Unasur, ¿una herramienta estratégica o un espacio vaciado de consensos? Unasur, ¿una herramienta estratégica o un espacio vaciado de consensos?
En abril de 2017, nuestro país asumió la Presidencia
Pro Témpore de la Unión de Naciones Sudamericanas
(Unasur), y surgió una gran inquietud entre los
Jefes de Estado y cancilleres sobre que iba a suceder
con la Secretaría General del organismo, lugar
que, desde el nacimiento de este ha implicado gran visibilidad
continental, e importantes desafíos.
Aunque nacido con las urgencias de las crisis, en unos
pocos años Unasur ha logrado un importante papel en la
definición de agendas y prioridades de seguridad y defensa,
y ha desarrollado una activa cooperación sectorial en
este campo. Desde el Consejo de Defensa Sudamericano
(CDS) han surgido actividades para establecer una metodología
común que facilitara y homogeneizara el reporte de
los gastos y activos de defensa, como también, la preparación
de un borrador de Protocolo de Cooperación en Paz y
Seguridad. A su vez, se han puesto en práctica importantes
iniciativas de cooperación en la industria de defensa e
incluso, se han aprobado decisiones que pretenden impulsar
la creación de una Agencia Espacial de Sudamérica, la
puesta en marcha de una Escuela Sudamericana de Defensa
(ESUDE), entre otras cuestiones.
A su vez, las visiones de seguridad y defensa en Unasur
pretendían mantener un esquema cooperativo entre
los estados miembros; como así también los principios de
gobierno civil y control democrático que se asentaron en
la región tras las dictaduras militares. Asimismo, se comprueba
cómo se ha impuesto una diferenciación entre los
ámbitos de defensa y seguridad(pública),respaldada por
países como la Argentina, frente a planteamientos que, en
parte debido a condicionamientos internos, plantean una
visión que une, y también difumina ambas categorías, como
es el caso de Colombia. Estas posiciones, tienen importantes
implicaciones en el papel que juegan las Fuerzas Armadas
(FF.AA.) y su ámbito de actuación, así como en clave
de fortalecimiento institucional y de respeto de los derechos
humanos (Alda, 2012).
Para entender la ambivalente y a veces contradictoria
actuación de los países de la región en cuanto a esa
agenda no tradicional de seguridad, y la lentitud y menor
compromiso con el proceso de creación de instituciones,
definición e implementación de políticas, también
habría que aludir a los objetivos de autonomía regional
de Unasur y el CDS y en particular a la pretensión
de un buen número de países suramericanos de reducir
el papel de la OEA y el sistema interamericano, haciéndose
cargo —al menos a nivel formal— de los asuntos en
los cuales este organismo hemisférico se ha mostrado
más activo hasta al momento. Por ejemplo, Unasur ya
ha asumido el papel de gestión de crisis y de estabilización
regional tradicionalmente asumido en exclusiva por
la OEA, y ha empezado a abordar tareas como la observación
de elecciones a través del Consejo Electoral de
Unasur, que ya ha actuado en Ecuador, Paraguay o Venezuela.
Asimismo, Unasur fue importante en momentos determinantes
de los últimos años en América Latina. En 2008,
con una rápida reunión en Santiago de Chile, ayudó a disipar
los intentos de desestabilización que sufría Evo Morales
en Bolivia. Hizo lo propio en 2010, cuando Rafael Correa
enfrentó un intento de golpe de Estado, y en 2012 en Paraguay,
donde rechazó enfáticamente la caída del gobierno
de Lugo -a pesar de no poder lograr el objetivo de que éste
retorne al Palacio López, sede del Ejecutivo.
No obstante ello, se visualiza una dispar actuación de
los estados, la que se pone de manifiesto en la marcada
preferencia de un accionar individual en las agendas, foros
y organizaciones internacionales y globales y por la pluralidad
de opciones que se observa en la región en cuanto
a los vínculos fuera de la región. Las alianzas extra regionales
de los países pertenecientes al Alba-TCP, subordinadas
a visiones geopolíticas de matriz contra-hegemónica, y
basadas en nociones clásicas de los equilibrios de poder,
sumadas a las crisis políticas internas que atraviesan cada
país, en especial Venezuela serían uno de los elementos
dables de mencionar.
La llegada de la democracia, en 1983, significó para
nuestro país y su política exterior un cambio trascendente,
los años del presidente Alfonsín significaron un nuevo
posicionamiento en el mundo planteando los comienzos de
una política de unidad latinoamericana, que continúa hasta
nuestros días.
En virtud a ello, es que, como argentinos debemos esperar,
de que se abogue por una veloz resolución del nombre
-y el país- que ocupará la Secretaría General de la Unasur,
lo cual será clave para avanzar en una integración regional
más autónoma, ya que se trata de crear una realidad
tangible y fuerte que nos posibilite aprender de nuestro pasado
y de los errores cometidos y así avanzar hacia una
unión fraterna y definitiva.