La mujer y su identidad La mujer y su identidad
La mujer es la cuna de todos los sueños, el despertar de generaciones, el refugio del mundo y su ternura el abrigo. Es musa incansable de poesías y música. Es trino, trabajo, perfume, sol, aliento, estratega de esperanzas, cúmulo de encuentros agotados de tiempo. Es tierra, siembra, horizonte, mar, contorno de penas que esparce al viento, simiente de amor, trigal que alimenta. Es fruto, vertiente que refresca, cura de lamentos, oda de dichas, religión de ilusiones, vientre cálido, palabra que existe en bocas sedientas, entrega de consejos, llanto de paciencias, claridad que estremece la sombra, amuleto en guerra, es canto a la vida, legión de dulzura, estridencia de gozos. Es templo de amor en el que no se permite que entre el olvido.
Cada mujer de cualquier raza, nacionalidad, religión, siempre tiene la intuición exacta para combatir lo que destruye, lo que mata, lo que oscurece, lo que otros no tienen la sabiduría de ver. La variedad de vocaciones, de roles y de funciones que asume nos habla de sus desafíos, aspiraciones y dificultades, nos habla de su capacidad humana, del cultivo de su espíritu, de sus principios sublimes y saludables. Desde su nacimiento hasta su muerte la mujer tiene que luchar por sus derechos uno por uno, cuenta con una larga tradición de abnegación.
Cuando una madre despierta a su hijo y éste ve su rostro es como el sol que ilumina y da calor. Es que estuvo en su vientre durante nueve lunas recibiendo amor y alimento, su persona tomó vida en ese hábitat enternecedor que sólo posee la mujer. Y cuando nace se produce ese milagro sagrado de comenzar una vida con todas sus connotaciones. La familia vibra, se emociona, está feliz, la madre bendice a ese hijo y promete, ante ella misma, amarlo y criarlo y así desde ese instante comienza a darle “la teta” y a refugiarlo en sus brazos. Una madre sabe por qué llora su hijo, sabe cuando se enferma, intuye sus pensamientos, alivia sus penas, es como una brújula. Durante el crecimiento ella es su constante, celebra todo el bagaje de las experiencias muy a su lado. Apuesta todo por el hijo, no importan desvelos, sufrimientos, renuncias, lo único que ella desea es verlo sano, feliz, fuerte.
Y pasan los años y la madre está ahí, incólume, a su lado. Es tan natural su presencia que a veces no valoran, algunos hijos, tanta entrega, tanto amor, tanta grandeza. Ella es quien piensa en todo, quien organiza todo, quien nutre de emociones al alma que se refugia en ese cuerpo, que va cambiando mientras crece y ella sabe qué necesita su hijo hasta cuando suspira, saborea su risa, mitiga su dolor. Grita a los cuatro vientos esa felicidad sagrada de ser Madre.
Y el destino acompaña a esa madre que a veces tiene que soslayar la crueldad de lo impredecible, lo fortuito, lo fatal, pero ella, sólo ella puede resistir con esa fuerza que posee, aun en ese dolor inconmensurable, sabe que ese hijo, ausente, la acompañará hasta el final de sus días.
La identidad de la mujer es algo como un milagro hecho realidad porque absolutamente todos los roles que desempeña sólo ella puede realizarlos porque al tiempo lo hace elástico, al sueño lo vence, al cansancio lo borra, al trabajo lo dignifica, además de ser hija, hermana, esposa, madre y ama de casa.
Todo esto que identifica a la mujer como algo natural no es gratificante ni reconocido en muchos países, aún en la actualidad, increíble pero real y siempre me pregunto ¿Son tan ciegos aquellos que todavía creen que es sólo un complemento que lo usan como se les antoja, que la denigran, abusan de su condición de mujer? NO se puede creer que los hombres de esos países se olviden que tuvieron o tienen una Madre que dio a luz, que los cuidó y los educó desde que salieron de su vientre.
Lamentablemente, hay casos en que la mujer no sólo es discriminada sino además golpeada, humillada y sentenciada, es como si fuera el reservorio de golpes de iras ajenas y eso es doloroso para la familia, es una pesadilla constante en la que están involucrados emocionalmente los hijos y así se va desmoronando el hogar. En muchos casos su autoestima se destruye y se convierte en victima de situaciones de violencia y no sabe como actuar, se enferma y acepta los golpes y perdona esperando que se cumplan las promesas, lo que no ocurrirá más. Qué tristeza, impotencia, dolor, injusticia que esto todavía ocurra en el siglo veintiuno en donde los avances tecnológicos y científicos cada día nos asombran más, pero las conductas humanas en vez de mejorar, empeoran. Cada mujer debe valorarse y darse cuenta de que nadie puede atentar contra su vida, que si se queda sola por defenderse no es imposible seguir adelante, las cargas se arreglan en el camino, si fueron capaces de resistir a la violencia seguramente serán capaces de luchar para emprender una vida sin golpes, con nuevas esperanzas, sin amenazas. Todas las heridas se curan cuando uno se propone cicatrizarlas, la piel del cuerpo y el desaliento del alma se recuperan, lo importante es saber que la vida pasa por ser única.
Creo que la identidad de la mujer debe ser defendida mundialmente y de alguna manera intentar que su valor genuino sea reconocido a nivel universal, y en aquellos países en que todavía no son reconocidas como merecen se debería llamar a una reflexión a nivel internacional y sumarnos todas, absolutamente todas las mujeres para que de una vez ocupe el lugar que desde su origen le correspondió.
La Mujer es el lenguaje universal hecho carne.