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EL LIBERAL . Santiago

Los sabios de Rivadavia -tercera parte-

Pellegrini con sus hijos Delfina y Carlos (futuro presidente)

Pellegrini con sus hijos Delfina y Carlos (futuro presidente).

10/10/2020 22:09 Santiago
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Entre los hombres que llegaron a las Provincias Unidas del Río de la Plata en las primeras décadas de su existencia, traídos por la fascinante expectativa que creó en ellos Bernardino Rivadavia, desembarcó en Buenos Aires un ambicioso saboyano que no soñaba entonces que uno de sus hijos se iba a convertir en quien gobernaría esta porción del fin del mundo. Muchas veces el destino de los hombres parece torcerse hacia un rumbo desgraciado que, sin embargo, oculta nuevas oportunidades que la amplitud de miras del protagonista puede convertir en una vida venturosa para sí y para su gente. Aferrarse al designio que uno cree que los dioses marcaron para la propia vida, y no tener capacidad de cambio para enfrentar lo desconocido puede ser el ancla que nos sumerja en una existencia ominosa. La biografía de Carlos Enrique Pellegrini, nombre con el que fue conocido en la Argentina, es un ejemplo de cómo se puede forjar un futuro, fuera de lo esperado, y sobre todo haciendo uso de las potencias personales que se poseen y que yacen en el fondo del corazón y de la mente, esperando simplemente ser usadas en beneficio de la propia vida y de la sociedad.

EL INGENIERO SABOYANO CHARLES HENRI PELLEGRINI

Su familia de origen y la formación académica

El ducado de Saboya, región hoy en el este de Francia, fue fundado por Humberto I en 1003, constituyendo la casa real más antigua de Europa. En 1418 se le une la provincia italiana del Piamonte y la capital política se instala en Turín. En 1713 el ducado pasa a formar parte del reino de Cerdeña, isla que el duque Víctor Amadeo II había cambiado por su antigua posesión, Sicilia, convirtiéndose entonces los Saboya en su casa gobernante. Para los argentinos es bueno recordar que la conformación actual de grandes naciones europeas, como Italia y Alemania, surgió a mediados del siglo XIX, contemporáneamente a nuestra unidad nacional.

Las tierras de Saboya fueron ocupadas por los franceses en 1792, apenas producida la Revolución, al mismo tiempo de la ejecución de los reyes Luis XVI y María Antonieta. Recién en 1815 vuelven los saboyanos a ser parte del reino de Cerdeña. En este tiempo de invasión gala nace en Chambéry, capital histórica de Saboya, Charles Henri, hijo del arquitecto suizo del cantón italiano del Tesino don Bernardo Bartolomeo Pellegrini de Ruggia y la francesa Marguerite Berthet, el 23 de julio de 1800. Este matrimonio tendrá once hijos, todos saboyanos, de los cuales ocho llegarán a edad adulta, dispersándose varios de ellos por el mundo en la búsqueda de sus destinos.

Su viaje a la América del Sur

El niño Charles estudia en el colegio de su ciudad natal, para trasladarse a la Universidad de Turín en 1819 y terminar sus estudios de ingeniero en la école Polytechnique de París, graduándose a los 25 años. Si bien no hay constancia del encuentro, es allí donde conoce a Rivadavia, quien años después siendo presidente y a través de Juan Larrea, el antiguo vocal de la Junta de 1810, lo contrata para las obras del puerto de Buenos Aires. Charles Henri acepta el convite y viaja a fines de 1827 hacia el Plata, quedando bloqueado por la flota brasileña en Montevideo, donde sobrevive realizando retratos al paso que vendía en el momento. Finalmente llega a Buenos Aires recién en noviembre de 1828. Su trabajo en el Departamento de Ingenieros Hidráulicos abarca desde proyectos para el muelle de pasajeros, el establecimiento de baños públicos y la distribución de agua potable en la ciudad, además de estudios sobre distintos ríos argentinos, interesándose entre otros en el río Salado, el indomable río que marcaba el límite entre Santiago del Estero y el Chaco. A fines de 1829, el gobernador de Buenos Aires, general Juan José Viamonte disuelve el organismo donde trabajaba Pellegrini, quien queda sin medios de sustento y con la frustración de no ver realizados sus proyectos. En esos tiempos convulsos del inicio de las guerras civiles argentinas, el saboyano busca una forma de supervivencia y utiliza sus dotes de dibujante para retratar a las familias acomodadas de Buenos Aires, arte desplegado años atrás en Montevideo. Su vínculo con el litógrafo suizo César Hipólito Bacle, también sin trabajo por la disolución de la Imprenta del Estado, fue fundamental para acceder a los grandes salones sociales porteños.

