Por Juan C. Castiglione.
Giordano eterno Giordano eterno
En la Roma eterna, las piedras pulidas de la serpenteante Vía del Pellegrino llevan directamente al Palazzo della Cancellería, y metros más allá al célebre Campo de'Fiori. En esta plaza, la talla imperecedera de Jordanus Brunus Nolanus se alza entre decenas de puestos de flores, refrigerios y el aire aromatizado por las especias que los puesteros vocean, ante el bullicio de turistas que pugnan por recuerdos.
La efervescencia del mercado no puede sustraer el embrujo quepromueve la efigie de Giordano, místico y mártir de la filosofía. Su porte sobresaliente, la mirada penetrante bajo la capucha dominica y el primer plano del libro sostenido por una mano, revelan la férrea personalidad y la sed inagotable de conocimiento del erudito nacido en Nola, en 1548. El pie derecho sobresaliendo el pedestal anuncia su posición adelantada en relación a los coetáneos.
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El día 17 de febrero de 1600, abandonado al brazo secular, Bruno fue conducido por la fuerza, atado y desnudo para ser ejecutado en el campo de las flores, que ya había adquirido centralidad urbana y el abolengo de haber tenido el templo de Venus y el Teatro de Pompeyo, donde fue asesinado Julio César. Con la ingenuidad de silenciar sus ideas, se sujetó la lengua del filósofo a una tabla, y su persona fue condenada a ser disuelta sobre una pira alimentada por leños y por sus propias obras.
El pecado imperdonable de Giordano fue alzarse contra la identidad humana, al postular un mundo infinito y que Dios sea uno con la totalidad. También, asegurar que todo se mueve en el universo y que la Tierra es un ápice insignificante. Y decir que la variedad esconde la unidad, que los opuestos coinciden y que existe un alma única que la muerte no destruye. Demasiado para tiempos inmaduros.
La mentalidad arcaica exigía que la provocadora rebeldía fuese castigada con la aspereza de ocho años de paredes físicas que cercenen las alas del pensamiento. Como el encierro no fue suficiente para abatir su vigor, se le impuso la retractación, pero su espíritu era igualmente indócil. Lo más necio fue sentenciar que la persona y la obra del insolente sean desterrados del mundo (¿en verdad lo creían posible?).
Poco pudo la oscuridad de la celda para opacar el resplandor de Bruno. Proponer ideas novedosas, dar riendas sueltas a la libertad, defender la convicción en medio de la persecución, y afrontar con valentía la calamidad, son valores de indiscutible actualidad que ningún fuego puede abrasar. De hecho, no hay progreso alguno, ni es posible imaginar siquiera un mundo mejor sin que reverdezcan las potencias que florecieron en Giordano.
El lugar donde fue lacerado el Nolano acierta hoy a rendirle tributo diciendo "A Bruno, il secolo da lui divinato, qui, dove il rogo arse". En los campos de flores de la Urbs Aeterna ha brotado la flor magnífica de Giordano Bruno, que no agostará jamás. Legado inigualable para los tiempos venideros.