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La Batalla de Chacabuco y la decisiva intervención del baqueano Juan Estay

Por Clemente Di Lullo.

Clemente Di Lullo

Clemente Di Lullo

11/02/2025 13:55 Opinión
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Clemente Di Lullo. Historiador. Presidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Santiago del Estero – Capital.

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Dentro de las páginas de la historia sanmartiniana y de la gesta de la independencia de los pueblos de América del Sur que aquél comandara a principios del siglo XIX, la batalla de Chacabuco, librada el 12 de febrero de 1817, es considerada por la mayoría de los historiadores/as como una victoria patriota fundamental. La derrota del ejército realista comandado por Rafael Marotto sostienen que afirmó el plan continental, consolidó la estrategia militar dispuesta por San Martín, aumentó la voluntad patriótica de los integrantes del Ejército de los Andes y permitió la independencia de Chile, proclamada por San Martín y las autoridades chilenas el 12 de febrero de 1818.

Así como la batalla de San Lorenzo fue el bautismo de fuego de los granaderos a caballo, Chacabuco lo fue para el Ejército de los Andes.

Esto mérito militar asignado al triunfo de Chacabuco, se agiganta desde una mirada social. En efecto, desde este enfoque su simbolismo renueva grandeza porque es la culminación de dos largos años previos (1814 – 1816) en los que San Martín como Teniente Gobernador de Cuyo, exigió a todos sus pobladores los máximos esfuerzos, sacrificios, colaboración desinteresada. Se puede afirmar que fueron dos años donde la sociedad cuyana vivió un estado de militarización plena: el objetivo central de la misma fue entregar todo lo que tenían para garantizar la creación del Ejército de los Andes para que le faltara nada: hombres – soldados con entrenamiento adecuado para actuar en el campo de batalla, caballada, arneses y aperos, armamento, víveres, vestimenta, etc. 

San Martín concientizó de tal manera a la población cuyana que el Ejército de los Andes resultó un magnífico experimento de inclusión social pues él estuvo formado por civiles, gauchos, indígenas, esclavos libertos, mestizos y un elevado número de agregados voluntarios/as.

La mayor preocupación de San Martín era asegurar la travesía de los Andes con las menores pérdidas posibles. Así se lo confiesa a su amigo Tomas Guido en carta del 11 de junio de 1816: "lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes"

Lo que el Libertador de América del Sur llama montes son, en verdad, gigantescas cadenas montañosas, de hasta 5.000 metros de altura. Efectivamente el Ejército de los Andes debió atravesar, en el sentido de travesía, un conjunto de tres cordones de montañas por seis pasos diferentes. Esta hazaña sin parangón mundial en la historia militar universal fue completada en 22 días. San Martín estableció el campamento general en Curimón, en el valle del Aconcagua y allí esperó la llegada del resto de las columnas. 

Y al bajar a la cuesta lo esperaba el ejército enemigo.

San Martín nunca dudó en vencer a los realistas en Chacabuco. Era una preocupación menor.

La razón era la muy completa información que tenía como resultado del despliegue aceitado de un sistema de espionaje conocido como "guerra de zapa"

¿En qué consistía ésta?

En confundir a la oficialidad realista instalada en Chile, difundiendo datos falsos sobre la composición y marcha del ejército sanmartiniano, haciendo que reine la confusión entre ellos y orden marchas y contramarchas de sus hombres. Simultáneamente reunían información precisa y veraz sobre el ejército realista que hacían llegar con prontitud al campamento o cuartel general ubicado en Curimón.

Los historiadores chilenos, principalmente, han recuperado para la memoria colectiva algunos nombres de las personas que compusieron esta red: Manuel Rodríguez, Miguel Neira, Juan Pablo Ramírez y otros que actuaron bajo seudónimos.

Estos relatos históricos destacan el accionar del baqueano chileno, Juan Estay, nacido en Pocuro, al sur de Chile

Estay, oficia primero de baqueano en la columna dirigida por Gregorio de las Heras y luego de culminado el paso, se dirigió a Santiago de Chile, la capital. Lo hizo disfrazado de "roto" (vagabundo, andrajoso). Allí recogió información tan completa sobre el número de efectivos realistas, la disposición de armamento y la posibilidad de que se agregaran otras columnas con lo cual su número llegaría a 4000 hombres.

El día 11, Estay se entrevistó con San Martín en el campamento de Curimón, ubicado en el valle del Aconcagua. En el encuentro sorprende al Jefe Supremo del Ejército de los Andes que había tenido tan cerca a los realistas que hasta pudo notar la cara desanimada de los soldados. Así, el general patriota dió tal importancia a los datos provistos por Estay que tomó la decisión de adelantar la fecha del combate del 14 al 12 de febrero. Conmueve el acto de confianza dispensado por el jefe del Ejército de los Andes a la palabra de un simple y común arriero de tropas.

Este relato histórico tiene por destino el espíritu de todos los argentinos que habitan el suelo argentino en el presente. Recordarles que la inmortalidad de San Martín tiene como fuente los valores éticos y morales que orientaron toda su conducta. Para el caso de la batalla de Chacabuco baste con citar el parte que el día 14 eleva al gobernador de Cuyo, Toribio de Luzuriaga, donde dice "Gloríese el admirable Cuyo de ver conseguido el objeto de su sacrificio…" La nobleza y el recto sentido de la justicia determina que San Martín anteponga el mérito del pueblo cuyano, antes que el propio.

Respecto del arriero o baqueano Juan Estay, diría años más tarde que a este modesto hombre de campo "le tocaba una buena parte de la gloria de Chacabuco"

Es así, cada uno de nosotros podemos hacer Patria desde el lugar que nos toque.

 

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