Por Eduardo Lazzari. Historiador.
Los Cardenales argentinos 90 años de la vida de la Iglesia en el país Raúl Primatesta (Segunda Parte) Los Cardenales argentinos 90 años de la vida de la Iglesia en el país Raúl Primatesta (Segunda Parte)
En muchos países donde la mayoría de la población profesa la religión católica, los obispos suelen ocupar un lugar referencial en la sociedad, y generalmente se les asigna un poder que no en todos los casos es real, sino meramente simbólico. Ser ordenado obispo no convierte a ese sacerdote en un hombre hábil para la política mundana. Muchas veces son elegidos por sus condiciones pastorales, humanitarias, intelectuales y en algunos casos, que la experiencia muestra que no son muchos, también se toman en cuenta sus virtudes en el ejercicio del poder, el eclesiástico y el temporal. En aquellas jurisdicciones con fuerte relación con el poder político estatal, como el caso de Buenos Aires, La Plata o Córdoba, entre otras, en la Argentina, siempre la elección ha recaído en personajes que en general han sabido cubrir su investidura con presteza y solvencia.
Hay un caso paradigmático en la historia nacional: fray Mamerto Esquiú, el franciscano catamarqueño que defendió desde el púlpito la sanción de la Constitución Nacional en 1853, quien rechazó ser obispo en tres ocasiones: en 1864 de Paraná; en 1866 de San Juan de Cuyo; y en 1872 de Buenos Aires; pero en 1880 el papa León XIII hace valer su autoridad y le ordena aceptar ser obispo de Córdoba, lo que Esquiú acepta diciendo: "Si lo quiere el Papa, Dios lo quiere". No siempre se acepta la voluntad del elegido y se le impone el cargo.
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Vamos hoy a trazar el retrato político del obispo más hábil que tuvo la Iglesia Católica en la Argentina en el siglo pasado, el cardenal Raúl Primatesta, quien entendió como un servicio público el ejercicio del poder desde su fortaleza: la arquidiócesis de Córdoba, negándose con sutileza a trasladarse a Buenos Aires en tiempos complicados, reteniendo una influencia social que no dejó de ser envidiada, aunque también apreciada en algunos momentos que recorreremos hoy.
Líder de la Iglesia Católica en Córdoba
Su llegada a Córdoba a comienzos de 1965 lo puso a prueba en su autoridad frente al desafío que gran parte del clero mediterráneo había llevado adelante contra el arzobispo Ramón Castellano, quien renunció a diferencia de los titulares de Rosario y Mendoza, quienes sometieron la rebelión con dureza. Primatesta llevó adelante negociaciones prudentes que permitieron restablecer el diálogo entre la autoridad episcopal y los curas sublevados. Su prédica amable logró ordenar nuevamente la organización eclesiástica, pero fue durísimo contra quienes adoptaron posiciones maximalistas desde una posición tercermundista.
Su gestión durante el levantamiento del sindicalismo combativo y los estudiantes universitarios, junto a los sacerdotes rebeldes, el "Cordobazo" del 29 de mayo de 1969, ayudó a evitar mayor violencia tanto por los revoltosos, como por las autoridades militares que reprimieron en esos días. Su accionar negociador frente a todos los actores hizo que algunos jefes castrenses le asignaran el mote de "Testarrossa", es decir, "cabeza roja", atribuyéndole simpatías comunistas. Es correcto definir a Primatesta como un ferviente anticomunista y a los militares de entonces como cortos de entendederas, entendible por la dificultad de la sociedad para aceptar el diálogo como camino de resolución de los conflictos.
La década de 1970 mostró a Primatesta como testigo privilegiado de las graves crisis de Córdoba, como el "Viborazo" en 1971, que provocó la caída del interventor militar de la provincia; o el "Navarrazo" en 1974 que provocó la renuncia del gobernador montonero Ricardo Obregón Cano y su vice Atilio López. Durante la licencia que el Congreso Nacional otorgó a la presidente María Estela Martínez de Perón a mediados de 1975 y que ella decidió tomar en la residencia de descanso del jefe de la Fuerza Aérea en Ascochinga, el arzobispo cordobés realizó algunas visitas de cortesía a la primera mandataria.
Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina
El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 coincidió con su elección en mayo como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, sucediendo a monseñor Adolfo Tortolo, el duro arzobispo de Paraná y vicario general castrense. Primatesta encabezó el Episcopado, todo el gobierno militar. Sus modos moderados no fueron óbice para que se llevaran a cabo gestiones firmes ante los jefes militares que generaron gran malestar en las autoridades de facto. Su acción siempre discreta y el uso de la persuasión para lograr los objetivos que creía mejores para la Argentina y para la Iglesia no han sido reconocidos como lo merece.
Ha sido criticada la reacción frente a los violentos episodios ocurridos contra la Iglesia, como el asesinato de la comunidad palotina de San Patricio en Buenos Aires o el secuestro de religiosos asuncionistas y jesuitas durante 1976; y las muertes dudosas de dos obispos argentinos: Enrique Angelelli de La Rioja y Carlos Ponce de León de San Nicolás de los Arroyos. Son testimonio de esos tiempos los distintos documentos episcopales que interpelaron a los gobiernos de Videla, Viola y Galtieri. Nunca descalificó en público a nadie, aunque lo mereciera, y prefirió la negociación al enfrentamiento directo.
