias en la denominada Operación Paraquet).
LAS MALVINAS RECUPERADAS
El 2 de abril de 1982 a las 11.20 la bandera británica fue arriada del
mástil de la Govermment House e izada la enseña nacional. Evidentemente
el incidente Davidoff precipitó los hechos ya que, dentro del plan
de continencia elaborado por la Junta Militar en enero del año 1982, se
había sugerido que, de ser necesario el empleo de las FF.AA. en la recuperación
de las islas, aquellas no podían estar alistadas sino luego del
15 de mayo y suponiendo una alerta previa de 45 días. Comenzaban 75
días de intensa labor diplomática, allende el heroísmo de nuestros soldados
apostados en las islas. Durante el resto del día se completó el desembarco
de efectivos y pertrechos a través de vuelos del Ejército y el Almirante
Irízar completó el despliegue de medios del Ejército a Pradera
del Ganso y Puerto Fox.
La operación Azul/Rosario se había llevado a cabo con total precisión,
restaba solamente completar la transferencia y reembarco de los
efectivos comprometidos. El plan señalaba que, a más tardar, el día D +
5 sólo debía quedar en las Islas el gobernador designado y una pequeña
fuerza de apoyo (cf. Informe Rattenbach, párrafo 127).
Ese mismo día 2 de abril, en horas de la tarde/noche, los efectivos de
la Infantería de Marina comenzaban a ser replegados hacia sus bases de
origen, conforme al plan, empero, esta última fase de la operación no pudo
concluirse. A las 11.45 se había reunido el Consejo de Seguridad de la
ONU, convocado por el Reino Unido para tratar la crisis del Atlántico Sur.
Este golpe de efecto fue fatal para la conducción militar argentina. Algo
había salido mal.
LA RESOLUCIóN CS/502
La República Argentina había protestado ante el Organismo Internacional
(ONU), el día 1 de abril de 1982, mediante una carta al secretario
general denunciando la agresión británica ante las amenazas de enviar
su flota y el despacho del buque “Endurance” a expulsar a los obreros
de Puerto Leith, lo que conformaba un acto de agresión, según artículos
1 y 2 de la Carta de la ONU. La reacción británica fue el llamado urgente
a reunión del Consejo de Seguridad (del cual es miembro permanente)
ante la inminente “invasión argentina” cuando, en realidad, nuestro país
fue el invadido.
De manera inmediata, el Reino Unido comenzó la búsqueda de votos
posibles de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad (10)
en términos que le resultaran convenientes para justificar políticamente,
la reconquista de las islas por la fuerza. El objetivo era obtener una resolución
que condene la acción argentina y, de esta manera, obtener el
apoyo internacional y neutralizar, puertas adentro, la oposición del partido
Laborista en el Parlamento.
Diez votos respaldaron la propuesta británica (EE.UU., Gran Bretaña,
Francia, Irlanda, Guyana, Togo, Zaire, Uganda, Japón y Jordania). Panamá
votó en contra y la Unión Soviética, China, España y Polonia se
abstuvieron. Si bien la Resolución 502 no condenaba a la República Argentina
como agresora, le obligaba a retirar las tropas en las islas (que
cumpliría siempre y cuando ello fuera exigible a las fuerzas británicas).
La inmediata acción psicológica del Reino Unido puesta de manifiesto
en todos los campos de acción, hizo aparecer a la Argentina como invasora
y agresora, a las islas como de su legítima soberanía, a los isleños
como rehenes y a la Task Force como una fuerza libertadora. Con
posterioridad, el desarrollo de los acontecimientos dejó ver, de manera
clara, que al gobierno de la Sra. Tatcher sólo le interesaba la recuperación
de las islas mediante la acción violenta que lave el cachetazo dado
por nuestro país, boicoteando toda propuesta de paz y hasta hundiendo
el crucero Gral. Belgrano cuando el entonces Presidente del Perú acercó
una solución equitativa para las partes. También se disipó el hecho de
que EE.UU. no iba a permanecer neutral, explícitamente esto fue indicado
por el presidente Reagan al presidente Galtieri en una de las conversaciones
telefónicas y se pudo verificar lanzados los hechos.
El error político de los representantes de la Junta Miliar Argentina,
recuperar por la fuerza las islas, de considerar que, en caso de conflicto
armado, EE.UU. iba a permanecer neutral debido a la participación argentina
en Centroamérica, infligió a nuestro país una crisis política, social
y económica, cuyos efectos aún perduran. Se ha denostado a las
FF.AA. sin distinción de nombres y hubo que esperar hasta casi diez
años allende el conflicto armado, para homenajear a los combatientes
de Malvinas.
Sin embargo y más allá de estas consideraciones, el campo diplomático
constituye el único canal de las naciones civilizadas para proseguir
alguna negociación. Basten para ello las resoluciones dictadas por
la Asamblea General de la ONU a pocos meses de finalizado el conflicto
armado, siendo la más emblemática la N° 37/9 que reconoció que la guerra
no había alterado la vigencia ni la naturaleza del conflicto de soberanía
de las islas entre ambos países. Tampoco la guerra derogó las resoluciones
anteriores, que indican vgr., que la situación colonial (y el caso
de Malvinas lo es) es un hecho contrario a los principios y propósitos de
la Organización de las Naciones Unidas.
¿Y AHORA?
Han transcurrido más de tres décadas desde el conflicto armado sin
progreso alguno para los intereses argentinos en materia de soberanía
sobre las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Cualquier política
respecto de estas últimas deberá definirse a partir de un análisis de la
situación internacional a los efectos de evaluar los factores que puedan
incidir en el logro del objetivo estratégico argentino. Necesitamos cambiar
el paradigma de la negociación, encauzarla teniendo en cuenta los
extensos recursos naturales que la zona presenta y en la cercanía que el
continente brinda a cualquier empresa interesada en la explotación económica.
Las negociaciones y avances deberían entenderse a largo plazo,
abogando por el restablecimiento de la relación bilateral, incluyendo
actividades compartidas de interés común (aún con los malvinenses)
para ir avanzando en temas referidos a los recursos naturales, consolidar
la región del Atlántico Sur como una zona de paz y cooperación, que
abra perspectivas de desarrollo para ambas partes y finalmente, cuando
sea propicio, abordar la integración de las islas al país.
Independientemente de insistir en los reclamos a través del Comité
de Descolonización de la ONU, debemos cambiar el clima negativo u
hostil entre los involucrados en la cuestión y descubrir opciones realistas
para un escenario mundial que, luego del Covid- 19 se presentará
aún más complejo.