Por Gisela Colombo.
Reseña "Como agua para chocolate" Reseña "Como agua para chocolate"
"Como agua para chocolate" es una serie mexicana que vio la luz este año. Se trata de una nueva versión de la historia, que oportunamente había sido puesta en escena en el cine mexicano, con resultados extraordinarios. Ahora, un nuevo intento que no desprecia los aciertos de la anterior, ni tampoco, por supuesto, los de la obra literaria original de la que surgen. Bueno es recordar que ambas se basan en el libro que consagró a Laura Esquivel, del mismo nombre. Una novela de realismo mágico tardío, si lo consideramos un mero estilo literario de los '60 y '70. Aunque muchos pensemos que no se trata de un estilo, sino de la expresión más acabada de la identidad latinoamericana. En tal caso, la tira se torna un espectáculo obligado, cuyo punto de partida hizo historia.
El texto sondea la relación entre la emoción y los alimentos, y recrea una sociedad de profunda raigambre mestiza, no sólo en los rasgos físicos de los personajes, si no también y especialmente en la cosmovisión.
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Tita, la protagonista, es la hija menor de una familia que ha perdido al padre y las mujeres sostienen, a fuerza de apretar los dientes y seguir andando. Tiene dos hermanas y las tres viven con su madre y la servidumbre, que trabaja en la Hacienda Las Palomas. Pero el rigor de Mamá Elena es un vinagre que Tita no acaba de tragarse. Quien de verdad se hace cargo de su crianza y le transmite dulzura y sabiduría es Nachita, la cocinera que sirve allí desde tiempos del padre y Señor, Juan de la Garza.
Poco a poco ella comienza a hablar el lenguaje de los sabores y aprende todos los secretos de la cocina con Nacha.
La semilla de la tragedia de Tita serán los juegos infantiles con Pedro Musquiz, hijo de otro terrateniente, del que se enamora a sus catorce años y es correspondida de inmediato. Si hasta allí parece ideal, el conflicto se desata cuando Pedro pide a su madre la mano de Tita y ésta le advierte que ella tiene un sino irrevocable: no habrá de casarse nunca porque su destino es cuidar "a su madre" hasta la muerte. Si ya sonara injusto este dictamen, Mamá Elena le suma, por cuestiones de dinero, la concesión de la mano de su otra hija, la mayor. Pedro, increíblemente, acepta, con tal de quedarse cerca de Tita.
Desde entonces, la cocina se tornará el espacio de expresión para la protagonista, a quien incluso le toca faenar en los manjares que habrán de servirse en la boda de la hermana, con su propio novio. Es cuando el realismo mágico irrumpe con más fuerza. Tita ayuda a Nacha en la cocina, mientras llora sin cesar. Y el resultado es un llanto generalizado entre los asistentes que se incorpora bocado a bocado. Si esa tristeza que opera como una intoxicación no fuera suficiente, ese mismo día muere Nacha.
Tita se convierte en la cocinera de la hacienda y comienza a ver, paulatinamente, todo lo que ha perdido.
Un ingrediente político cobra fuerza y recuerda el fondo de rebelión en que ocurren los hechos.
El tono de esta versión de la historia es, comparativamente, más trágico que el del film y el del mismo texto. En eso, tal vez, falta un poco al espíritu del realismo mágico que, por el contrario, siempre es una visión montada en la aceptación de la realidad en un tamiz manso y amplio, natural y espiritual al mismo tiempo. Se diría incluso que el tono parece acercarse al sentido trágico de la vida que tanto representa el ethos hispano. Este hecho es visible incluso en el recorte que se hace del argumento, que en este caso no da paso a la esperanza, al amor maduro y tibio que propone el Doctor Brown, ni a ninguna otra forma de reivindicación. Quizá eso quede para la segunda temporada.
Son miembros del elenco Azul Guaita, Irene Azuela, Ana Valeria Becerril, Andrea Chaparro y Ángeles Cruz. Dirigieron, en esta versión, Julián de Tavira y Analorena Perezríos.
No llama la atención que sea Salma Hayek, la actriz laureada, la productora de la tira, porque la producción es sumamente profesional. Su experiencia en el mundo del cine quizá haya inclinado la balanza. El resultado es un espectáculo de seis episodios, que habrán de multiplicarse en una nueva temporada, y que ya en ésta logran sustancia y espíritu, una narrativa efectiva y una estética destacable. En síntesis, la tira vale desde el primer minuto, hasta el último.