Por el Cardenal Vicente Bokalic. Arzobispo de Santiago del Estero.
Una fecha y acontecimiento que no podemos olvidar Una fecha y acontecimiento que no podemos olvidar
Queridos hermanas y hermanos:
Con inmenso gozo hacemos memoria de aquel día en la Basílica de San Pedro, cuando el Papa Francisco proclamó el decreto de canonización de María Antonia de San José y se desplegó el retrato de la nueva santa en una de las columnas principales de la Basílica.
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Cuanta alegría, cuanta admiración, gratitud, emoción y muchos sentimientos más al participar de esta magna celebración que quedará en la memoria de toda la Iglesia y en particular de nuestro Santiago querido. Más aún, este regalo de Dios, permanecerá en la memoria de toda Iglesia, pues María Antonia de San José, ya no sólo es de Santiago, sino que nuestra Mama Antula, es universal.
Es más, su vida y su misión trasciende los límites de la Iglesia. Su misión reflejaba su caridad para la santificación del prójimo y para la salvación de las almas. Deseaba llenar de amor de Dios los corazones para transformar la sociedad de aquel momento según el Evangelio, misión que sigue inspirando y motivando en estos tiempos nuevos, tan distintos de aquellos.
Han pasado más de doscientos años y su ejemplo continúa dando luz, atrayendo e impulsando a vivir hoy lo que ella vivió con pasión en su tiempo. Prueba de ello es la extensión de conocimiento y devoción de santa Mama Antula en muchas comunidades eclesiales de nuestra Patria. Es una inmensa alegría verla reflejada en una imagen, un cuadro o simplemente una estampita en lugares muy lejanos de Santiago. María Antonia de San José se va metiendo en el corazón de nuestro pueblo creyente y cristiano.
Amada por mayores y jóvenes, su vida despierta interés en muchísimos ámbitos, eclesiales y civiles. Podríamos hacer referencia en este aspecto como ejemplo que, por iniciativa de la Pastoral Misionera, la cual elevó oportunamente una solicitud a la Santa Sede, Mama Antula ha sido nombrada mediante decreto del Dicasterio del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Patrona Argentina de las Misiones. Por otro lado, la misma Universidad Nacional de Santiago del Estero, el 28 de septiembre del 2023, la declaró Doctora honoris Causa, por su aporte a la literatura y cultura de la época. En este sentido, son cada vez más los ámbitos que buscan conocerla para adoptarla como patrona, inspiradora, modelo de discípula misionera de Jesús.
Como señalamos anteriormente, la obra de esta extraordinaria mujer, "celosa misionera al servicio del Evangelio" trascendió el ámbito eclesial. Desde su condición de mujer laica, conocedora de la espiritualidad ignaciana, llamando a la conversión y ofreciendo los Ejercicios Espirituales, convirtió a muchos ciudadanos en levadura de una sociedad más justa, más humana, más fraterna. Su vida y su inmensa obra son pruebas evidentes de que el Evangelio de Jesús "humaniza y transforma las personas y la sociedad" para vivir con dignidad su ser de creatura e hijos de Dios.
Esto nos llama e interpela a fin de saber y comprender su vida, el contexto histórico de aquel entonces, su valentía frente a las diversas adversidades, su amor a Dios y al pueblo, su incansable caminar en nuestra Patria. La experiencia del amor de Dios la impulsaba a salir, buscar, invitar, acompañar, crear ambientes en los que se sientan acogidos todos, con preferencia especial por los pobres.
Los Ejercicios Espirituales eran el ámbito donde se conocía y experimentaba el amor de Dios: que ama a todos, sin excepción. Eran espacios de oración, de silencio, de escucha, de conversión y transformación de vidas. Lugares de encuentro con el Dios de la Vida y con los hermanos. Pasaron miles y miles de personas por los encuentros: hombres y mujeres de toda condición social.
A Mama Antula solo le animaba hacer conocer el amor de Dios. Quería llegar hasta el fin del mundo para dar a conocer este amor, tantas veces desconocido y muchas veces negado. Hoy diríamos que su "pasión por la Misión evangelizadora animaba todos sus días, sus sueños, iniciativas y realizaciones, sus proyectos, su existir en condiciones nada propicias para tamaña empresa. En su encuentro personal con el Señor, en la oración continua y perseverante, encontraba la fortaleza frente a tantos obstáculos por todas partes, con autoridades civiles-políticas, como así también eclesiásticas.
Así son los santos de todas las épocas: sus testimonios iluminan y se actualizan en distintas épocas y situaciones históricas. Cada santo es un regalo de Dios para su tiempo: en la Iglesia y en la sociedad. El que suscita la santidad es Dios -porque Él es Santo- y participa de la santidad a sus hijos. La santidad es obra de Dios, pero debe contar con la colaboración humana. No se impone, se propone en la común vocación a la santidad de todos los cristianos.
Esa memorable mañana, del 11 febrero, en la celebración eucarística en Roma, el Papa
Francisco, comentando el Evangelio (cf. Mc 1,40-45) que se refería a un enfermo de lepra y que Jesús tocó y sanó, concluyó su homilía haciendo referencia a la nueva Santa para toda la Iglesia: "Hermanos y hermanas, Dios nos ama así, y si nos dejamos tocar por Él, también nosotros, con la fuerza de su Espíritu, podremos convertirnos en testigos del amor que salva. Lo enseñó santa María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como "Mama Antula".
"Tocada" por Jesús, gracias a los Ejercicios Espirituales, en un contexto marcado por la miseria material y moral, se desgastó en primera persona, en medio de mil dificultades, para que muchos otros pudieran vivir su misma experiencia.
De esta manera involucró a un sinfín de personas y fundó obras que perduran hasta nuestros días. Pacífica de corazón, iba "armada" con una gran cruz de madera, una imagen de la Dolorosa y un pequeño crucifijo al cuello que llevaba prendida una imagen del Niño Jesús. Lo llamaba "Manuelito", el "pequeño Dios con nosotros". "Tocada" y "sanada" por el "pequeño Dios de los pequeños", al que anunció durante toda su vida, sin cansarse, porque estaba convencida como le gustaba repetir de que «la paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia». Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a crecer en la caridad según el corazón de Dios."
Y en aquel pueblito de nuestro Santiago, Silipica: un lugarcito pobre, en medio del monte, desde los pobres y humildes, Dios comenzó esta obra extraordinaria, Dios hace cosas grandiosas y maravillosas.
En Santiago nos gusta recordar, hacer memoria y fiesta, volviendo a las fuentes, desatacando momentos fundantes de nuestro ser provinciano y trasmitiendo todo ello a las nuevas generaciones. Nos da una identidad particular: un pueblo que se alegra y recrea en el Encuentro. La canonización "regalo de Dios" conmovió toda la sociedad santiagueña. No solo a los que pertenecemos a la Iglesia Católica, sino a todos los que pertenecemos y habitamos esta tierra empobrecida, humilde, pero con un pueblo que vive y expresa valores humanos y cristianos. Los valores del Reino de Dios que debemos cuidar y trasmitir.
Recordemos, celebremos, demos, gracias a Dios por este "inmenso regalo" alegrémonos porque tenemos un modelo e intercesora que acompaña nuestra marcha. Este "regalo" nos compromete a trabajar por una sociedad más fraterna, justa, humana, reconciliada, donde todos se puedan sentar a la mesa compartiendo los dones que nos regaló la Providencia del Dios de la Vida.