La cumbre de su gestión como jefe de la Iglesia Argentina es el documento "Iglesia y Comunidad Nacional", quizá el más importante documento episcopal de la historia moderna, presentado como una contribución a la reconciliación nacional en mayo de 1981, que proponía a los argentinos: "Necesitamos superar aún la misma justicia mediante la solidaridad y el amor. Necesitamos, urgentemente, alcanzar esa forma superior del amor que es el perdón".
Su gestión por la paz con Chile en 1978
Es memorable la gestión de Primatesta frente al papa Juan Pablo II, que derivó en la mediación papal que frenó la guerra contra Chile. El rechazo del laudo arbitral de Isabel II de Gran Bretaña, que concedió la soberanía a Chile sobre las islas del canal de Beagle, y su proyección atlántica, no encontró caminos de diálogo entre las dictaduras que gobernaban Argentina y Chile. El fracaso de los encuentros entre los generales Jorge Videla y Augusto Pinochet derivó en aprestos bélicos que iban a provocar una conflagración directa a fines de 1978.
Su intervención fue fundamental para evitar la guerra y vale el testimonio del arzobispo de Resistencia, Carmelo Giaquinta, quien diría mucho tiempo después: ""Al Cardenal (Primatesta) no me vinculó una relación de afecto. Pero siempre sentí respeto por él Aunque no era muy sonriente, nunca lo vi irritado Pero varias veces admiré su capacidad de resolución fue en la crisis entre la Argentina y Chile, cuando el Cardenal mostró al máximo su capacidad de decisión. El que ayer titubeaba en reunirse con los Obispos chilenos, de pronto viaja a Roma, y, contra toda humana prudencia, logra del Papa una desacostumbrada intervención. Los argentinos no tenemos idea de la magnitud de los males de los que nos salvó la mediación del Papa Juan Pablo II la paciente y sabia labor realizada por el Cardenal Antonio Samoré Tal vez no se le levante un monumento, como en justicia lo merecería según el sentir de muchos. Pero el Cardenal (Primatesta) tiene ya levantado un monumento: el más bello y perdurable de todos, esculpido por el mismo Jesús en las Bienaventuranzas del Sermón del Monte: "Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5,9).
Se reconoce en Primatesta al principal negociador para la visita de Juan Pablo II durante la guerra del Atlántico Sur, un evento de alto riesgo político. Durante las misas de Luján y Palermo y el encuentro con la Junta Militar Primatesta siempre estuvo a la diestra del Papa.
Presidente de la CEA por segunda vez
No fue sencilla la relación con Raúl Alfonsín, perturbada desde 1983. Primatesta se reunió con el radical, y en una gestión alejada de su habitual prudencia, a propuesta del futuro presidente, sugirió el nombre de Alfredo Tagliabue para el ministerio de Educación. Debido a que Tagliabue había sido funcionario durante el gobierno militar, su nombre fue vetado. Lo grave fue que Primatesta se enteró por los diarios, lo que hizo que siempre mantuviera cierto recelo en la relación con el gobierno de Alfonsín.
Luego de un interregno de tres años a cargo del arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Juan Carlos Aramburu, Primatesta volvió a la cabeza del episcopado durante dos períodos más entre 1985 y 1991, completando así la más extensa gestión en ese cargo hasta hoy. También fue un activo organizador de la visita pastoral del papa polaco durante el año 1987, que abarcó varias provincias argentinas, incluyendo Córdoba, la sede de Primatesta.
Su retiro y sus últimos años
Acompañó sin cortapisas los indultos del presidente Carlos Menem a las cúpulas militares y guerrilleras, como un gesto de reconciliación para los argentinos y para dar una vuelta de página al pasado trágico que había vivido el país. Renunció como mandan las constituciones apostólicas a los 75 años el 14 de abril de 1994, pero el papa Juan Pablo II retrasó varios años su aceptación en homenaje a quien apreciaba sinceramente. Se le atribuye haber presentado al casi retirado padre Jorge Bergoglio al cardenal Antonio Quarracino, quien quería realizar ejercicios espirituales. De ese viaje de Quarracino resultó nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires, quien hoy es el papa Francisco, rescatado del olvido a sugerencia de Primatesta.
Sin duda, Raúl Francisco Primatesta es una de las figuras más interesantes de la historia de la Iglesia Argentina. Quizá el paso del tiempo dé lugar a una valoración menos interesada y más desapasionada de su personalidad, sin discusiones, la de uno de los líderes más importantes en el siglo XX. Abandonó su oficio de arzobispo de Córdoba el 17 de noviembre de 1998, luego de 33 años, y murió en su modesto departamento cordobés, el 1.º de mayo de 2006, a los ochenta y siete años. Fue sepultado luego de un funeral multitudinario en la cripta de la Catedral de la Asunción.