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EL LIBERAL . Santiago

Los cardenales argentinos: 90 años de la vida de la Iglesia en el país

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

02/02/2025 06:00 Santiago
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Antonio Quarracido

Una curiosidad que la Iglesia argentina ha tenido respecto de sus "príncipes" es que la mayoría han sido o son descendientes de italianos: Copello, Caggiano, Fasolino, Mozzoni, Primatesta, Pironio, Quarracino entre los que pasaron a la eternidad; y los que hoy viven Sandri, Poli, Rossi, además del papa Francisco, antes cardenal Bergoglio. Sólo seis purpurados fueron o descendientes de españoles: Aramburu, Villalba y Fernández; o de árabes: Dri; o de croatas: Karlic o de eslovenos: Bokalic Iglic, el actual arzobispo de Santiago del Estero y primado de la Argentina. 

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 También es un hecho histórico que hoy el país tenga ocho cardenales vivos, de los cuales cinco están en condiciones de elegir al próximo Sumo Pontífice cuando lo requiera la historia. Nunca antes fue así. Sólo en los cónclaves de 1978, posteriores a las muertes de los papas Pablo VI y Juan Pablo I, la cifra se acercó a la actual: participaron cuatro argentinos y uno no lo hizo por edad. También vale aclarar que hoy recorreremos la biografía de un religioso que fue argentino, aunque nacido en Italia, como miles de inmigrantes que se afincaron en la Patria durante su niñez. Se trata de Antonio Quarracino.

  Antonio nació el 8 de agosto de 1923 en el pueblo de Pollica, provincia de Salerno, reino de Italia, a unos cien kilómetros al sur de Nápoles, en el seno de la familia de Giuseppe Quarracino y de Ana María Lista, cristianos practicantes que le insuflaron desde sus primeros días la fe que seguiría como norte en su vida. Los esposos eran él sastre y ella modista, compartiendo cotidianamente el trabajo. La familia emigró hacia la Argentina en 1927 durante la presidencia del radical Marcelo T. de Alvear y se radicó en San Andrés de Giles, a cien kilómetros de Buenos Aires, donde nacería el hermano de Antonio, Domingo, que llegaría a ser candidato a presidente en 1999. Diría Domingo sobre esos años: "era la típica familia italiana, de muchos gritos, parecía que nos íbamos a comer el hígado y después no pasaba nada. Teníamos una vida muy austera, pero en esa época se podía ser pobre con dignidad".

 Cursó los estudios primarios en Giles y en 1934, con sólo once años, ingresó al Seminario de La Plata, donde completó sus estudios de Filosofía y Teología, para ser ordenado presbítero el 22 de diciembre de 1945 en la basílica de Nuestra Señora de Luján por el obispo de Mercedes Anunciado Serafini, quien iba a confiarle inmediatamente varias tareas pastorales, entre ellas la docencia en el Seminario donde Quarracino dictó Letras, Historia, Filosofía, Arte Sacro, Teología Dogmática y Teología Espiritual. Algo que iba a caracterizar siempre a Quarracino era su inquietud intelectual más allá de lo religioso. Era un voraz lector, amante de la literatura argentina, y era un habitué de los cines, siendo un gran cultor de esta expresión artística. No sería exagerado afirmar que fue el más culto de los obispos argentinos del siglo XX. 

Su intensa relación con los laicos y su episcopado en 9 de Julio

Obispo de 9 de Julio

En la diócesis de Mercedes fue asesor de la Acción Católica, capellán de varios conventos femeninos, consultor diocesano y secretario canciller, tarea en la cual nació su gran amistad con Eduardo Pironio, quien era un par de años mayor. Gran fomentista de la prensa católica, en 1959 llega a la cátedra en el Instituto de Teología de la recién creada Universidad Católica Argentina. Pero su marca registrada era el fomento de la cultura, creando el Coro Polifónico "Ciudad de Mercedes"; el Instituto del Profesorado que llegó a presidir; y la Academia "Santo Tomás de Aquino", donde reunió a los intelectuales más notables de la ciudad, incluso a aquellos que no profesaban la fe católica. Es otra muestra de su apertura intelectual, bastante escasa entre sus colegas. También era un fanático hincha de Boca Juniors, lo que hacía notar en forma permanente

El 3 de febrero de 1962, curiosamente el día del centenario de la batalla de Caseros, fue preconizado como obispo de Nueve de Julio por el papa Juan XXIII. Tenía solo 38 años. Fue ordenado el 8 de abril de ese año en la catedral de Mercedes por su obispo Serafini, a quien acompañaron el obispo de Catamarca Adolfo Tortolo y de San Rafael Raúl Primatesta. Vale como testimonio de sus seis años en 9 de julio las palabras con que un diario local, "El 9 de Julio" recordaba a Quarracino en 2016: "¿Quién, acaso, no recuerda la imagen de este obispo, que llegaba a 9 de Julio cuatro décadas atrás?, ¿quiénes no se sobrecoge aún, trayendo a su mente, aquella dicción brillante que le caracterizaba como orador sagrado?…¡Cuántas remembranzas, sin duda, florecen en torno a la figura de monseñor Quarracino, aquel obispo «campechano y noble», que rigió los destinos de la Iglesia en 9 de Julio". Por entonces solía visitar las redacciones de los periódicos y las instituciones civiles, además de las religiosas.

