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EL LIBERAL . Opinión

A 125 años de la Fundación de "El Liberal", no hay derecho a eludir la reflexión

Por Gisela Colombo - Escritora y Ensayista

05/11/2023 00:24 Opinión
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Por Gisela Colombo - Escritora y Ensayista

Hoy, a ciento veinticinco años de la Fundación de "El Liberal" no hay derecho a eludir la reflexión. 

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Es curioso cómo tanto las aguas de un río cuanto las vocaciones de los hombres van encontrando los cauces a medida que su dueño logra ir conociendo sus tendencias. Los extravíos son tan comunes como los aciertos, pero el olfato va afilándose cada vez más, mientras las potencialidades se vuelven habilidades certeras. 

Dentro de esas posibilidades del llamado a ser existe el destino de comunicador, que es como un sino ineludible como cualquier otra vocación. Una fuerza que inexplicablemente llama a quien sólo estará feliz rescatando del fuego a gente inocente, o al que goza del saber a la hora de restablecer la salud de un tercero. Pero la vocación de periodista es diferente. Mientras el bombero y el médico reciben la gratitud del auxiliado, el periodista rara vez conoce esa sensación. 

Sin embargo, no puede evitarlo. Alguien que nació con este sino, siente desde la edad más temprana el deseo de acaparar la atención por medio de la palabra. O más, por medio de las palabras que dicen una situación novedosa, que comunican hechos que se manifiestan de un momento a otro. Es el típico niño al que se le llama la atención por decir cosas que incomodan, que desnudan. Los preferidos de esos espíritus inquietos que ansían, más que ninguna otra cosa, ser quienes lleven las buenas nuevas, son los sucesos abruptos que ocurren inesperadamente. 

Como conviene con otras vocaciones, la plenitud encuentra la felicidad al ser portavoz de algo que conmueva. Desde la sorpresa, desde la conmoción o desde el mismo horror. Todo ser humano curioso se dejará seducir por la efectividad de un periodista avezado. Pero avezado significa, en este caso, en dominio de todas las aptitudes para informar, impresionar, sorprender, conmocionar o simple y llanamente, asustar. 

Hay un antecedente en esta afición. Se trata del mismo destino que los profetas. Al revisar las vidas miserables de aquellos a los que un dios particular les impuso esa labor es evidente que no es fácil vivir con eso. Esa vocación por quitar el velo sobre una verdad y difundirla a gran escala tiene un costo alto. Porque no todos tienen la fortuna de dedicarse, como Manuel Mujica Láinez en sus años mozos, a los eventos felices de la sociedad: casamientos, nacimientos, bautismos y celebraciones. En ocasiones un periodista habrá de actuar de modo tal que sus contemporáneo lo tilden de "agorero", "pájaro de mal agüero" y calificativos similares.Como portador de aquellas noticias que nadie quiere escuchar. 

Algo de locura hay en la consecución de ese llamado. No será novedad aquello de "matar al mensajero", tópico que puebla toda la cultura y tradición occidental. De hecho, aun los profetas de nuestras religiones principales pagan un precio por decir la verdad. El precio puede resultar ser lapidado, desacreditado, amenazado, o incluso, liquidado. Menos extremo en ocasiones, el comunicar novedades tiene consecuencias. Es que, aquello que es visible para quien comunica, muchas veces no se ha manifestado ante la mirada de los demás todavía. Ése es precisamente el desafío. Amén de la adrenalina que provoca el revelar la primicia el comunicador sufre un descrédito natural por parte de todos los que no quieren ver cuestionada su paz endeble y se niegan sistemáticamente a ver. Por ello, como el bombero, que se enfrenta a las llamas o el médico que intenta barrer a la muerte, el comunicador debe tener una virtud irrenunciable: la valentía.  

Lo que significa ser capaz de privilegiar la verdad ante la conveniencia, ante el amor de los demás y ante cualquier otra premisa.

Diría Platón que también los periodistas son herederos de la tarea del "tábano"?que para él era el filósofo que aguijoneaba al caballo impidiéndole el conformismo y la abulia. Pues vaya el homenaje a esta vocación tan noble como compleja que vienen cumpliendo hace 125 años quienes honran esta profesión diariamente en las páginas de El Liberal. 

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