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Pioneros argentinos en la Antártida: hombres y mujeres que fueron los primeros en el extremo sur

Por Eduardo Lazzari.

25/01/2025 12:06 Opinión
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Pioneros argentinos en la Antártida: hombres y mujeres que fueron los primeros en el extremo sur Pioneros argentinos en la Antártida: hombres y mujeres que fueron los primeros en el extremo sur

La República Argentina tiene un largo historial en relación con el último rincón de la tierra: la Antártida. Una consecuencia directa de la Campaña del Desierto de 1879 encabezada por el entonces ministro de Guerra, el general Julio Argentino Roca, y la posterior ocupación de la Patagonia fue la proyección geográfica hacia el Polo Sur. El continente blanco del Sur se convirtió durante el siglo XX en el norte para la investigación científica de nuestro país y sobre todo un objeto deseado entre las potencias del mundo para expandir su poder.

Sin embargo, en un extraño gesto de sensatez de la humanidad, la firma del tratado Antártico en 1959 entre los doce países que habían llevado adelante expediciones hasta ese momento en la lejanía sureña determinó que la reserva perpetua de todo el territorio y de todas las aguas por debajo del paralelo 60 para actividades pacíficas y se establece el "status quo" para todos los reclamos territoriales existentes hasta ese momento.

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Es la Antártida donde la Argentina demuestra que puede llevar adelante el establecimiento de una política de estado sostenible en el tiempo, con lo que se ha logrado que nuestro país sea el más antiguo que haya habitado el inmenso hielo y se mantiene con una actividad que es respetada y admirada por todos los hombres de buena voluntad que muestran interés en el sur absoluto. Vamos hoy a recorrer la historia de los pioneros argentinos en el suelo más austral del mundo.

La corbeta Uruguay y el rescate de los suecos

En 1900 la Argentina, junto a Gran Bretaña, Suecia y Alemania, participó de la Comisión Organizadora de la Expedición Antártica Internacional, que a partir de ese año comenzó a armar y sostener expediciones al incógnito continente. Ese año, Inglaterra envió a Robert Scott rumbo al Polo Sur, expedición que llegó a los 82° 17 de latitud Sur; y al año siguiente Alemania llegó a los 67° y descubrió las tierras de Guillermo III de la mano de Erich von Drygalski. Más adelante, el escocés William Bruce desembarcó en las islas Orcadas del Sur y alcanzó los 74°. Y finalmente, el sueco Otto Nordenskjöld y el "Antartic", capitaneado por el noruego Larsen, alcanzaron el paraje de Snow Hill, a los 66°, en 1903. Esta última aventura dará lugar a la hazaña de la corbeta "Uruguay", una vieja nave de la flota de Sarmiento, llegada al país en 1874 desde sus astilleros ingleses.

El "Antartic", cuya derrota naval era seguida con pasión en todo el mundo a través de los medios de comunicación, naufragó en la bahía Erebus y Terror el 12 de febrero de 1903, y al llegar la fecha límite del 30 de abril para el regreso, la inquietud comenzó a crecer y llevó al gobierno argentino a decidir una expedición de rescate. En el país, la opinión pública seguía con atención el derrotero antártico, ya que un oficial de la Armada, el guardiamarina José María Sobral, se encontraba entre los tripulantes. Si bien en Francia y en Suecia comenzaron el alistamiento de dos grupos de rescate, la iniciativa impulsada en primer lugar por el perito Francisco Pascacio Moreno fue tomada en forma entusiasta por la Armada, siendo esta expedición la que finalmente logró el objetivo deseado.

Se preparó la antigua corberta argentina para navegar las aguas australes y fue colocada bajo el mando del capitán de navío Julián Irizar, y fueron embarcados una treintena de tripulantes, entre ellos el teniente Alberto Chamaler de la marina chilena, hecho que marcaba el espíritu colaborativo en el confín austral entre las dos naciones que habían estado al borde de la guerra sólo un par de años antes. El 8 de octubre de 1903 zarpó la "Uruguay" del puerto de Buenos Aires, despedidos por una multitud encabezada por el presidente Julio Argentino Roca. Durante el mes de noviembre el viejo velero navegó las aguas rodeado de hielos flotantes, neviscas y tempestades, pero logró su objetivo y rescató a la totalidad de la tripulación que se había refugiado en casetas de madera, alguna de las cuales sobrevive hasta hoy y ha sido declarada monumento histórico nacional.

