Por Enrique Zuleta Puceiro.
Primer paso en el camino de una indispensable reforma electoral Primer paso en el camino de una indispensable reforma electoral
La media sanción en diputados de la ley que suspende la aplicación del sistema de elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) debe ser interpretado como un primer avance en el camino común de las fuerzas políticas con representación parlamentaria hacia una indispensable reconstrucción institucional del sistema político.
La experiencia de esta semana presenta luces y sombras. Por un lado, debe verse como un avance significativo en la remoción de un dispositivo electoral pensado en su momento con la finalidad artera de fragmentar, dividir y dividir a los partidos políticos.
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Sus efectos sobre la calidad de la política, la participación y el liderazgo han sido terribles. Por otro lado,el acuerdo parlamentario ha sido mínimo. Sin el aporte de santiagueños y catamarqueños -convencidos desde siempre en lo negativo del sistema- el Dictamen no hubiera sido posible. A la hora de la votación final, se ha podido apreciar la magnitud de los acuerdos y desacuerdos. El primer objetivo por delante es, entonces, reforzar este acuerdo interpartidario incipiente, nutrirlo con ideas y proyectos y reforzar su capacidad de consolidar este primer avance.
Votaron a favor de la iniciativa a través del voto positivo o de su abstención estratégica, una proporción importante del Bloque UP incluido el apoyo de los gobiernos provinciales-, y sectores muy mayoritarios de los bloques UCR, Encuentro Federal, Democracia y Coalición Cívica. El rechazo cerrado de la izquierda solo sirvió para ratificar la distancia de sus dirigentes de las prioridades y urgencias de la sociedad argentina.
Las coincidencias no bastaron por ahora para derogar el sistema, pero la claridad y la fuerza de las coincidencias permite ser optimistas tanto de cara al Senado como de la implementación de esta primera reforma y de la construcción de la nueva agenda de reformas que ha quedado abierta. Por primera vez desde que es gobierno, el oficialismo ha podido percibir la inmensa ventaja de hacer cosas que, por apoyarse en consensos que trascienden, llegan con claridad al acuerdo de la sociedad.
Una muy mal interpretación de sus responsabilidades como oposición impidió a los diputados de Unión por la Patria acompañar una reforma que venían propugnando casi por unanimidad. En el intento reformista de 2023, la única oposición en el peronismo fue la del presidente Alberto Fernandez, que apoyo en solitario la continuidad del sistema, reforzando el veto del PRO y de un grupo mínimo de aliados. La oposición del peronismo se autoinfligió así una derrota incomprensible como bloque, aunque el voto positivo y las abstenciones de figuras decisivas en el peronismo nacional y del interior ha dejado claro que la voluntad de reforma es hoy afortunadamente transversal.
La derogación de las PASO fue una promesa general de la última campaña presidencial. La compartieron casi todos los partidos, a uno u otro lado del espectro político. La experiencia pasada fue ir rescatable y fue muy clara la sensación de que era la últi ma aplicación del sistema. No es, en efecto, la primera vez que el Congreso ha intentado dejar atrás el cada vez más comprometido régimen de "Democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral".
Si algo lo mantenía en vigencia era el fastuoso sistema de premios e incentivos del régimen de financiamiento. Un "invento argentino" de características singulares y únicas, que además de financiar el funcionamiento del mecanismo electoral y la vida de los partidos, incentivaba y premiaba la emergencia de innumerables sectas y aventureros atraídos por una lotería gratuita, con premios para todos los que se atrevieran a ingresar al casino.
El filibusterismo parlamentario de una serie de candidatos de varios partidos, nacidos a expensas del sistema y que jamás hubieran podido prosperar al interior de las fuerzas políticas orgánicas, fue hasta ahora capaz de bloquear en el Congreso los varios intentos anteriores de reforma. Esta vez, en el marco de un descredito generalizado de la política tradicional, fueron muy contados los que se atrevieron a ensalzar los posibles beneficios de las primarias.
Lo cierto es que, a algo más de quince años de su implantación, el sistema de las PASO ha quedado a gran distancia de sus objetivos originario. Los abusos de las aplicaciones se vieron esta vez reforzados por el laudable vuelco de la opinión pública contra los supuestos representantes de la voluntad popular.
