Por Carlos Frías
Doctrina social: pagar impuestos ¿a pesar del mal manejo público? Doctrina social: pagar impuestos ¿a pesar del mal manejo público?
Cierto que si ponemos todo en una balanza (corrupción, insuficiencia de servicios, nepotismo y mala gestión, entre otros), el fiel encontrará una degradación social; pero nadie puede negar que se trata de un problema generado por una dictadura de mayorías que así lo ha gestado con su decisión (postura activa) o con su indiferencia (postura pasiva). Pero la solución no está en la evasión fiscal, sino en la participación social; es decir:
- En la justa exigencia de eficiencia, justicia, transparencia y rendición de cuentas.
- En la denuncia de toda irregularidad ante las autoridades fiscales, de auditoría y judiciales.
- En la gestión de consultas ciudadanas, votaciones, plebiscitos y referéndums para revocar el mandato de servidores públicos ineficientes y/o corruptos; así como el nombramiento de mejores perfiles.
Obligaciones de la autoridad en relación a la hacienda pública
La Doctrina Social de la Iglesia es clara y contundente al señalar las obligaciones de las autoridades en relación a la hacienda pública. Deben:
- "Lograr una finanza pública capaz de ser instrumento de desarrollo y de solidaridad".
- Conseguir "una Hacienda pública justa, eficiente y eficaz"... que produzca "efectos virtuosos en la economía (al) favorecer el crecimiento de la ocupación, sostener las actividades empresariales y las iniciativas sin fines de lucro".
- Alcanzar "una hacienda pública (que) contribuya a acrecentar la credibilidad del Estado como garante de los sistemas de previsión y de protección social, destinados en modo particular a proteger a los más débiles".
(Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia CDSI, n. 355a).
Principios fundamentales en relación a las finanzas públicas
Los impuestos, así considerados y gestionados, son vitales para el desarrollo social. No está de más recordar que la dignidad y los derechos humanos fundamentales deben ser la medida de toda acción gubernamental. En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia abunda en los principios fundamentales de los ciudadanos y sus autoridades en relación a las finanzas públicas (Cf. CDSI, n. 355b):
- Es justo "el pago de impuestos como especificación del deber de solidaridad; racionalidad y equidad en la imposición de los tributos" (Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 30).
- Se debe tener "rigor e integridad en la administración y en el destino de los recursos públicos." (Cf. Pío XI, Carta enc. Divini Redemptoris, nn. 103-104).
- "En la redistribución de los recursos, las finanzas públicas deben seguir los principios de la solidaridad, de la igualdad, de la valoración de los talentos, y prestar gran atención al sostenimiento de las familias, destinando a tal fin una adecuada cantidad de recursos." (Cf. Pío XII, Radiomensaje por el 50º aniversario de la «Rerum novarum», n. 202; Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 49; Exh. ap. Familiaris consortio, 45).
Dios y el César
El pasaje evangélico de Mateo (22,15-21) sobre la pregunta que los Fariseos hacen a Jesús acerca del tributo al César orienta una respuesta inesperada de Jesús: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios" (v.21).
En ningún momento Jesús rechaza el tributo, sino que lo pone en su justa dimensión, promoviendo el dar al Estado lo que necesita para el cumplimiento de su función. Cabe hacer notar que Jesús no opone a Dios y al César, sino que distingue uno del otro. Al César, el tributo. Pero a Dios le corresponde nuestra vida entera. El denario tiene la imagen del César, señalando su propiedad; pero el hombre es imagen y semejanza de Dios, su creador, señalando así nuestra pertenencia a Él. El Papa Francisco lo expresa con sencillez y profundidad en este mensaje:
"En esta sentencia de Jesús no solo se encuentra el criterio para la distinción entre la esfera política y la religiosa, sino que de ella también emergen orientaciones claras para la misión de los creyentes de todos los tiempos, incluidos nosotros hoy. Pagar los impuestos es un deber de los ciudadanos, así como cumplir las leyes justas del Estado. Al mismo tiempo, es necesario afirmar la primacía de Dios en la vida humana y en la historia, respetando el derecho de Dios sobre todo lo que le pertenece".
(Mensaje en el rezo del Ángelus, Plaza de San Pedro, domingo 18 octubre 2020).
Nuestra obligación tributaria no está a discusión; antes bien, nos da la calidad moral para exigir a nuestras autoridades eficiencia y honestidad en su servicio público; y es camino de gracia en la moral social que nos compete y obliga al testimonio diario.