Por Gisela Colombo.
Los enviados logra un resultado por demás inmejorable Los enviados logra un resultado por demás inmejorable
Producida por Paramount+ y actualmente distribuida por Netflix "Los enviados" es una de las tiras con mayor aceptación del público en los últimos meses. Producida, guionada y en algunos episodios dirigida por Juan José Campanella, no hace sino evidenciar el talento de su creador y de otros, como Eduardo Sacheri, que deja registro en los libros. Por el momento han sido estrenadas dos temporadas. La primera es de diciembre de 2021. La segunda se estrenó en 2023.
"Los enviados" es una serie cuyo argumento aborda la misión que dos sacerdotes deben cumplir en un pueblo de México. Enviados por la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano llegan a San Acacio, una ciudad desbordante de problemas de salud mental y de hechos extraordinarios. Arriban para dilucidar qué grado de veracidad tienen algunos eventos que aparecen como inexplicables a la ciencia humana.
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En los primeros episodios de la tira un guion notable, potencia las posibilidades que ofrece la presentación de personajes. Es que Pedro Salinas (Luis Gerardo Méndez) y Simón Antequera (Miguel Ángel Silvestre) son dos religiosos entre los que podrían dibujarse todos los tonos intermedios. Polares, completamente. El primero, con una observancia de las normas cuasi hierática, defiende con ahínco la moralidad de los actos y censura el espíritu lúdico, irreverente, de a ratos objetable de Antequera, que camina sobre el fleje permanentemente en su función de sacerdote.
Incluso la ficción se anima a tratar con humor la relación entre el celibato del personaje de Simón y su innegable atractivo masculino, que utiliza en cada ocasión, para sacar provecho de la admiración de las mujeres, aunque nunca parece atentar del todo contra sus votos. Antequera también tiene cierta afición a lo mundano: la bebida, la comida y las mujeres lo posicionan como un sacerdote simpático y colorido. Aquí todo conduce a la misma dinámica tantas veces repetida en la literatura: en el contacto, tarde o temprano, el Quijote se sanchiza y Sancho se quijotiza.
Los diálogos entre ambos religiosos son una prueba de ingenio y humor, que propone un nuevo carril de interés. Mientras Salinas tiene una formación profesional en la Medicina, Antequera también es expresión del sentido práctico de su profesión alternativa, la abogacía. Por eso ese diálogo es, en definitiva, el manifiesto de las diferencias de cosmovisión que, extrañamente confluyen en una vocación religiosa. Ese carril hilarante corre a la par del misterio cuasi policial, y de la indagación filosófica que supone el argumento.
Se suma a ese espectáculo de divertimento la figura de la Hermana Emilia, una jovencita italiana del Sur, con su propia historia familiar en el crimen, que la Iglesia ha cobijado por salvarle la vida. A ella recurrirán los dos curas permanentemente y su rol crecerá considerablemente conforme pasen los episodios, para ser la tercera protagonista en la segunda temporada. El papel lo cumple la actrizAssira Abate que, en un español mechado de expresiones itálicas, logra una gracia destacable.
En la primera temporada, coprotagoniza Irene Azuela, que le presta el cuerpo a una médica mexicana de nombre Adriana Cortés, estrechamente relacionada con los hechos investigados.
¿Por qué no el hecho? ¿Acaso no van los religiosos simplemente a acreditar un milagro por el cual varias personas han regresado a la vida por obra de un sacerdote, después de haber sido declaradas muertas?
Es cierto. Ése es el hecho en cuestión, pero tanto en esta primera temporada como en la segunda la acción de los enviados destapa ollas profundas y antiguas que construyen la trama policial a la que nos referimos ya.
El resultado de esta serie es inmejorable. No tiene un solo diálogo insustancial; las actuaciones son impecables; los paisajes y las diferencias culturales que reflejan son otro punto más para atraer al espectador.
Y, por añadidura, el planteo filosófico no cierra obtuso en una visión y, por tanto, jamás peca de dogmático o ingenuo.
Un espectáculo excelente, que hasta se permite citar "la mano de Dios", como ejemplo de una intervención divina siempre revestida de piel humana.