El que sirve a los demás es el más grande El que sirve a los demás es el más grande
Mientras caminaba
por Galilea, Jesús anuncia
su pasión a los discípulos.
Habla de una “entrega”
a los hombres, es
decir, Dios mismo entregará
a su elegido al poder
cruel de los hombres. La
muerte del Justo pone en
evidencia la maldad del
ser humano, pero al mismo
tiempo la acción de
Dios que lo entrega. Su
muerte es parte del plan
de Salvación de Dios. Los
discípulos carecen de inteligencia
para comprender
el significado del
anuncio porque temen
sufrir como el maestro.
Por eso, Jesús: “no quería
que nadie lo supiera”,
porque no acepta que alguien
pretenda apartarlo
de la Cruz.
En el camino a Jerusalén,
a “su pasión”, Jesús
observa que sus discípulos
discuten. Al llegar
a Cafarnaún, les pregunta:
“¿De qué discutían
por el camino?.
Ellos se quedaron callados
porque venían discutiendo
acerca de cuál era
el más grande entre ellos.
Jesús pone fin a la discusión
y plantea un principio
de mística y de convivencia
eclesial para todos
los tiempos: “si uno quiere
ser el primero, sea el
último de todos, y el servidor
de todos”.
Para ejemplificar el
principio, Jesús llama
a un niño, lo coloca en
medio de los discípulos,
lo abraza y les dice: “el
que reciba a un niño como
este en mi nombre,
a mí me recibe; y el que
me reciba a mí, recibe a
Aquel que me ha enviado”.
El niño representa a
los pequeños, a los marginados
y excluidos de la
sociedad. Por eso, el que
los recibe, ama y sirve a
éstos, recibe a Jesús que
con ellos se identifica y al
Padre Dios que ha enviado
a su Hijo para instaurar
su reinado.
Conclusión
En nuestra sociedad
actual, ser grande está
asociado a fama, dinero,
poder, y éxito mundano.
La mayoría de las personas
admira a deportistas
y cantantes famosos, dirigentes
políticos con poder,
personas con dinero
que lo muestran impúdicamente,
y quisieran ser
como ellos, porque creen
que de esta manera tienen
asegurada la vida y
serán felices.
Igualmente, los discípulos
en la Iglesia, no
siempre están dispuestos
a aceptar al Crucificado,
y mucho menos, que
el seguimiento implique
renuncia de la propia vida.
Por eso, a veces, en la
comunidad se disputan
puestos de “poder” porque
creen equivocadamente
que ser “grande”
significa ocupar ciertos
lugares de prestigio religioso
o social. Para Jesús,
contrariamente, el
más grande, es aquel que
se hace servidor de los
“pequeños”, de los despreciados
de este mundo.
La verdadera felicidad
está en compartir la
vida con los pobres, con
los que el mundo desprecia,
lavarles los pies, aliviarles
el dolor, ayudarlos
a encontrar razones
de esperanza.
Ser fiel a Jesús será
entonces amar y servir
a los pequeños
con los cuáles
se identifica
el Señor.
¡El que
tenga oídos,
que oiga!