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Cómo impactan las emociones en las decisiones de inversión: trucos para evitar la tristeza

Por Jackie Maubré.

18/01/2025 10:00 Opinión
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Cómo impactan las emociones en las decisiones de inversión: trucos para evitar la tristeza Cómo impactan las emociones en las decisiones de inversión: trucos para evitar la tristeza

El mercado financiero, igual que en la vida y como en una montaña rusa, está lleno de subidas emocionantes, caídas vertiginosas, y giros inesperados que desafían nuestra tranquilidad. Invertir no es sólo una cuestión de números o estadísticas o estrategias. También es un viaje emocional que nos enfrenta a nuestros miedos, ambiciones y creencias más profundas sobre el dinero.

Y siendo éste el caso, la idea de esta nota es explorar esas emociones y ver cuáles son los aspectos prácticos que una persona, que necesita tomar una decisión, debería tener en cuenta para evitar sorpresas indeseadas.

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El concepto primario que reina indiscutidamente detrás de una inversión financiera es que, si esperamos recibir un retorno por encima del capital que invertimos es porque estamos asumiendo que vamos a correr un riesgo. La contracara de la recompensa potencial que ofrece una inversión es el riesgo. Necesariamente. Y el secreto más importante para ganar confianza en lo que hacemos es comprender apropiadamente la magnitud del riesgo que estamos asumiendo y si ese riesgo es apropiado para nuestro perfil.

No es mi intención menospreciar a mis lectores, pero permítanme expresar a viva voz que si nos ofrecen una tasa de retorno por encima de los parámetros de mercado deben sonar todas las alertas de quien esta recibiendo esa propuesta. Y sino miremos lo que pasó con los habitantes de San Pedro. Un tercio de la población cayó en esa estafa en donde la promesa de retorno era del 1% diario en dólares. Debemos saber que retornos de esa magnitud en la práctica NO existen. Basta con pensar dos minutos, comparando con parámetros razonables. Por ejemplo: la inflación estadounidense es del 2% anual, un bono a 10 años paga una tasa de 4,65% anual. Qué clase de riesgo pagaría una tasa anual del 3.678,34%? Ese es el valor equivalente de una tasa del 1% diario capitalizada anualmente.

¿Y como se explica que la gente caiga en estos engaños?

Las emociones nublan la razón en muchos casos. Las inversiones implícitamente prometen la posibilidad de alcanzar nuestros objetivos. Pero también nos exponen a un torrente de emociones que si no se manejan adecuadamente pueden nublar nuestra razón.

Y la falta de educación financiera termina de componer un cocktail letal. No me quiero extender en este punto, pero las estadísticas de Latinoamérica en general y de Argentina en particular, son contundentes al respecto. Menos del 30% de la población comprende los conceptos financieros más básicos. Hay un trabajo pendiente en este aspecto.

La conexión emocional con el dinero

El dinero representa más que cifras en una cuenta bancaria. Es sinónimo de seguridad, libertad y la capacidad de construir un futuro. Por eso, nuestras decisiones financieras suelen estar cargadas de emociones. Cuando invertimos, no sólo ponemos en juego nuestro capital, sino también nuestras expectativas, sueños y temores.

Esta conexión emocional es lo que hace que el mercado financiero sea tan fascinante y, al mismo tiempo, tan desafiante. Cada oscilación de los mercados puede ser percibida como una amenaza o una oportunidad, generando emociones que van desde la euforia hasta el pánico.

Las emociones más frecuentes que las personas manifiestan ante decisiones financieras son:

Miedo: Es la emoción más intensa y, posiblemente, la más peligrosa. Surge durante caídas abruptas de los mercados o crisis económicas. El miedo puede llevar a decisiones apresuradas, como vender en el momento más desfavorable para "evitar más pérdidas". Paradójicamente, muchas veces estas decisiones amplifican el impacto negativo en lugar de protegernos.