Padre Conciliar, Obispo de Avellaneda, Arzobispo de La Plata

Obispo de Avellaneda

Quarracino participó de las cuatro sesiones plenarias del Concilio Vaticano II entre 1962 y 1965. En 1964 sería consagrante de su amigo Pironio como obispo auxiliar de La Plata. El 3 de agosto de 1968 el papa Pablo VI lo traslada a la diócesis de Avellaneda, convulsionada por la remoción del obispo Jerónimo Podestá, quien abandonó la Iglesia para casarse con Clelia Luro. Luego de la administración apostólica de monseñor Eduardo Pironio, quien actuó como "bombero" en aquel momento, Quarracino tomó posesión de su sede el 5 de octubre de ese año. 

Fue muy tolerante con el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo pero no admitió el giro hacia la aceptación de la violencia política que ese grupo adoptó durante la primera mitad de la década de 1970. En Avellaneda ordenó demoler la Catedral y comenzó la construcción del nuevo templo de la Asunción, llegando a inaugurarla durante su gestión que duró 17 años. En 1979 ocupó la secretaría general del Consejo Episcopal Latinoamericano y en 1983 fue elegido su presidente, cargo que ocupó cuatro años. El 18 de noviembre de 1985 fue promovido a la arquidiócesis de La Plata, donde tomó posesión de la sede el 5 de abril de 1986. 

Su presencia adquirió dimensión nacional, sobre todo por su participación pública en los debates políticos, como el Congreso Pedagógico de 1984 y el divorcio vincular en 1987, adoptando posiciones firmes de un modo poco común para un obispo argentino, no esquivando la participación en las discusiones de los medios de comunicación masivos. Probablemente su promoción al arzobispado de Buenos Aires se demoró por su posición frontal contra el gobierno de Raúl Alfonsín, aunque también un episodio relativamente grave de salud durante un viaje a Roma puede haber influido en la espera. Finalmente, el 10 de julio de 1990 fue trasladado a la entonces sede primada. Muchas veces se sostuvo que fue el celebrante del bautismo de Carlos Saúl Menem, quien al tiempo de su elección como presidente era musulmán, lo que le impedía jurar el cargo.  

Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal, Presidente de la Conferencia Episcopal 

Tomó posesión de la sede porteña el 22 de noviembre de 1990, habiendo sido nombrado Ordinario de los Fieles Orientales de la Argentina el 30 de octubre anterior. Prontamente el papa Juan Pablo II, a quien lo unía una larga amistad desde los tiempos del Concilio, lo creó cardenal en el consistorio del 28 de junio de 1991 en el orden de los presbíteros con el título de Santa María de la Salud en Primavalle. Al mismo tiempo fue elegido por los obispos argentinos como presidente de la Conferencia Episcopal, cargo que ocuparía dos períodos durante seis años. 

Hizo avanzar la restauración de la Catedral Metropolitana, para lo cual se le concedió un crédito a la Curia que terminó en un expediente judicial del que salió absuelto al no haber participado de un fraude administrativo. Como demostración de sus posiciones progresistas en algunos aspectos, nombró a un laico como ecónomo de la curia por primera vez en la historia: Cayetano Licciardo. Su postura pública en contra de la promoción de la homosexualidad lo hizo cometer varios errores graves por sus dichos verdaderamente ofensivos. .

Cardenal y Arzobispo porteño

Su encuentro con el padre Jorge Bergoglio

En 1991, durante un viaje de descanso a Córdoba, el cardenal Primatesta le habría sugerido consultar a un padre jesuita para realizar ejercicios espirituales. Allí Quarracino tuvo largas charlas con Jorge Bergoglio, un antiguo provincial jesuita que era considerado cercano al retiro. El cardenal volvió a Buenos Aires y les dijo a sus colaboradores que en Córdoba "había encontrado un santo". Viajó entonces al Vaticano y hasta que no logró el nombramiento de Bergoglio como su obispo auxiliar no volvió. En Roma un jesuita como obispo no era bien visto por algunos sectores eclesiásticos. 

Quienes lo frecuentaron en la década de 1990 disfrutaron de su exquisita cultura, que incluso se manifestó con la colocación de una placa en la iglesia de San Bernardo, en la que transcribió un texto de "Adán Buenosayres", la novela de Leopoldo Marechal uno de cuyos momentos transcurre allí, texto que Quarracino consideraba excelso. Aun queda mucho por recorrer de la vida de un religioso poco común, afecto al contacto con gente que no pensaba como él, dispuesto al combate con convicción y alguna vez sin prudencia, pero con franqueza. Si Dios quiere, el fin de semana próximo, en estas páginas de "El Liberal" concluiremos con la biografía de Antonio Quarracino.

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