Los objetivos declamados por la legislación de 2009 eran la ampliación de la participación ciudadana, la mayor transparencia y equidad en el acceso a los recursos públicos y, en general, la apertura de nuevas oportunidades para abrir el coto cerrado de los partidos. A lo largo de 16 años, el fracaso en todos y cada uno de esos objetivos es evidente. Hoy existen 54 partidos nacionales y 705 partidos de distrito, la mayoría pocos más que sellos de goma, un panorama que solo se explica por la desmesura de los incentivos brindados por los fondos públicos.
El rechazo de la doctrina electoral, la judicatura y la opinión pública es unánime en su cuestionamiento al fondo y a las formas. Para entender el sentido de los cuestionamientos actuales se impone recordar los orígenes del sistema. El pacto entre el kirchnerismo -anudado en 2009 entre la Jefatura de Gabinete a cargo de Juan Manuel Abal Medina- y el radicalismo, representado, a su vez, por el elenco santafesino encabezado por Mario Barletta, se produjo en el contexto de fuerte tensión política generado a partir de la derrota sin atenuantes de Kirchner en las elecciones bonaerensesde 2009.
Radicales y peronistas avizoraban por aquel entonces el comienzo de un ciclo político nuevo, representado por los nueve candidatos presidenciales que se destacaban en un escenario de coaliciones políticas que desafiaban la continuidad del bipartidismo consagrado en el pacto constitucional de 1994. No se equivocaban y trataron de neutralizar las nuevas realidades emergentes a través de la mecánica de las PASO.
El sistema implicó en su momento una novedad absoluta, extravagante y única. Hoy solo sobrevive como muchas de las innovaciones institucionales de la época como un típico 'invento argentino'. Sus efectos negativos sobre la vida interna de los partidos han sido profundos y probablemente irreparables. El sistema contribuyó a desdibujar la identidad de los partidos y paralizó los escasos vestigios de democracia interna que venían esbozándose a partir de la crisis del 2001.
Las oligarquías que gobernaban y siguen gobernando las estructuras partidarias, se han consolidado, en el entorno de un modelo de campaña permanente, centrado exclusivamente por el interés de los candidatos, con costos multimillonarios imposibles de afrontar.
A nivel nacional el sistema ha destrozado los partidos, reduciéndolos a meras maquinarias electorales, capaces de ganar elecciones, aunque incapaces de gobernar.
La reforma debe verse como un primer paso en la necesaria reconstrucción del sistema de partidos consagrado por la Constitución. El esfuerzo por desarrollar es importante y desafía la por ahora tenue vocación de acuerdos. Es necesario avanzar en un sistema definitivo, que abarque transformaciones institucionales de fondo. El país debe dejar atrás el inadmisible protagonismo estatal sobre los partidos, La presencia hoy por hoy inexplicable del Ministerio del Interior y sobre todo el papel de la justicia electoral, juez y parte en la gestión del sistema.
El país y su sistema de fuerzas políticas debe y puede avanzar hacia cambios mayores, que devuelvan a la sociedad argentino su legítimo protagonismo.
Lo positivo esque el debate en Diputados y sobre todo el que se avizora en el Senado no solo ha dejado abierta una agenda promisoria de reformas de mayor calado. Tambien puede ser una primera oportunidad para que las fuerzas políticas sigan avanzando en temas que, por su naturaleza, obligan a estrategias de consenso.
Al igual que la mayor parte de los problemas estructurales argentinos - seguridad ciudadana, pobreza, empleo sistema previsional, educación, salud, desarrollo humano, régimen impositivo y consolidación del sistema económico- las reformas electorales exigen estrategias de consenso. Excluyen, casi por definición, la lógica mezquina de quienes creen que es posible lograr cambios desde una lógica amigo/enemigo, orientada a la supresión del adversario.
Quien aspira a eliminar a sus adversarios de la vida política, aspira en realidad a erradicar a una parte entera de la sociedad. A vivir en sistema cerrado, mezquino, sin la menor capacidad para representar cabalmente a la sociedad y a pensar siquiera los problemas argentinos desde la perspectiva del interés general.