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EL LIBERAL . Opinión

El suicidio en la adolescencia

Luis Horacio Santucho Defensor de los Derechos de las Niñas Niños y Adolescentes

Luis Horacio Santucho. Defensor de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes

29/09/2019 03:43 Opinión
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El suicidio en la adolescencia El suicidio en la adolescencia

Por Luis Horacio Santucho. Defensor de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes

En la Argentina los suicidios constituyen la segunda causa de muerte en la franja de 10 a 19 años, y en el grupo de 15 a 19 años, la mortalidad es más elevada, alcanza una tasa de 12,7 suicidios cada 100.000 habitantes.

Desde principios de la década de 1990 hasta la actualidad, la mortalidad por suicidio en adolescentes se ha triplicado. Estos datos surgen de la reciente investigación de Unicef presentada ante la Comisión Bicameral del Defensor de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, el día 10 de septiembre del presente año, en la Sala de Reuniones de la Cámara de Diputados de la Nación, donde estuvo especialmente invitada la Defensoría de Santiago del Estero.

La recomendación fundamental a partir de este dramático escenario es implementar políticas activas para colocar en las agendas estatales estrategias concretas de intervención y, al mismo tiempo, la promoción y difusión de esta problemática social despojada del análisis particular y truculento de cada caso.

El sociólogo francés Emile Durkheim realizó el primer abordaje de esta temática con su obra “El Suicidio”, escrita en 1897. En dicha investigación plantea tres clasificaciones etiológicas de suicidio.

1°) Egoista. Realizado por una persona fuertemente individualista que no tolera las exigencias de la vida social y sus reglas. Eso deriva en la carencia de intereses sociales, como puede ocurrir en aquellas situaciones de enfermedad física o mental, o en aquellas personas que han sufrido privaciones o muertes de seres queridos.

2°) Altruista. Es realizado en situaciones sociales de elevada cohesión de los principios y fines colectivos. Individuos con carencias de su individualismo o excesivo sentido del deber pueden verse envueltos en los riesgos colectivos. Se sienten inútiles mártires que se afirman muriendo por sus valores religiosos o sociales, para escapar de una deshonra o para conquistar la estima.

3°) Anómico. Se produce en aquellos casos que han sufrido una fuerte crisis de valores, religiosos, sociales o éticos, y se encuentran privados de algún tipo de orientación o salida.

Cada una uno de estos ordenamientos contienen según el estudio sociológico de marras, diferentes subclasificaciones, en la cual se pueden apreciar múltiples conexiones entre todas las clasificaciones, en algunos casos de manera convergente.

Una situación concreta nos permite aproximarnos a los suicidios por anomia social y a nuestra realidad regional. Es el caso de los indígenas kaiowá pertenecientes a la etnia guaraní, en Brasil, Mato Grosso, donde ocurrió a partir de 1985 un alarmante incremento de los suicidios especialmente adolescentes, como una oleada epidémica a causa del expolio de sus tierras y el avance de la frontera agropecuaria, que reduce el espacio vital de las comunidades indígenas.

La periodista Blanca álvarez de la revista española Interviu afirma en su investigación “son muchos los adolescentes, entre indios guaraníes que optan por el suicidio ante la falta de perspectivas y la violencia que sufren”. Enumera en 180 los suicidios producidos entre 1986 y 1996.

Pero hay una variada gama de factores de riesgo, partiendo con el énfasis conglobante que nos advertía Freud en su obra “Luto y Melancolía”, equiparando el suicidio al síndrome depresivo. En ese sentido, podemos señalar algunos signos distintivos, desde violencia familiar, incluyendo el abuso físico y sexual, autoritarismo o rigidez familiar, falta de comunicación o reticencia para intercambiar criterios, inconsistencia de la autoridad, dificultades para demostrar afectos, además otras situaciones sociales como el hostigamiento o acoso escolar (bullyng y ciberbullyng), consumo de alcohol y otras sustancias, y factores socioeconómicos y culturales.

La Ley de Salud Mental N° 26.657, sancionada en el 2010 y reglamentada en el 2013 es un importante acoplamiento legal para aderezar la Ley de Prevención del Suicidio (N°27.130) sancionada en 2015, lamentablemente en ambas leyes la autoridad de aplicación es el inexistente Ministerio de Salud de la Nación, motivo por el cual los objetivos de prevención establecidos en el art. 4° de la Ley 27.130 se encuentran seriamente imposibilitados de ejecución. Esta ley declara de interés nacional la atención biopsicosocial, la investigación científica y epidemiológica, la capacitación profesional en la detección y atención de las personas en riesgo de suicidio y la asistencia a las familias víctimas de suicidio, en este caso es importante que el procedimiento judicial sea ágil en la determinación de la existencia del suicidio, realizando la correspondiente autopsia psicológica, y la recolección rigurosa de los instrumentos probatorios para establecer la verdad y brindar la información requerida a las víctimas y al Estado a fin que pueda disponer de los datos estadísticos cuantitativos.

Francisco René Santucho, el gran escritor santiagueño, tenía 15 años, su universo era insoportable, estaba envuelto de dolor y rabia, se puso frente al espejo, había vivido apoyado en su cuerpo, había sido en cierta manera su cuerpo, como ese personaje de Onetti en Los Adioses, tenía un viejo revólver de su abuelo, su madre Elmina había muerto unos meses atrás, su ausencia era una angustia de eternidad y noches dilatadas. Apuntó el arma hacia su corazón, pero el espejo le devolvió la imagen invertida y en esa confusión pudo sentir que el mundo estaba resplandeciente, su familia lo abrazó y la historia lo hizo suyo en la magnitud indoamericana.

Borges, nuestro célebre escritor decía que en cualquier momento “el tiempo me suicida”, la adolescencia es un momento vital, transformador de la personalidad, es el abandono del egocentrismo, con su horrible conservadurismo como nos decía el psicólogo Aníbal Ponce y el comienzo del proceso de socialización, la heterodoxia y la revolución de las ideas, sensaciones y emociones. Es un hecho extraordinario y tenemos la obligación de abdicar ante nuestro adulto-centrismo, para ver mejor el futuro de todos nosotros.

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