Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Opinión

Hacia un nuevo empate institucional

Por Enrique Zuleta Puceiro. Analista Político. Especial para EL LIBERAL.

03/03/2025 06:00 Opinión
Escuchar:

Hacia un nuevo empate institucional Hacia un nuevo empate institucional

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO

La turbulenta apertura del 143º período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación parece haber reabierto en toda su profundidad la grieta que paraliza el desarrollo institucional del país. Resurge así, con más fuerza que nunca, la sensación de pesimismo que embarga a gran parte de la sociedad argentina. La idea de un nuevo empate institucional, reforzado por un blindaje de vetos contrapuestos entre gobierno y oposición nos devuelve, en efecto, el bloqueo que erosionó el gobierno anterior, sepultó toda salida consensuada entre las fuerzas políticas argentinas y precipitó el advenimiento del aún incierto experimento Milei.

Las expectativas favorables hacia el futuro, abiertas hasta ahora por el éxito incipiente de las políticas de estabilización, no parece haber sido suficiente para consolidar el equilibrio inestable que reina entre las fuerzas que componen el cada vez fragmentado escenario de la política argentina. Al cabo del aún más accidentado proceso de sesiones extraordinarias que se cerró la semana pasada, la sensación de parálisis ha ganado a todos los sectores. La gravísima crisis del criptogate generó incluso la idea de que un Milei despojado de sus dotes de gurú aceptaría finalmente pasar por la puerta grande, en lugar de seguir intentando atravesar a cabezazos el blindex de la realidad. La media sanción del proyecto de Ficha Limpia o la aprobación de algunas reformas penales de efecto más que dudoso en las condiciones actuales del sistema de justicia llevaron a algunos a relativizar la incapacidad de los operadores del oficialismo para anudar acuerdos de gobernabilidad.

También te puede interesar:

El discurso de apertura del año parlamentario parece habernos devuelto al peor de los escenarios. Más allá del registro previsible y ya algo gastado de iniciativas repetidas una y otra vez, mechadas con dosis previsibles de autoelogios y referencias hiperbólicas a algunos logros coyunturales de las políticas de ajuste, el gobierno prefirió redoblar la apuesta de la campaña permanente. Esto es, optó por provocar y descalificar a la oposición, remarcar sus diferencias de principio con algunos axiomas de la vulgata industrialista, repudiar una vez más a sus críticos y cerrar, una vez más y de modo terminante, todos los caminos para una eventual etapa de cooperación. 

La crítica del presidente golpeó con fuerza en algunos de los nervios más sensibles de la oposición. Volvió, así, a condenar toda forma de protección de la industria, descalificó como una falacia inaceptable el pretendido efecto multiplicador de la obra pública y fulminó la legitimidad de toda forma de Estado presente y vigilancia regulatoria de los mercados. Anunció así, que el corriente año será no solo el de una recuperación de la economía, sino incluso el año de la Reconstrucción de la Argentina.

Llegó incluso a anunciar, como un primer paso en este sendero, el acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Expresó así, en lo que fue tal vez el único anuncio económico tangible en su discurso, que es la oportunidad histórica que tenemos para entablar un acuerdo comercial con Estados Unidos. Objetivo para el que es necesario estar dispuestos a flexibilizar e incluso, llegado el caso, a salir del Mercosur. La afirmación no dejó de intrigar a quienes lo escuchaban, toda vez que casi simultáneamente el enviado especial de Donald Trump para América Latina, Mauricio Claver-Carone afirmó de modo terminante, al mismo tiempo: "Creo que el presidente Trump ha sido muy claro: no estamos buscando nuevos tratados de libre comercio, lo que queremos son tratados de comercios justos y equitativos, y en ese sentido quisiéramos trabajar con la Argentina".

El discurso presidencial alcanzó su clímax al golpear, sobre el final, el núcleo profundo de ideas y valores del sistemaparlamentario de frenos y contrapesos. Advirtió, amenazador, que "si este Congreso eligiera no acompañar de forma mayoritaria al gobierno nacional en esta propuesta que les extiendo, sepan que eso no detendrá el proceso de cambio que el pueblo argentino nos encomendó". Y remato con dureza creciente: "Lo vamos a hacer solos, lo vamos a hacer a nuestra manera, pero tarde o temprano lo vamos a hacer, librando la batalla que haya que librar en todos los frentes para lograrlo. Pelearemos en el Congreso de la Nación, pelearemos en las provincias y en los municipios, en la legislatura y los concejos deliberantes, daremos la batalla de visitante en los medios analógicos y lo haremos de local en las redes sociales, lo haremos en la calle si así lo demanda la historia. Y nunca, pero nunca nos rendiremos. Jamás nos vamos a rendir. Y aunque les cueste entenderlo y se resistan, vamos a hacer al Argentina grande nuevamente".

La puesta en escena de este escenario de confrontación a todo o nada fue cuidadosa y con rasgos de calculada espectacularidad. Se expresó desde temprano en la propia teatralización del evento, diseñado en el escenario nocturno característico en los actos de campaña de Javier Milei. Las imágenes de decenas de cámaras de la televisión pública proyectaron, en efecto, imágenes sobrecogedoras del Congreso y sus adyacencias, al estilo de los grandes actos de masas de la Alemania hitleriana. Recordaron en muchos sentidos la extraordinaria puesta en escena dirigida por Alan Parker de los funerales de Eva Perón, en la película de finales de los 90. Imágenes elaboradas al estilo del cine expresionista, con el recurso eficaz a la extraña guardia de granaderos, avanzando en la oscuridad, bajo una luz nocturna filtrada para resaltar los colores de la lluvia y la marcha de las camionetas de alta gama de la flota oficial. Más que una fiesta popular, parecía la imagen hipercontrolada de un funeral de Estado

Los enfrentamientos en el hemiciclo fueron más bien el efecto de provocaciones abiertas desde las barras contra una representación mínima de opositores presentes. La inexplicable ausencia de la mayoría de las figuras opositoras subrayó su desconcierto y falta de orientación. Favoreció incluso, de alguna manera el desparpajo y la insolencia de las barras en episodios extremos como fue la agresión al diputado Manes, que redobló a su vez la apuesta, en búsqueda de un instante efímero de atención por parte de una aburrida audiencia televisiva que en ningún caso supero los 17 puntos de rating, cuatro veces menos que el alcanzado hace un año en ocasión de la primera apertura de sesiones.    

Gobierno y oposición inician así un año político jalonado por seguras dificultades, en las que el diálogo y el acuerdo aparecen como imperativos difíciles de soslayar. El enfrentamiento electoral, diseminado en 24 escenarios y calendarios abiertos por la fragmentación del cronograma, difícilmente, logre polarizar a la sociedad argentina. Las opciones están abiertas y hasta es posible que la necesidad reabra una agenda como la que se generó en los debates sobre la Ley de Bases. 

Aun así, el gobierno prefirió redoblar la apuesta y desdeñar apoyos parlamentarios que seguramente desprecia y aborrece. Sin embargo, depende casi vitalmente de su capacidad de enhebrar acuerdos. Baste pensar en temas como el acuerdo con el FMI o la renovación de las facultades extraordinarias. Momentos en los que la capacidad del gobierno se medirá exclusivamente por su capacidad para desandar, a trancas y barrancas, el camino ensayado en la nueva apertura de sesiones parlamentarias.

Lo que debes saber
Lo más leído hoy