Un alentador cambio de mirada que busca cuidar el monte Un alentador cambio de mirada que busca cuidar el monte
La producción apícola representa
mucho más de lo
que podría pensarse sin conocer
demasiado la actividad.
Por ejemplo, además de
permitir el trabajo de familias
completas, es un importante
agente que permite la
protección del monte y la recuperación
de algunas de sus
especies.
Hasta unos 10 kilómetros
antes de llegar a este lugar
desde Loreto, el paisaje está
dominado exclusivamente
por pencas y arbustos. No
hay árboles.
Pero en Campo
Amor hay muchos ejemplares
jóvenes de quebrachos,
breas, itines y otras especies.
Sus pobladores saben que
es una localidad ideal para la
explotación de la apicultura,
y explican que “aquí no se
puede hacer mucho, salvo sacar
leña o quemar carbón”,
ambas actividades productivas
que diezman los recursos
con que la naturaleza los
dotó.
La tierra salobre les
impide hacer agricultura
y los priva de agua
subterránea apta para consumo
humano y de sus animales.
En parte por eso, y porque
es una herencia familiar,
se dedicaron a especializarse
en la apicultura. Primero fue
en la escuela primaria del paraje,
luego en el Agrupamiento
Secundario 86.145, con
orientación en producción
agropecuaria.
Desde niños, los Villa y
los Farías, por ejemplo, vieron
a sus padres aprovechar
la miel de las abejas. Pero llegó
un momento, cuando crecieron
sus hijos de encarar la
producción en forma sistemática.
Primero vendían casa por
casa la miel fraccionada, en
Loreto principalmente, recuerda
Javier Farías.
“Yo
no descarto la venta puerta
a puerta en la ciudad, pero
ahora vendemos toda nuestra
producción a la Cooperativa
Coopsol. Algunos nomás
tienen de más y venden así”.
Hernán y Víctor Villa
comparan: “Con el carbón
o el adobe, para hacer
$12.000 hay que trabajar dos
meses, pero con las abejas
para esa misma plata trabajamos
dos semanas”.
“Nosotros hacíamos trabajo
de carbón, de obraje, pero
ya queremos cambiar, cuidar
los árboles.
Ahora la idea
sería no voltear más árboles”,
relatan.
Como todavía no pueden
depender sólo de la miel, siguen
árboles, pero con otra
mirada: “Ahora busco las
plantas más viejas, las que
no sirven mucho para la miel.
Cuidamos el monte”.
Javier Farías, con el mismo
espíritu, plantó un tunal
en sus tierras para favorecer
la apicultura y ayudar a recuperar
el monte.
“Esas maderas que ni para
cajón servían ahora las vemos
de otra manera, porque
sus flores nos dan miel”, describen
acerca de una alentadora
manera de mirar el
monte, con cuya muerte le
dio de comer, pero que si lo
cuidan seguramente los hará
progresar.