El pintor

Su excelente condición como retratista le hará ganar fama y prestigio, sobre todo por la rapidez de sus bellos trazos con los que plasmaba la figura humana, virtud que le permitió realizar doscientas obras durante 1831 y 1832, acumulando $ 17.000 de ese entonces, una fortuna que le garantizó un buen nivel de vida. También en esta década comienza a pintar paisajes de Buenos Aires. Dirá en una carta: “Tardo dos horas en realizar un retrato, gano de cien a doscientos pesos diarios y entre los seis mil franceses aquí residentes, soy el más apreciado y el que frecuenta más asiduamente la alta clase”. No se lo puede acusar de ejercer la falsa modestia y sus más de quinientos retratos aún son testimonio de su buen arte.

Pellegrini se convierte en el más renombrado pintor de Buenos Aires, y sus imágenes porteñas, algunas paisajísticas y otras costumbristas, se convierte en el más completo testimonio visual de la década de 1830. Ya para entonces había castellanizado su nombre y obtenido la ciudadanía argentina. En 1841 publica dos ediciones de “Recuerdos del Río de la Plata”, una selección de veinte láminas de iglesias, bailes y oficios, que se convierte en un suceso cultural, en el que utiliza la litografía, técnica de impresión que se logra con el grabado de un original en una piedra caliza, que permite realizar muchas copias de una obra artística.

Las dificultades que enfrentó en esos tiempos nunca le hicieron pensar en abandonar estas tierras, en las que descubrió un futuro de felicidad, sobre todo por dos acontecimientos: en 1837 compra una estancia en Cañuelas, donde se dedica a la ganadería, y en 1840 se reencuentra con María Bevans, la hija porteña de Santiago, el jefe inglés del Departamento donde Pellegrini había trabajado al llegar a Buenos Aires, niña a la que conoció a los cinco años en 1828, y reencontró convertida en una bella dama de la que se enamoró perdidamente.

Su casamiento y el hijo presidente

El 18 de mayo de 1841 Carlos se casa con María en la iglesia del Socorro. él tenía 41 años y su esposa 17. A lo largo de dos décadas tendrán cinco hijos: Delfina Julia (1843), Carlos Enrique José (1846), Ernesto Juan Antonio Gustavo (1852), Ana Alejandra (1854) y Arturo Alberto (1863). Todos llegarán a edad adulta y vivirán siempre en la Argentina. La familia se radica durante una década en Cañuelas. En esa casa de campo ocurrirá un episodio legendario: con toda solemnidad, al cumplir seis años y poco después de la batalla de Caseros, que acabó con el largo y despótico gobierno de Juan Manuel de Rosas el 3 de febrero de 1852, el segundo hijo de la familia Carlos los reúne a todos y proclama “Seré presidente de la Argentina”: 38 años después lograría su propósito, siendo el primero de los mandatarios hijo de inmigrantes.

Como curiosidad, la fotografía de Charles con Delfina y Carlos tomada ese día sería modificada décadas después por Emilio, el tercer hijo, agregando una banda presidencial sobre el pecho del niño. Los Pellegrini regresan a Buenos Aires y Carlos funda un periódico llamado “Revista del Plata”, dedicada a asuntos económicos y culturales, que dura dos años y se caracteriza por los retratos hechos por su director que ilustran notas históricas y sociales.

El ingeniero arquitecto

En los tiempos en que Buenos Aires se separa de la Confederación Argentina, Pellegrini cimenta su relación con Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, y ocupa varios cargos públicos: concejal de la Municipalidad, miembro del Consejo de Instrucción Pública y es fundador del Instituto Histórico y Geográfico del Plata, junto a José Mármol, Dalmacio Vélez Sarsfield y Carlos Tejedor. También vuelve a su profesión y se dedica a realizar obras privadas como ingeniero y arquitecto. En este carácter realizará la más importante de sus obras: el teatro Colón de Buenos Aires. La falta de una sala teatral adecuada para la ópera hizo que se conformara una empresa que consiguió el arrendamiento de un terreno público ubicado frente a la plaza de Mayo. Se contrató a Pellegrini para ejecutar las obras y en menos de dos años, levantó el monumental edificio, el primero con estructura de hierro en el país comprada en una fundición de Dublín y con iluminación a gas, una novedad para ese tiempo. El 25 de abril de 1857 se inauguró el Teatro Colón, con el estreno de la ópera “La Traviata” de Giuseppe Verdi. Era el edificio más imponente de Buenos Aires y con sus 2.500 localidades se convirtió en la sala más grande de Sudamérica, llegando a cobijar 4.000 asistentes cuando se realizaban bailes allí. Funcionaría hasta 1887 y se convirtió en la sede fundacional del Banco de la Nación Argentina, creado por el hijo de Carlos como presidente argentino en 1891.

Muerte y homenajes

Charles Henri Pellegrini murió en Buenos Aires, a los 75 años, el 12 de octubre de 1875. Fue sepultado al día siguiente en el cementerio de la Recoleta. Son pocos los homenajes que su notable obra artística ha recibido. Algunas calles y una plazoleta lo recuerdan, pero el más importante es la presencia de sus obras en los grandes museos de bellas artes argentinos. Este inmerecido olvido tiene que ver con la poca trascendencia que las conmemoraciones históricas argentina dan al arte y a la cultura, una falencia que nosotros debemos reparar con el recuerdo de los grandes hacedores como Pellegrini.


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