Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Viceversa

Crónicas del lenguaje de mi familia

Por Belén Cianferoni.

06/04/2025 06:00 Viceversa
Escuchar:

Crónicas del lenguaje de mi familia Crónicas del lenguaje de mi familia

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO

Uno de mis primeros disparadores a la hora de escribir fue siempre la observación de la conducta de mi familia. Tanto mi mamá como mis hermanos se desglosan entre números y tienen ese idioma secreto entre ellos. Hablan matemáticas, y yo me siento perdida en ese planeta.

Una vez, mientras íbamos en el auto, se quedaron hablando tan rápido de ejercicios y proporciones que, entre tantos números, me sentí mareada. Casi sentía que no había piso, solo raíces cuadradas.

También te puede interesar:

Todos se desenvuelven en términos, fracciones, porcentajes, proporciones y un sinfín de expresiones que para mí son chino básico. Hablan un lenguaje que no es el mío y, sí, algunas veces me sentí sola.

Tenemos escondido en la sangre un idioma común entre nuestros ancestros y nosotros. Sólo es cuestión de conocernos y hablar. Recuerdo las charlas de mate de mi infancia: mi abuela comentaba, junto a sus hermanas y mi mamá, sobre mis escrituras en el diario íntimo —casi siempre eran sobre Sailor Moon y, aunque eran privadas, mi diario tenía mucho público—. Justificaban mis inicios en la escritura por los dotes de ciertos familiares.

—Es por la tía Irma, ella era así —decía mi mami.

Yo escuchaba y me preguntaba quién sería esa tía que no conocía, que no venía a las navidades, que no me traía helados para el postre, y de la que mi mamá hablaba tanto.

Pasó el tiempo, y el fantasma de Irma que rondaba toda mi vida poco a poco se apagó. Aprendí a conocerla de a poco. De chica no vi a mujeres escribir; siempre las vi trabajando. Pero el solo hecho de imaginarme a una persona tomarse un tiempito para unir letras —y no números— me parecía, sinceramente... cercano.

Cuando pensaba que todo estaba olvidado, me encontré, en la biblioteca de la casa de un tío, una foto: los integrantes de "La Brasa". En el medio de todos, estaba ella, mi tía Irma. Y volvió todo, de repente.

Tenía frente a mí a una mujer que se me asemejaba, con dudas tan profundas que se fueron demasiado pronto, y que no llegué a escuchar.

Irma Reynolds —su nombre completo— se fue muy joven, a los 30 años. Hace un par de años llegó a mis manos un libro que Bernardo Canal Feijóo editó en su honor. Ahora que la pude leer, que pude meterme en su universo, siento que Irma, querida, en verdad somos hermanas separadas por una marea de tiempo. Hablamos el mismo idioma: el de la poesía.

Gracias por haber escrito, a pesar de la enfermedad y de la contingencia.

Con el tiempo entendí que escribir era también una forma de encontrarme, de construir un refugio entre tanto cálculo. Mientras ellos resolvían ecuaciones, yo intentaba entender el caos del mundo con palabras. A falta de fórmulas exactas, mi hoja en blanco se volvía laboratorio, y cada texto, un experimento emocional. No necesitaba resolver nada, solo mirar, sentir, contar.

Quizás por eso nunca dejé de buscar a Irma en los rincones de mi casa, en las charlas interrumpidas, en los silencios familiares. A veces siento que me dictó algunos versos cuando me senté frente al cuaderno por primera vez. Otras veces creo que fui yo quien la inventó, como una excusa para justificar este deseo de escribir cuando nadie a mi alrededor entendía qué hacía una nena inventando mundos en lugar de memorizar tablas. Pero no, Irma existió. Y me dejó un puente, una herencia sin testamento, una contraseña secreta: escribir para resistir.

Lo que debes saber
Lo más leído hoy

Este sitio utiliza cookies para su funcionamiento. Al permanecer en el sitio usted consiente a su uso.