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El virus identitario

Por María José Binetti.

La ideología de género es la versión woke ms exitosa (Foto- Gustavo Gavotti)

La ideología de género es la versión woke más exitosa (Foto: Gustavo Gavotti)

05/02/2025 13:46 Opinión
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Por María José Binetti para Infobae.

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El giro epocal hacia una nueva derecha contestataria del statu quo le puso nombre a una omnipresencia difusa cuya letalidad hoy quedó expuesta: el "virus woke". Para entender mejor de qué se trata, repasemos su historia.

El wokismo es sucesor del marxismo: esa ideología economicista según la cual las relaciones de producción/explotación construyen la superestructura cultural. Al constructivismo cultural –los viejos bolches lo llamaban materialismo histórico–, el wokismo le suma el giro psico –bolche– de la posmodernidad, según el cual las relaciones económicas construyen la subjetividad psicosocial a través de grandes relatos de dominación. Verdad, justicia, conocimiento objetivo, derechos universales, leyes, instituciones políticas, etc. son para el wokismo grandes relatos de dominación, superados por las posverdades de cada cual.

El sexo "asignado" por la superestructura cultural es también un relato de dominación. Y así llegamos a la ideología de género, la versión woke más exitosa que logró instalar, primero, que la diferencia sexual es una diferencia económica de clase; luego –posmodernidad mediante–, que es un relato opresor, discriminatorio y excluyente de las disidencias heteronormativas. La Ley de Identidad de Género viene entonces a resarcir las percepciones minoritarias, borrando de un plumazo el sexo legal y sustituyéndolo por el género que cada uno siente, "cis" o "trans" en la jerga.

Respecto de las mujeres, el borrado del sexo legal violenta sus derechos fundamentales, tanto más cuando es perpetrada institucionalmente desde un Ministerio de todos los Géneros identitarios. El sexo es una categoría definida y protegida por mandato constitucional y convencional, cuya confusión legal con la identidad de género viola el Estado de Derecho. Sobran ejemplos: personas de sexo masculino introducidas en cárceles, deportes, refugios, baños, premios, becas, estadísticas, figuras legales, y demás espacios y servicios exclusivos del sexo femenino para su seguridad e igualdad. Respecto de los niños, el wokismo introdujo un generismo doctrinal que los disocia de su cuerpo y distorsiona su percepción de la realidad. Los efectos son hipersexualización precoz, mutilaciones y esterilizaciones experimentales, y la deconstrucción de la edad –ese otro relato adultocéntrico y normativo–, derivada en la apología de la pedofilia bajo la autoridad intelectual de un Foucault, Gayle Rubin, Beatriz Paul Preciado o Arce Vidal.

La ideología woke no favorece tampoco a lesbianas, gays o bisexuales, excluidos del grupo de mujeres o varones, y recluidos en un confuso y contradictorio colectivo LGTBIQ+ que niega por principio la homosexualidad en el mismo acto en que niega el sexo. El colectivo woke promueve orientaciones o atracciones por identidad de género –cis y trans–, conforme con las cuales hay lesbianas cis, lesbianas trans, lesbianas no-binaries, gays trans, no-binaries homo, hetero o bi, etc. Unas lesbianas son de sexo masculino, las otras de sexo femenino y así sucesivamente.

El wokismo tampoco beneficia a las personas identificadas "trans", forzadas a convertir su identificación subjetiva de género en sexo legal y empujadas a terapias de afirmación directa que les impiden una exploración integral –biopsicososocial y espiritual– de su identidad sexual. Ni qué hablar de varones o mujeres intersexuales [N. de la E: anteriormente llamados hermafroditas], cuya condición atípica no tiene nada que ver con la transgresión social woke y son convertidos en una especie de ni-ni.

¿Cuál es el objetivo ideológico woke? Por supuesto, económico: la producción biotecnológica de cuerpos posgénero, interespecie, transhumanos, el libre comercio sexo-reproductivo, la fabricación de niños, etc. Legalizar ese mercado exige pulverizar el Estado democrático de derecho fundado sobre la dignidad absoluta de la persona humana –ese constructo colonial y eurocéntrico, dicen– a fin de desplazar su tutela a las identificaciones, representaciones y deseos privados. Se trata entonces de convertir los deseos privados en derechos universales, de sustituir mujeres y varones por identificaciones mentales, y sujetos absolutos por objetos de producción y comercialización biotecnológica. Todo esto a título de derechos "identitarios" garantizados por el Estado.

A tal fin opera el establishment global expuesto por la nueva derecha. Las open societies corporations de Soros, Gates, Stryker, Ford y demás corporaciones privadas definen hoy la agenda pública de la ONU, la OEA o la Comisión Interamericana a cambio de una millonaria financiación condicionada. De ahí para abajo, la corporación política y sus agentes de propaganda reciben y tramitan los recursos que una mano invisible derrama a través del régimen internacional. Cuantos más derechos humanos se implanten, más derrama el mercado.

La ideología woke es una privatización del Estado democrático de Derecho, vale decir, su fin. Estamos ante un enemigo con piel de cordero que desde su supremacismo iluminado –woke– nos enseña la inclusión, la ampliación de derechos y la pureza moral. Son los abanderados del diálogo, el consenso, la democracia. Del otro lado estamos los "fascistas", "odiadores" seriales de la "ultraderecha". En lo personal, la crítica de la ideología woke me costó mi carrera académica, un litigio contra la Universidad de Buenos Aires y un proceso administrativo contra el CONICET, las dos mayores plataformas de producción ideológica, vigilancia y cancelación.

La batalla cultural es contra un neotribalismo identitario donde cada uno exige lo que autopercibe suyo fuera de un marco objetivo de verdad y valores universales. Cuando todo es ficción imaginaria y construcción cultural, rige la ley del más fuerte: el lobby mejor financiado. Al relativismo subjetivista se lo combate con marcos de referencia realistas, objetivos y universales. No se trata de consagrar identificaciones subjetivas insondables, se trata de reconocer el valor absoluto de la persona humana y garantizar su vida digna, libertad e igualdad sin distinción de raza, color, sexo, autopercepción, vestimenta, pose, elección sexual, declaración de sentimientos o cualquier otra creencia.

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