Luis Abel Guzmán mató a su amigo en una peluquería de Recoleta y ahora pasa sus días en la cáracel de Ezeiza.
Así vive en la cárcel el peluquero santiagueño que asesinó a su amigo en Buenos Aires Así vive en la cárcel el peluquero santiagueño que asesinó a su amigo en Buenos Aires
La vida tras los muros del Complejo Penitenciario de Ezeiza tomó un giro inesperado para Luis Abel Guzmán, el peluquero oriundo de Santiago del Estero cuyo nombre resuena en los medios nacionales tras el fatal incidente ocurrido en una peluquería de Recoleta, Buenos Aires.
Guzmán, ahora interno bajo la nomenclatura "LPU 438383", se encuentra alojado en el Módulo Residencial de Ingreso, Selección y Tránsito (MRIST), específicamente en un pabellón de celdas individuales destinado a procesados por delitos de similar gravedad. La rutina carcelaria, marcada por la ansiedad y una conducta aparentemente tranquila, contrasta fuertemente con la violencia del acto que lo llevó tras las rejas, según publicó este sábado el diario Infobae.
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El motivo detrás del crimen que conmocionó a la sociedad porteña se centra en una disputa laboral con tintes de intolerancia. Los celos profesionales y la prohibición del uso de formol, un químico nocivo utilizado para alisados capilares, fueron los detonantes de una escalada de tensión que culminó trágicamente con la muerte de su compañero Germán Medina.
A pesar de que el hecho de sangre tuvo lugar en Buenos Aires, la figura de Guzmán como un santiagueño inserto en un contexto ajeno añade una capa de complejidad a la narrativa. Sus compañeros de prisión en Ezeiza, aunque conocedores de su delito, mantienen una distancia respetuosa, quizás intuyendo la falta de una justificación racional para un acto tan extremo.
Una particularidad en la situación de este santiagueño en prisión es su adhesión voluntaria al régimen de "condenado voluntario". Esta decisión, inusual para alguien que aún no ha sido juzgado, revela una presunción de culpabilidad y una estrategia para acceder anticipadamente a posibles beneficios penitenciarios como salidas transitorias o un periodo de prueba. Esta elección subraya la aparente resignación de Guzmán ante un juicio que se anticipa como un mero trámite hacia una condena segura. Incluso su defensa legal no planteó la inimputabilidad, reforzando la idea de que el peluquero santiagueño es consciente de las consecuencias de sus actos.
En su búsqueda por sobrellevar la vida carcelaria, Guzmán, solicitó retomar sus estudios secundarios e incluso manifestó su interés en cursar carreras universitarias ofrecidas dentro del penal. Esta iniciativa podría representar una vía para la redención y la eventual reducción de su pena. En cuanto a su comportamiento, los informes penitenciarios revelan una dualidad: una evaluación de conducta con una calificación alta debido a su falta de conflictividad y una nota de "concepto" baja, influenciada inevitablemente por la gravedad y la naturaleza perversa del homicidio cometido. A pesar de mostrarse ansioso en ocasiones, no se le describe como agresivo y suele interactuar con un pequeño grupo de internos.
La pericia psicológica realizada a Guzmán antes del juicio oral descarta cualquier síntoma psicótico o descompensación, confirmando su plena conciencia de la situación procesal y su imputabilidad. Los profesionales de la salud mental concluyen que el santiagueño no presenta trastornos mentales mayores ni déficits cognitivos, destacando además su buena adaptación al entorno carcelario. Así, la historia de Luis Abel Guzmán, el peluquero santiagueño cuyo acto violento en Buenos Aires lo llevó a una celda en Ezeiza, se convierte en un crudo relato sobre las consecuencias de la ira, los celos y cómo la identidad de origen, aunque no explícita en los informes, moldea la percepción de un individuo inmerso en el sistema penitenciario.