El regreso a Buenos Aires fue apoteótico y sobrecogió las almas de los espectadores el deplorable estado en que había quedado la "Uruguay", sin mástiles debido a las tormentas que había soportado en su navegación antártica sometida a los vientos del paso de Drake. El acontecimiento fue protagonista en la prensa del mundo y poco tiempo después, en conmemoración del rescate, el rey sueco Oscar II envió un trofeo de agradecimiento a la Marina de Guerra argentina, que se encuentra en custodia en el Centro Naval de Buenos Aires. La vieja nave de madera revestida en acero fue declarada monumento histórico nacional en 1967 y es hoy el barco más antiguo de Sudamérica a flote y se encuentra anclado en el dique 4 del viejo Puerto Madero, a unos quinientos metros de la Casa Rosada, en Buenos Aires.

Esta expedición de rescate explica el nombre del único rompehielos del hemisferio sur: el "Almirante Irízar", buque que luego de las reparaciones efectuadas a raíz del incendio que lo dejó inutilizado en 2007, sigue hoy siendo el gran abastecedor de las actividades argentinas e internacionales en la Antártida. Recordar la expedición de la "Uruguay" es recordar el primer rescate exitoso en el blanco continente de la historia universal.

El observatorio de la isla Laurie

Entre 1902 y 1903, en la anteriormente mencionada expedición escocesa de William Bruce, se construyó en la isla Laurie, integrante del archipiélago de las Orcadas del Sur, una instalación bautizada "Casa Omond", en homenaje al director del Observatorio de Edimburgo. Como el gobierno británico se había negado a apoyar a Bruce en sus investigaciones científicas, el escocés no hizo ningún reclamo territorial, porque además no fue autorizado a hacerlo en nombre de las autoridades. Instaló un refugio, un depósito y un observatorio meteorológico.

Bruce y su buque llegaron al puerto de Buenos Aires para reabastecerse, y gracias a una gestión de Francisco Moreno, las autoridades argentinas lo recibieron y aceptaron el ofrecimiento del escocés para que la Argentina continuara con las mediciones haciéndose cargo de las instalaciones. El 2 de enero de 1904 el presidente Roca firmó un decreto que confirmó la compra de la "Casa Omond" y la rebautizó como Observatorio Islas Orcadas, estableciendo una estafeta postal allí. Se envió a tres argentinos: Edgardo Smula, a cargo de las mediciones meteorológicas, Luciano Valette, investigador en zoología y Hugo Acuña, como empleado de Correos y Telégrafos.

Llegaron el 22 de febrero de 1904, fecha que es recordada como el día de la Antártida Argentina. Desde entonces, hace 115 años, es nuestro país el más antiguo con presencia humana ininterrumpida en el continente blanco, motivo indudable de orgullo nacional, sobre todo si se toma en cuenta que el país siguiente en la lista es Estados Unidos, que posee instalaciones habitadas desde 1944, o sea cuarenta años después que los pioneros argentinos.

Las primeras científicas

El 7 de noviembre de 1968 zarparon del puerto de Buenos Aires las primeras mujeres científicas argentinas rumbo a la Antártida. El buque "Bahía Aguirre" condujo a cuatro investigadoras del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", la bióloga especialista en estrellas de mar Irene Bernasconi, la bacterióloga María Adela Caría, la profesora Elena Martínez Fontes (especialista en invertebrados marinos) y la botánica experta en algas marinas Carmen Pujals. Es notable destacar que Bernasconi tenía 72 años al iniciar la expedición.

Fueron desembarcadas en la Base Melchior, en la isla Observatorio, y son legendarias sus fotografías, donde se observa que sus ropas son masculinas y además, que debieron palear nieve para acceder a las instalaciones, cubiertas totalmente. Navegaron en un bote a motor más de mil kilómetros, desembarcaron en cientos de lugares y recogieron miles de muestras para su tarea científica. Fueron acompañadas por buzos, que se sumergieron hasta setenta metros para recoger material. Sus trabajos del verano de 1969 permitieron clasificar nuevas especies y hay que destacar que una de ellas, Pujals, se convirtió dos años después en la primera científica argentina en realizar tareas de campo en las islas Malvinas, en tiempos de colaboración entre nuestro país y las autoridades británicas del archipiélago.

Al cumplirse cincuenta años de su expedición pionera, que las convirtió en las primeras científicas sudamericanas en recorrer el continente austral, el gobierno argentino designó cuatro accidentes geográficos con sus nombres, en el extremo sudeste de la península Jasón, en el mar de Weddel: las ensenadas Bernasconi y Pujals, y los cabos Caría y Fontes. Además el correo argentino emitió una serie de estampillas con sus rostros. Sin duda, el carácter pionero de las actividades argentinas en la Antártida es uno de los grandes logros del seguimiento de políticas de estado y sobre todo, de la voluntad de muchos argentinos que, haciendo sus tareas, logran lo mejor para el país.

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