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La pobreza escondida

Por Agustín Salvia.

La pobreza estructural en Argentina persiste Foto de archivo REUTERSAgustín Marcarian

La pobreza estructural en Argentina persiste. Foto de archivo. REUTERS/Agustín Marcarian

11/02/2025 13:19 Opinión
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Por Agustín Salvia para Infobae.

Durante el 3° trimestre del año, según estimaciones del ODSA basadas en los microdatos de la EPH-Indec, las tasas de pobreza e indigencia habrían caído significativamente a 38,3% y 9,2%, respectivamente; es decir, más de 16 puntos menos de pobreza y de 11 puntos de indigencia. Este descenso representa un alivio social frente a la crisis previa, aunque los datos han sorprendido tanto a propios como a extraños. Si bien los resultados estadísticos muestran una tendencia real, cabe relativizarlos. Hay razones para sostener que se está sobrestimando el nivel de caída de la pobreza en un contexto de cambios significativos en el sistema de precios y en la composición del gasto de las familias.

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En el marco del plan de devaluación, liberación de precios y ajuste de gastos aplicado por el actual Gobierno en el primer trimestre del año, la pobreza creció interanualmente de 38,7% a 54,9%; al mismo tiempo que la indigencia pasó de 8,9% a 20,3%. Sin embargo, con la desaceleración inflacionaria y lenta recuperación económica tuvo lugar un descenso significativo de estos índices; el cual parece haber continuado hasta ahora, aunque a un ritmo más lento. De todas maneras, cabe destacar que cuatro de cada 10 personas son pobres; y que, entre ellos, más de uno de cada 2 niños (53,4%) están en la misma situación, al mismo tiempo que más de uno de cada 10 sufre de pobreza extrema (13,4%).

Evolución trimestral de las tasas de pobreza e indigencia (en porcentaje de población). EPH-INDEC: 1° trimestre 2022 – 3° trimestre 2024

Evolución trimestral de las tasas de pobreza e indigencia (en porcentaje de población). EPH-INDEC: 1° trimestre 2022 – 3° trimestre 2024

Luego de un año de medidas de ajuste, el plan económico logró una significativa caída de la tasa de inflación, así como una lenta recuperación económica, aunque dispar según sectores. La evolución de los precios de las canastas que sirven de parámetro para medir la pobreza viene retrayéndose aún más que el índice general de precios. Asimismo, en un marco de férreo equilibrio fiscal, estabilización macroeconómica y lenta recuperación del crédito, también la economía real va dando señales de recuperación, aunque no así de expansión. En este contexto, tuvo lugar una relativa recuperación de las remuneraciones reales de los trabajadores privados formales a los niveles previos a noviembre de 2023. En igual sentido, aunque en menor medida, también tendieron a recuperarse los ingresos informales, haberes jubilatorios y los salarios del sector público, aunque siendo estos los más castigados por las políticas de ajuste.

Diferente es el caso de las transferencias por asignaciones sociales y los programas alimentarios, los cuales, debido a los aumentos decretados por el Gobierno a principio de año, aumentaron por sobre la inflación, compensando la caída que experimentaron los trabajos informales por reducción de la demanda de bienes y servicios en el mercado interno. Por último, cabe destacar una vuelta a los niveles de desocupación previos a crisis del ajuste como efecto de un aumento del empleo, aunque de tipo informal y más precario.

En este contexto, los niveles de pobreza e indigencia estadística del tercer trimestre de 2024 fueron similares a los del tercer trimestre de 2023; e, incluso, es de esperar que el promedio de semestral de 2024 esté por debajo del último semestre del año anterior. Sin embargo, contradictoriamente, los niveles de consumo masivo no parecen haber acompañado esta tendencia, al mismo tiempo que existe un piso estructural de 30-35% de pobreza crónica difícil de quebrar, si no es a través de más y mejores empleos, con mejores remuneraciones, especialmente para los trabajadores informales pobres. De hecho, cabe destacar que casi sin cambios, entre antes y después del peor momento del ajuste, casi el 50% de los ocupados tienen un trabajo precario y el 29% de los trabajadores son trabajadores pobres.

Pero ¿qué ocultan los valores alcanzados por el método de medición de pobreza por ingresos? En principio cabe observar una sobreestimación de la caída de la pobreza. Un aspecto crucial es que el aumento diferencial de los servicios públicos ha incrementado el peso de los gastos fijos por sobre los gastos variables de los hogares. De tal manera que las mejoras en el ingreso familiar real no implican necesariamente más y mejores consumos corrientes, ni mucho menos, posibilidades de que los hogares pobres puedan mejorar su capital humano y social.

Justamente, esto permite explicar por qué a similares niveles de pobreza e indigencia que hace un año atrás, según datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina, presentados recientemente por el ODSA, continuó aumentando la pobreza multidimensional, la inseguridad alimentaria, la imposibilidad de acceder a medicamentos o servicios de salud, los impagos de deudas o la imposibilidad de reparar la vivienda, entre otros indicadores de calidad de vida. Estos datos permiten inferir la acentuación de privaciones estructurales entre los hogares sometidos a la pobreza por ingresos.

Otro aspecto para destacar es que el actual regreso a cuando ya estábamos muy mal no es homogéneo al interior de la estructura social, ni tampoco al interior de la geografía urbana argentina, tanto en materia de pobreza como de indigencia. Lejos de reducirse, las desigualdades regionales siguen aumentando. Aunque con excepciones, los aglomerados urbanos con mayor pobreza estructural han sido donde, lejos de bajar, mayor fue el aumento de la indigencia o de la pobreza entre el 3T de 2023 y el de 2024.

En igual sentido, sucede con la estratificación social: la desigualdad socioeconómica estructural se refleja en inequidades, en las oportunidades de movilidad social. La dinámica económico-ocupacional tiende no sólo a reproducir, sino también a agravar las brechas de productividad, remuneraciones y bienestar. La insuficiente demanda de buenos empleos hace imposible que los sectores pobres y las medias bajas accedan a un mejor sendero de progreso social.

Diagnosticar correctamente el carácter estructural de la problemática social es condición necesaria para poder revertir la situación. El crecimiento económico, sin inclusión social, aunque incluso se logre bajar la pobreza por ingresos, no implica mayor desarrollo humano, ni igualdad de oportunidades, ni progreso social.

Los elevados niveles de privaciones estructurales se explican por desequilibrios generados por distintos proyectos políticos que pretendieron ser hegemónicos. Nada que merezca ser reivindicado ni recuperado. Ni tampoco nada, al menos por ahora, que pueda ser imputado al actual Gobierno; pero que si al menos cabe que este nuevo oficialismo aprenda de la historia. Un presente en donde todavía uno de cada tres ciudadanos está privado de derechos sociales elementales impone para su superación un innovador diálogo político y social que permita proyectar políticas de Estado sostenibles.

El autor es titular del Observatorio de la Deuda Social Argentina, ODSA-UCA. FCS/UBA-CONICET

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