Codicia: Durante mercados alcistas, la posibilidad de obtener ganancias rápidas puede alimentar comportamientos arriesgados. Muchos inversores caen en la tentación de perseguir activos sobrevalorados o asumir riesgos desproporcionados, creyendo que las ganancias serán ilimitadas.

Euforia: Los períodos de prosperidad generan un optimismo desmedido. Los inversores pueden sentirse invencibles, olvidando que los mercados son cíclicos y que cada auge tiene su declive.

Arrepentimiento: Nada es más frustrante que mirar hacia atrás y lamentar no haber tomado una decisión diferente. Ya sea por haber vendido demasiado pronto o por no haber actuado cuando se presentó una oportunidad, el arrepentimiento puede paralizar futuras decisiones. Y en mi experiencia, si la decisión fue tomada a conciencia y con la mejor información disponible en ese momento, la persona no debería cuestionarse.

Por último, las emociones están vinculadas a sesgos cognitivos que afectan nuestra percepción y juicio:

El sesgo de confirmación nos lleva a buscar información que respalde nuestras creencias, ignorando señales de advertencia.

El exceso de confianza puede hacer que subestimemos los riesgos o sobreestimemos nuestras habilidades.

¿Cómo debemos analizar una propuesta de inversión y cuáles son los aspectos primordiales?

Conocer nuestro perfil de inversor es clave. Cuando le preguntamos a una persona qué rango de retornos espera obtener de su inversión, en muchos casos marcan el rango más elevado y continuando con el test del inversor, ante la pregunta sobre la tolerancia al riesgo, el mismo inversor contesta que es baja, lo cual es una contradicción.

Para obtener retornos más altos hay que estar dispuestos a tolerar un rango más amplio de volatilidad, es decir de variación de los precios. Ya que lo que marca nuestra tolerancia al riesgo es cuanto podemos soportar que el valor de nuestra inversión caiga. Y aquí no hay una respuesta única ni correcta. Eso depende de cada persona. Y creo que la respuesta individual está relacionada con poder dormir bien a pesar de la baja de la cartera, comprendiendo que los vaivenes del mercado son normales y que el tiempo juega a nuestro favor.

El TIEMPO es un variable fundamental. Cuanto tiempo tenemos para esperar a que se recupere la inversión. Si necesitamos disponer del dinero en un horizonte corto, menor a un año, por ejemplo, no debemos tomar riesgos elevados porque si ese riesgo se materializa, nos veremos obligados a vender nuestros activos a un precio afectado por las circunstancias.

Pero esto no es todo. Hay un aspecto más a considerar. El tiempo puede compensar una caída generada por hechos circunstanciales. Lo que el tiempo no puede mitigar ni remediar es el riesgo crediticio del activo. Si compramos un bono de una empresa que ha perdido su capacidad de repago o invertimos en acciones de una empresa cuyo negocio esta en jaque, no es cuestión de esperar. Ahí es cuestión de ver cuanto puedo recuperar vendiendo el activo.

Con lo cual, entiendo perfectamente que todo este análisis para quien no tiene una afinidad con el mundo de las finanzas puede resultar agobiante. Es justamente por eso que existen asesores financieros. Para acompañar a quienes tienen un excedente y quieren hacer rendir su dinero. Y aquí, en este punto es relevante comprobar que quien está brindando su asesoramiento sea un profesional acreditado y registrado ante la Comisión Nacional de Valores que es el organismo que regula al mercado de capitales y a sus participantes. Y que tenga experiencia en brindar este asesoramiento. Un amigo puede compartir su experiencia con nosotros, pero el punto es que su perfil de inversor puede ser muy distinto y lo que para el no es un problema, puede serlo para nosotros.

Conclusión:

Invertir no es solo un acto técnico, es un ejercicio emocional. Comprender y gestionar nuestras emociones es tan importante como analizar gráficos o leer informes financieros.

Al final, el verdadero éxito en el mercado no depende únicamente de los números, sino de nuestra capacidad para mantener la calma y la perspectiva en medio de la incertidumbre.

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