Por Jorge Elías
La Riviera de Medio Oriente La Riviera de Medio Oriente
Cual efecto espejo de Estados Unidos, Argentina se retira de la Organización Mundial de la Salud (OMS) e Israel abandona el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (UNHRC). En un caso, en represalia por "el encierro más largo de la historia de la humanidad", dictado durante la pandemia por el expresidente Alberto Fernández, antecesor de Javier Milei, no por la OMS. En el otro, según el gobierno de Benjamin Netanyahu, "porque el UNHRC ha protegido tradicionalmente a los abusadores de derechos humanos al permitirles esconderse del escrutinio, demonizando en su lugar a la única democracia de Medio Oriente: Israel«.
Detrás de esas decisiones, tomadas en primera instancia por Donald Trump cual copia corregida y aumentada de su mandato anterior, puede haber razones atendibles, como la influencia política en ambos organismos. Lo cual no se soluciona en la tribuna, sino en el terreno. Se trata de un fárrago de decisiones que, de seguirle el tren, sellaría a cal y canto las fronteras, infestadas de "delincuentes extranjeros", y abriría la posibilidad de apropiarse de un territorio inhóspito como la Franja de Gaza para un proyecto inmobiliario. Sin palestinos, excepto, quizá, que sirvan como mano de obra para crear la "Riviera de Medio Oriente".
También te puede interesar:
Milei, también enrolado en la retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático, firmado por Mauricio Macri en 2016, quiso subir un escalón en el podio: denunciará al presidente de la OMS, Tedros Ghebreyesus, por "delitos de esclavitud" y "actos inhumanos" ante la Corte Penal Internacional. Todo por las recomendaciones a los gobiernos durante el confinamiento. Paradójicamente, Trump evalúa ahora reformas en la OMS y prevé designar un enviado especial de la Casa Blanca para supervisarlas antes de la salida en 2026. De concretarse, un norteamericano sucederá al etíope Ghebreyesus en la presidencia en 2027.
Trump juega con la ventaja de ser impredecible, inclusive para los suyos. De su padre, Fred, adquirió la vocación por los proyectos inmobiliarios. Vendía departamentos en Queens y Brooklyn, dos de los cinco distritos de Nueva York. En 1971, el actual presidente de Estados Unidos heredó la Trump Organization, dedicada a bienes raíces, hotelería, casinos y campos de golf. Cinco años más tarde, después de sortear innumerables problemas legales, se asoció con Hyatt Corporation para comprar el Commodore Hotel, en el centro de Manhattan. Fue la piedra basal de un imperio sin límites, salvado de la quiebra por los bancos en varias ocasiones.
Trump tiene propiedades en Indonesia, Omán y Dubái. ¿Por qué no extender sus dominios en la Franja de Gaza, devastada por los bombardeos israelíes desde la masacre cometida por Hamas el 7 de octubre de 2023? Idea, con vista al Mediterráneo, deslizada por su yerno, Jared Kushner. Tuvo el guiño de Netanyahu, el primer mandatario extranjero que pisó la Casa Blanca en este período. El esposo de Ivanka Trump habló de limpieza. El secretario general de la ONU, António Guterres, y el mundo árabe le agregaron la palabra étnica cual muerte anunciada de la teoría de los dos Estados como solución para el diferendo bilateral.
Sin perder tiempo, el ministro de Defensa de Israel, Israel Katz, ordenó al ejército la preparación de un plan para facilitar la salida de los palestinos, cuyas vidas se han visto atrapadas entre los bombardeos israelíes y las operaciones de Hamas. ¿Hacia dónde? No importa. Tanteó, en principio sin éxito, a España, Irlanda, Noruega y Canadá para acogerlos en condición de asilados cual vía de escape del conflicto. Del lado árabe recibió un rechazo unánime. La ONU debió recordarle que el traslado forzoso de personas de un territorio ocupado está prohibido por el derecho internacional.
¿Qué país estaría dispuesto a albergar a dos millones de palestinos mientras Trump expulsa de su país a "criminales ilegales", según su léxico, y habilita vuelos gratuitos y 30.000 camas poco confortables en la base naval de Guantánamo? Con la tregua comercial con México y Canadá obtuvo el compromiso a plazo fijo, por 30 días, para reforzar las fronteras. No solo frente a la avalancha de migrantes, sino también frente al tráfico de fentanilo, la droga que provoca unas 70.000 muertes anuales de norteamericanos por sobredosis. La amenaza de imponerles aranceles dio sus frutos de la noche a la mañana.
Otro tanto ocurrió con Panamá, cuyo presidente, José Raúl Mulino, recibió al secretario de Estado, Marco Rubio, en el Palacio de Las Garzas y echó paños fríos frente a la amenaza de Trump de recuperar el canal si no se deshacía de las empresas chinas que operan en sus orillas los puertos de Balboa y Cristóbal. Mulino le prometió que no renovará el acuerdo con China, pilar de la guerra comercial de Trump, para la nueva Ruta de la Seda, firmado en 2017. Y también se mostró dispuesto a detener y deportar los flujos de migrantes que atraviesan el Tapón de Darién, selva intransitable en el límite con Colombia.
No fue suficiente. El gobierno de Estados Unidos aduce ahora que sus navíos no deben pagar para transitar por la vía interoceánica. Algo que parecía resuelto con el secretario Rubio in situ contradice el artículo 76 de la Autoridad del Canal de Panamá y el 319 de la Constitución. Es decir, la potestad de cobrar peajes. El presidente Mulino se mostró sorprendido por una decisión "simple y sencillamente intolerable" después de haber limado las asperezas tras despejar del horizonte la influencia de China. Segundo paso: machacar sobre el mismo asunto para doblegar a un aliado súbitamente convertido en adversario.
Todo sea por evitar que Estados Unidos "se convierta en un vertedero de criminales ilegales", según la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt. Principalmente, de origen haitiano y, a pesar de la historia familiar de Rubio, cubano. La otra cara de la deriva surrealista de Trump será la suerte de los países que dependen de los ingresos por remesas de parientes radicados en Estados Unidos.
En Washington, mientras tanto, su amigo Elon Musk dinamita el Estado desde el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) desmantelando programas de larga data como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). La eliminación masiva de proyectos en 120 países supone el ahorro de menos del uno por ciento del presupuesto en asistencia en el exterior. Impacta más el ruido que el mérito de haber ayudado a terminar con las epidemias de polio y viruela y de haber salvado a más de 20 millones de africanos que vivían con sida. Alimentos y medicinas entregados por empresas norteamericanas quedaron en los puertos por el repentino cierre.
Esa ayuda, argumenta la oposición demócrata, era esencial para neutralizar la influencia de China, Rusia y otros adversarios. Musk, dueño de SpaceX, Tesla y X, no está exento de un conflicto de intereses debido a sus participaciones nacionales y conexiones con el exterior. Entre ellas, con China, el gran rival de Trump: impuso aranceles a las importaciones norteamericanas en una rápida respuesta a los que había decretado Estados Unidos sobre sus productos.
Trump avanza tres casilleros, retrocede uno y gana dos. Por ahora, al menos, con más ínfulas y presidentes y políticos extranjeros afines que en el mandato anterior. Quizá Musk tenga un plan para los palestinos desterrados: ofrecerles ir a Marte a medio millón de dólares por cabeza. ¿Les hará un descuento como contribución a la "Riviera de Medio Oriente" soñada por Trump? Lo dudo, pero nunca se sabe.
Fuente: El Interín