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Brigadier General José de San Martín

Por Jorge Augusto Cardoso.

25/02/2025 15:21 Opinión
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Brigadier General José de San Martín Brigadier General José de San Martín

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Hoy 25 de febrero se cumplen 247 años del nacimiento del más grande hacedor de la patria, Don José Francisco de San Martín y Matorras; Teniente Coronel del ejército español, Generalísimo y Mariscal del Perú, Capitán general de Chile y Brigadier General de la Confederación Argentina.

Autobiografía, según fragmento de la carta que remitiera al entonces presidente del Perú, Mariscal Ramón Castilla, en respuesta a otra de éste, que lo había invitado a pasar el resto de sus días en ese país, rodeado de amigos y gente que lo apreciaba. Así escribió nuestro prócer:

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Boulogne – Sur-Mer, 11 de Septiembre de 1848.

Yo serví en el ejército español, en la península, desde la edad de 13 a 34 años hasta el grado de Teniente Coronel de Caballería. En una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, también en Buenos Aires y otras partes, resolvimos regresar cada uno al país de nacimiento a fin de prestarles nuestro servicio en la lucha, pues calculamos, se habría de empeñar.

Llegué a Buenos Aires a principios de 1812, fui recibido por la junta gubernativa de aquella época; con uno de los vocales a favor y los dos restantes con una marcada desconfianza. Por otra parte, con muy pocas relaciones de familia en mi propio país y sin otro apoyo que mis buenos deseos de serles útil. Sufrí ese contraste con constancia, hasta que las circunstancias me pusieron en situación de disipar toda prevención, y así poder seguir sin trabas las vicisitudes de la guerra por la independencia.

En el período de diez años de mi carera pública, en diferentes mandos y Estados, la política que me propuse seguir fue invariable en sólo dos puntos, y la suerte y circunstancias, más que el cálculo, favorecieron mis miras, especialmente en la primera a saber: la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron en aquella época en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por espacio de nueve años. El segundo punto fue el de mirar, a todos los Estados Americanos en que las fuerzas a mi mando penetraron, como Estados hermanos interesados en un sano y mismo fin. Consecuente con este justísimo principio, mi primer paso era hacer declarar la independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegure.

He aquí, mi querido General, un corto análisis de mi vida pública seguida en América.

                                                                                        José de San Martín

En estas líneas, nuestro prócer sintetiza su trayectoria, a grandes rasgos y con singular modestia. Esta fue la vida ejemplar de uno de los hombres más extraordinarios de América y buena parte del mundo, por los enormes contornos de su figura moral, política y militar.

Desde los 13 años, y durante más de veinte, prestó servicios a la Madre Patria. En su defensa guerreó contra turcos, moros, portugueses, franceses e ingleses. Fue herido en varias oportunidades, la última en Bailén, primera gran derrota de las hasta entonces invencibles tropas napoleónicas en Europa y primera batalla ganada por los españoles durante la reconquista de la península. No por sus heridas, sino por su arrojo y lo acertado de sus resoluciones, fue condecorado y distinguido con medalla de oro. San Martín, con el grado de Capitán, fue quien condujo la vanguardia del ejército de Andalucía que destrozó la avanzada enemiga del General Dupont y la caballería del grueso que éste envió como auxilio.

En su modestia, de esa acción, de la que muchos otros se hubieran justamente ufanados, calla nuestro héroe en su carta.

Llegó al Río de la Plata; de la nada hizo un ejército, lo organizó, lo armó, lo instruyó al nivel de los mejores del mundo; educó a sus Oficiales y veló por su tropa. Cruzó los Andes, combatió y venció en Chile dándole su libertad; desde ahí embarcó su ejército para liberar también al Perú; hazaña realizada en cinco años en los que estuvo separado de su familia y de su Patria. Sólo ambicionó la libertad de América y, para alcanzarla, sacrificó todo cuanto tenía en aras de ese alto objetivo. Fue en vida glorificado y atacado, pero nada influyó para que modificara la línea que se había trazado y que siguió en forma inmutable, desconcertando con su templanza a propios y enemigos.

Nuestro prócer prefirió "envainar su corvo" antes que empeñarlo en la conquista de naciones o luchas fratricidas. Renunció a la gloria y al poder, con todo lo que ello representa. Así, ya en su retiro, estando en Bélgica, caminaba más de un kilómetro y medio para llegar al comedor al que estaba abonado, porque era el que se adecuaba a sus escasas posibilidades económicas.

En su auto exilio vivió casi en la indigencia. Los sueldos que debían enviarle Perú, Chile y Argentina no llegaban, y cuando lo hacían, era en forma muy diferida. El administrador de sus bienes en Argentina, una quinta en Mendoza y una casa en Buenos Aires, se declaró en bancarrota. La providencia salió en su ayuda a través del encuentro fortuito con un antiguo subordinado suyo que de militar había devenido en un muy rico hombre de negocios y banquero del rey de Francia, según se decía. Se trataba de Alejandro María Aguado, de quien San Martín había escuchado hablar, pero no relacionaba con su antiguo compañero de armas y amigo.

Enterado Aguado que San Martín estaba en Francia, fue a su encuentro. Los hombres se escudriñaron...; San Martín lo observó. Por su opulencia, dedujo de quién se trataba y dijo: "¿Así que tú eres el famoso banquero Aguado?" Éste corrió a abrazarlo expresando "Hombre, cuando alguien no puede llegar a ser el libertador de medio mundo, me parece que bien puede perdonársele que sea banquero".

Corría el año 1832; Aguado lo ayuda a comprar la residencia de Boulogne que se hallaba al otro lado del río Sena, opuesta a su castillo. Manda a construir un puente de hermosa arquitectura, sólo para hacer más rápido el camino desde su residencia a la de San Martín, puente que fue donado a la comunidad de París.

Diez años después, en 1842, Aguado fallece. Había testado nombrando a San Martín "tutor" de sus hijos menores, dejándole cierta fortuna. Así lo cuenta nuestro prócer en una carta que dirige al General peruano, de origen británico, Guillermo Miller: "Mi suerte se halla mejorada, y esta mejora es debido al amigo que acabo de perder, el Señor Aguado, el que, aún después de su muerte, ha querido demostrarme los sentimientos de sincera amistad que me profesaba, poniéndome a cubierto de la indigencia".

La posteridad, a quién San Martín confiaba el juicio de su vida y acciones, lo proclama, tal como lo expresara el historiador peruano Mariano Felipe Paz Soldán, "El más grande de los héroes, el más virtuoso de los hombres públicos, el más desinteresado patriota, el más humilde en su grandeza y a quién el Perú, Chile y Argentina le deben su vida y su ser político"

Yo pienso que los argentinos deberíamos vivir sintiendo y actuando como herederos de ese hombre, de su valiente trayectoria y su enorme esfuerzo. Nuestro deber es continuar con su glorioso emprendimiento cumpliendo bien y responsablemente nuestras cotidianas y ciudadanas actividades; contribuyendo así a "hacer la Patria", forjando cada día el porvenir de nuestros descendientes. Somos hoy su porvenir. Somos el porvenir de San Martín. Dijo Jorge Luis Borges: "Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso" .

                                                                      Jorge Augusto Cardoso

                                                                            DNI:7784561

                                                                      jinete@outlook.com

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