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EL LIBERAL . Santiago

Día de San José Obrero. El valor de las pequeñas cosas

29/04/2019 22:59 Santiago
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Día de San José Obrero. El valor de las pequeñas cosas Día de San José Obrero. El valor de las pequeñas cosas

Cuando festejamos

el “Día del Trabajador”

pensamos en

comida, bebida,

baile. Todo eso está perfecto;

pero lo bueno sería que

festejara “el que trabaja”,

en lo que sea: todo trabajo

es digno y merece retribución

justa y reconocimiento

de los demás. Pero… con

la mano en el corazón, hay

varios que festejan ese día y

perciben retribuciones que

a veces son ignominiosas

dádivas que hacen cambiar

la cultura del trabajo por el

clientelismo.

En ese marco, ¿qué papel

juega San José? De mil

trabajadores ¿habrá alguno

que le dedique un minuto

de meditación? ¿por

qué “obrero”? Simplemente

porque lo fue. Trabajó

como carpintero y le enseñó

el oficio a su hijo, que en

el humilde Nazareth trabajaban

tan sencilla y pacientemente

que los “Doctores

de la Ley” llegaron a dudar

de la divinidad de Jesús

al preguntarse: “Pero éste

¿no era el hijo del carpintero?”

Sí, Jesús fue el Hijo

del Padre venido al mundo

en un humilde hogar y durante

casi treinta años vivió

en familia, con su papá José,

con su mamá María. De

los tres, el que menos “rating”

tenía era José. ¡Qué

pena! Es tan lindo descubrir

el valor de las pequeñas

(grandes) cosas. ¿Qué

hombre se “bancaría” saber

que su novia estaba embarazada

y en lugar de repudiarla

se desposa, la cuida,

la protege, la reconoce

“Madre de Dios”? Su fe es

ejemplar: cree en “la obra y

gracia del Espíritu Santo”.

Camina por arenosas y desérticas

zonas para llegar,

con María a Belén. Los cuida

en el humilde pesebre y

ante la amenaza contra los

bebés no duda y marcha

(no en avión, ni en tren bala,

ni siquiera en el burrito,

que era para María y su bebé),

y los protege en Egipto

hasta que, pasado el peligro

regresa con ellos y se instala

en Nazareth, formando

una familia ejemplar, “ícono

de la Trinidad”: Dios Padre,

Hijo, Espíritu Santo y

constituye el eje humilde

y silencioso de la Sagrada

Familia: Jesús, José, María.

Juntos los tres se presentan

en el Templo con la

más humilde ofrenda: un

par de tórtolas. Y el anciano

Simeón reconoce su “divina

humanidad”. ¡Cómo

se habrá sentido, como papá!

Cuando el “mocoso” de

12 años se separa de los peregrinos

y luego de días de

afligida búsqueda, lo encuentran

en el Templo, mano

a mano con los Doctores

de la Ley, y en lugar de pedir

perdón o tranquilizar a

sus padres, les dice “¿no sabían

que debía ocuparme

de las cosas de mi padre?”

¡Pobre José! Siempre en segundo

plano, siempre obediente

a la voz del Señor.

Espera en silencio el cambio

de actitud de Jesús y felices

y contentos siguen trabajando

en el taller de Nazareth.

Seguramente nuestros

nietos, expertos en computación

y en técnicas del

futuro, dirán: Otra vez la

abuela y sus cuentitos de

otra época. Si logramos

“rescatar” un nieto de la vorágine

fría de la tecnología

(que es valiosísima, si es

bien usada), les habremos

inculcado la primera lección:

“Ganarás el pan con el

sudor de tu frente”.

Todo trabajo es digno,

merece retribución y eso lo

aprendimos de hace siglos,

cuando el “calladito” José

(no hay en la Biblia una palabra

pronunciada por él),

no sabemos cuándo ni cómo

vivió y murió. Sólo que

al pie de la Cruz ya no estaba;

pero estuvo seguramente

en toda la vida del

Hijo del Hombre, con la

permanente lección de María,

con la humilde enseñanza

de José.

Me encanta pensar en

los “seres plurales”. Llamo

así a los amigos que disfrutan

de sus matrimonios,

nada hacen sin ponerse de

acuerdo con el otro, trabajan

juntos y me apasiona

ver a los amigos que pasados

los 70 siguen trabajando,

ayudándose, conformando

una nueva Nazareth.

Doy gracias a Dios que

inspiró a mis abuelos polacos

y le pusieron el nombre

de José a mi papá, el Prof.

Kobylañski quien, para no

ser menos, me llamó Lucía

Josefina y a mi hermano

José Ramón. Tampoco fuimos

menos nosotros y llamamos

Pedro José al hijo

mayor; José Daniel al mayor

de mi hermano; Eduardo

José al mayor de mi hermana

y… sigue la historia

con la nueva generación:

Matías José Kobylañski.

Esto no es publicidad familiar,

es devoción no recitada

sino vivida e imitada.

José trabajaba en su carpintería,

nosotros trataremos

de hacer lo mismo.

Es la única forma de celebrar

con merecida dignidad

el 1° de mayo. ¡Feliz

día para todos los trabajadores!

Y que San José nos

siga “empujando” hasta el

fin.

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