¿Por qué idealizamos? ¿Por qué idealizamos?
Es perfectamente normal idealizar a una persona. Todos lo hacemos en algún momento de nuestra vida con la gente que admiramos. ¿Qué significa idealizar? Exagerar una determinada característica humana (una virtud). Pero la idealización normal puede convertirse en patológica. ¿Cuándo? Cuando la idealización se traslada a toda la vida de la persona admirada.
Veamos un ejemplo…
Yo admiro a un cantante porque pienso que es el mejor en su manera de interpretar las canciones pero también digo que es el mejor padre, esposo, amigo, ciudadano, etc. De ese modo, estoy exagerando su vida entera y creyendo que es alguien extraordinario, casi perfecto. En realidad, allí existe una “percepción distorsionada” de la realidad.
Idealizar a una persona en una única área es positivo porque nos brinda motivación. Pero idealizarla en todos los aspectos de su vida hace que se transforme en un ídolo. Y, aún más, sentir que él o ella llena nuestra vida es caer en el fanatismo.
¿Por qué idealizamos?
Todos, sin excepción, compartimos la necesidad de construir nuestra identidad, es decir, saber quiénes somos y hacia dónde vamos en la vida. Los años adolescentes son tan turbulentos justamente por la búsqueda de la identidad propia. Entonces podríamos decir que la idealización patológica, o idolatría, es una actitud adolescente.
Idealizamos porque no sabemos quiénes somos, porque sentimos que nos falta algo.
Este es el motivo por el que a veces juzgamos a los demás. Cuando no reconocemos lo que nos falta, vamos detrás de un factor de distracción. Posamos la mirada en el otro, admirándolo desmedidamente o criticándolo, para no ver lo que debemos hallar para construir nuestra identidad. En cambio, aquel que ha construido su propia identidad y tiene su proyecto de vida, es alguien seguro de sí mismo que no se dedica a mirar a los demás.
Esto nos permite entender la idealización que se torna fanatismo de deportistas o equipos de fútbol, artistas del espectáculo, políticos y todo aquel que sea una figura pública. “¡Es lo más grande que hay! ¡No hay nadie como él o ella!”, son las frases típicas del fanático cuya vida gira en torno a su ídolo o su ídola. El fanatismo alcanza toda la vida de la persona que idealiza y tiene lugar de lunes a lunes.
Este tipo de idealización es tal vez un camino fácil ya que nos ahorra el esfuerzo de preguntarnos y respondernos: “¿Quién soy? ¿Qué quiero para mí? ¿Hacia dónde va mi vida?”. Es un modo de seguir siendo un eterno adolescente que carece de identidad y siente que su vida está vacía.
Además brinda un grupo de pertenencia o contención. Un fanático es alguien profundamente emocional que da una explicación racional que fundamenta aquello que cree. Esa es la razón por la que todo lo percibe como una agresión no siendo capaz de hablar con calma. Idolatrar le brinda certezas y lo ayuda a visualizar su mañana con certidumbre.
Para evitar caer en esto, necesitamos conocernos y amarnos lo suficiente como para sentirnos merecedores de nuestro propio proyecto de vida, es decir, ser gente empoderada.