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El manifiesto de la rata

Por Alberto Tasso.

02/03/2025 06:00 Viceversa
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El manifiesto de la rata El manifiesto de la rata

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Hace pocos días se realizó al IX Congreso Animal del Planeta (Tierra, se entiende), que tuvo sedes simultáneas en distintos continentes. Sus organizadores/as me encargaron compilar las ponencias presentadas a la filial del Cono Sud con el propósito de editar un libro, tarea que inicié de inmediato. Encontré material de mucho interés y fui autorizado para difundirlo, con la condición de citar la fuente. Como primer caso transcribo la ponencia de la Rata.

Muy buenos días a todos y todas los participantes del Congreso y buenas noches para los que nos siguen por las redes en los lugares donde es de noche. Todas nuestras especies saben la diferencia entre el día y la noche, que unas usan para descansar y otras para trabajar, como es el caso de la nuestra. 

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Primero me presentaré como lo han hecho los y las colegas que me precedieron, según lo establecido por el artículo 3° del Reglamento del Congreso. Soy una rata, rodent mammal o mamiferus roedoris, hembra, mayor de edad, matriculada en el gremio Unión y Defensa Ratera fundado en 1896 en el barrio o república de la Boca, o sea en el puerto donde se acumulaban los ganados y las mieses que se cargaban en barcos para ir a lejanos países. Allí donde está el alimento, estamos las ratas. De ese modo muchos congéneres pudieron viajar a Europa y otros volver a veces en parejas con ratas de otros países. En mi árbol genealógico tengo anotado el ancestro: una supertatarabuela de Liverpool y una especie de tío segundo más remoto en Sanpierdarena, Génova. Somos diestras en bajar y subir por los cordajes que unen el buque a la costa. 

Sé algo de estas cosas porque entre los varios oficios que desempeñé me tocó ser rata de biblioteca, concretamente en la Sarmiento. Allí pude roer manuscritos y libros legendarios y otros no tanto que daban paz a mi hambre de comer y saber. Era semejante al de los humanos que visitaban la sala de lectura, algunos de los cuales fueron apodados con nuestro nombre, entre ellos un tal Canal Feijóo. Y hubo otro en Buenos Aires que se leyó toda la Biblioteca Nacional y después se quedó ciego, pero no por eso, fue un caso más de miopía temprana. Los humanos roen con los ojos, nosotras con los dientes. A mí también se me están desafilando.

Luego paso el tema de mi ponencia titulada Adflictio rat hic et nunc que se puede traducir como "El maltrato a la rata aquí y ahora", tema que creo conveniente para este congreso en el que analizamos el futuro de nuestra vida, nada menos que eso. Somos cientos de miles de millones pero nos están exterminando, se estima que no menos de mil especies desaparecen por semana. Un 22 % es atribuido a la disminución de la capacidad de adaptación 

El 78 % restante es producto de la intervención humana que nos destruye día a día. Resulta que el hombre, un recienvenido a nuestro mundo, ahora se ha enseñoreado de la tierra y somete nuestra vida a su reglamento. A unas prefiere para comer y explota como fuerza de trabajo, lo dijeron antes las colegas Vaca y Gallina que me precedieron en la palabra.

Pero voy a basarme en nuestro caso, que consiste en el usufructo de nuestro honroso nombre en forma denostativa para ejemplificar la conducta humana que ellos consideran irregular. Veamos el habla popular y lo que trasunta su argot. Hacerse la rata es faltar a la escuela, o sea desafiar la ley, incumplir el mandato social. Aunque la ausencia haya sido una experiencia maravillosa para el estudiante, dos amonestaciones y que no vuelva a suceder. Ratero o ratera designa al ladrón, de cualquier género que sea, pero siempre de condición media o baja. En las clases altas se usan otras metáforas que no entiendo, como especulación financiera o guante blanco.

Pero nosotras no robamos, simplemente tomamos de la rica naturaleza lo necesario para vivir. Nuestra especie desarrolló una temprana capacidad de reproducción, supervivencia y adaptación al ambiente. Comemos lo que al hombre le sobra o tira. Estamos también bajo la mesa de Epulón junto a los pobres, los desheredados, los marginados, los despreciados.

Entretanto el hombre, o sea la especie humana ¿cómo definirla nosotras cuando ella misma no ha logrado hacerlo? Pues sí, me atrevo a decir que es asesina, ya lo dijo la Lombriz cuando expuso acerca del daño que los agroquímicos provocan al mundo de los insectos. ¿Para qué hablar de los raticidas? 

Pero, qué cosa curiosa, así como nos matan nos usan, ya que desempeñamos un gran lugar en sus investigaciones científicas. Todos y todas hemos oído hablar de las ratas de laboratorio. Por alguna razón genética que no conozco, somos ideales para que prueben en nuestros cuerpos los efectos de las bacterias y sus antídotos, de los cuales surgen los fármacos que nutren los bolsillos de los laboratorios, 

Oh, las ratas y la ciencia. Me contaron que la Universidad de La Plata descolló en la carrera de medicina, y que a sus estudiantes los llamaban pincharratas, neologismo ya registrado en la historia del fútbol pero aún no admitido por el DRAE.

Pero ahora voy al tema del día. Se trata de un presidente que acostumbra a criticar a sus enemigos con nombres de animales. Además de ofender a nuestros hermanos Dinosaurios, Mandriles, Hormigas y Pulpos, no escatima sus vituperios hacia las ratas, a las cuales llamó inmundas considerando tales a sus opositores políticos.

Interpretando la palabra al pie de la letra, in-mundo significa estar en el mundo, condición que compartimos los seres vivos. Ahora bien, el funcionario antes citado lo dijo con tono despectivo, como sinónimo de repugnante o asqueroso. Así lo escuché en el video que me pasó mi asesora de prensa. 

No puedo sino pedir que conste en actas esta multiplicación de metáforas ofensivas, y a la vez se reclame a la ONU en la solicitud de justo trato, sin el cual no podremos convivir las especies que compartimos el planeta. 

Muchas gracias por su atención, y hasta el próximo congreso!

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