Por Belén Cianferoni.
Crónica de cómo la guaracha salvó a la República Argentina en el mes más difícil del año Crónica de cómo la guaracha salvó a la República Argentina en el mes más difícil del año
Se despide uno de los meses más largos y difíciles del año. Gracias, enero, y por favor, no vuelvas. Empieza febrero y no sé para dónde disparar ni qué hacer. Debería tener todo planeado o preparado, pero me siento en blanco. Termina enero y me enfrento a mí misma, a mis dudas, a mis deudas, a mis debilidades y, por sobre todas las cosas, a mi imposibilidad de planificar mi vida.
Sentía que la serpiente china de madera me mordía los talones, y yo, como un conejo de fuego, andaba a los saltos por el bizcocho para poder sobrevivir, como diría mi amado padre. Enero terminó y casi termina conmigo, pero la guaracha me agarró en el peor momento y me dijo en la voz de Dany Hoyos: "Todas tus penas olvidarás, ya no te tienes que preocupar". Cuando creía todo perdido, vino la música, el arte, a recordarme que no importa lo oscuro que caiga, siempre hay una canción o un poema para levantarme.
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Siempre es bueno pensar en nuestros orígenes. Recuerdo esas canciones que sonaban a la siesta por Cadena Roiser. ¿Quién no tuvo que pasar de largo una siesta escuchando a los vecinos adornar las horas con guaracha o con cumbia? Yo peleaba el aburrimiento de las ecuaciones del colegio con mis patitas descalzas en el piso frío, marcando el ritmo con la música de doña Luisa y de Norma, mi niñera que me llenó de amor.
Ellos no lo sabían, pero sus ritmos acompañaron mi vida. Pasó el tiempo, la guaracha fue cambiando, yo cambié, hasta Santiago cambió. Algunos fallecieron, se fue Koly Arce, se fue Huguito Flores, se fue Pichón Achaval... Se fue mi viejo, se fue Graciela Silva, y nosotros quedamos con las llamas que ellos dejaron en nosotros.
Mientras escuchaba el streaming "Un poco de ruido", como todos los santiagueños ese día, no lo hacía por moda; estaba cumpliendo mi labor cívico-provinciana. Estaba bancando a mi provincia frente a la barbarie de tener que escuchar que la guaracha santiagueña no era lo que recordaba. La guaracha, con su sonido franco y sin maquillaje, no vino a tapar la tristeza de crecer, sino a decirnos: es una vida jodida, pero nosotros somos más ruidosos.
El país tuvo el privilegio de tener, durante tres horas, una experiencia de alegría en el dolor. Escuchar historias desde sus protagonistas, desde quienes, ante tanta dificultad, se cargan con la sonrisa de un país cuando todo son lágrimas. Muchos se quedaron con gusto a poco, y la verdad es entendible La energía de Santiago del Estero es envidiable.
Fue un santiagueño el que mencionó a todos los que pudo, y nos dejó representados con la energía que nos caracteriza. Rompimos récords, baby, porque por donde pasamos, dejamos huellas.
Cuando creímos todo perdido, con el diablo respirándonos la nuca... vino la música, los colores, y toda la energía de desafiar la gravedad de la situación con bromas y con ritmo.
Todo se va y todo vuelve en esta vida, con una velocidad que ni la esperamos. Por eso, hay que alzar nuestras bebidas frescas, abrazar a nuestra familia y salir a bailar mientras suena el acordeón.
Y no me puedo ir sin agradecerles eternamente a los integrantes de "Un poco de ruido": Pinky, Juan Manuel Grossi; DJ Pipo, Gonzalo Leonardo; Damo, Damián Martínez; Matías Sejem y Anita Espósito, por habernos hecho inmensamente felices por un par de horas mientras esperábamos el fin de enero. Una genialidad.
¡Nos vemos en la siguiente crónica, mis queridos guaracheritos!