Por Belén Cianferoni.
Crónicas de lavar los platos Crónicas de lavar los platos
¿Qué tal las fiestas? ¿Todo bien? ¿Te tocó lavar los platos después de la fiesta? Seguro, también tuviste algún que otro quilombito por lavar, alguna olla o una fuente que quedó guardada de la preparación de la noche anterior.
Muchas personas ponen música, algún podcast, o buscan a alguien con quien conversar mientras lavan, solo para intentar silenciar esa parte de nuestra mente que dice: "Estás solo contigo, es hora de hablar." A mí me gusta pensar cuentos sobre estafas mientras voy lavando las sobras de las fiestas. Agatha Christie tiene toda la razón. Pero si decides zambullirte conmigo en el jabón y visitar algunos de mis pensamientos, vamos a bucear un poco en nuestra mente, a ver qué encontramos. Pasame la esponja que empezamos.
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Me encanta verme reflejada en la espuma del detergente y hablar conmigo misma. Transito mis decisiones. Veo manchas en las ollas e intento rasparlas sin lastimar demasiado el metal. Pobre olla, si la raspo demasiado ya no me ayudará a cocinar más. Hay que tener cuidado con el teflón y usar la parte amarilla de la esponja, jamás la verde. Dios nos libre de usar la virulana, porque si no, pasamos de tener un elemento de cocina a un elemento tóxico. Así entendemos que tenemos una herramienta para cada situación.
En esta lucha con los utensilios, la grasa y el perfume alimonado, aparece la Belén que me charla y me ayuda a llenar el tiempo mientras me dedico a frotar y raspar.
A veces es buenísima y me regala recuerdos de bromas que vi por internet o de mi infancia. A veces, me regala memorias de cada cosa que veo en las páginas de compra y venta de Facebook, y me río sola. Otras veces es muy yegua y se dedica a darme con un caño. Me dice cosas como:
"Otro año más sin ganar esa beca, Belén."
"Otro año sin hacer dieta, Belén."
"Otro año con la misma foto de perfil, Belén."
"¿Y el libro para cuándo, Belén? Todos están publicando y vos te estás quedando atrás."
"Otro año que pasa, Belén." Uff.
Aquí no me voy a hacer la dura, porque si se me cae una que otra lágrima en la pileta mientras me armo todo el teatro... te pongo a la víctima, al acusador, al culpable, al jurado, al juez y al verdugo. El problema es que siempre soy yo en todos los papeles.
Son muchas voces cuando estoy enjuagando los tenedores, pero con los platos, las voces se limitan a tres: la que hace, la que juzga y la que programa qué hacer en el futuro. Deberían trabajar coordinadas en mi cabeza, pero casi siempre están enfrentadas entre sí o complotadas en mi contra.
Me sirvió muchísimo hablar de esto en terapia con mis psicólogas, y aprendí una cosa o dos de estos diálogos interiores que me acompañan. Hablar con uno mismo es lo más natural del mundo, y si lees esto y te sientes con miedo... no lo tengas. Todos nos enfrentamos con el reflejo en las burbujas de vez en cuando. La cuestión es no herirte con tus pensamientos ni hacerte merecedor de castigos por crímenes imaginarios.
Les dejo unos pequeños aprendizajes mientras lavo la olla más grande:
Con la Lic. Godoy aprendí a concentrarme en el presente. No puedo juzgarme a futuro por cosas que aún no sucedieron. Con el perdón del pueblo ricotero, mi futuro no llegó hace rato, mi presente sí. Y mi presente es dejar la cocina lo más perfumada y hermosa posible. Así que sigamos fregando, un plato a la vez, una acción a la vez.
Con la Lic. Paradelo aprendí a desdramatizar un poco, a identificar el dolor y no agrandar la herida. ¿Qué es lo que me duele en verdad? ¿Hasta dónde es mi voz y hasta dónde es una imagen que intento reflejar en la sociedad? Está mi fantasma y estoy yo, como ser que vive la experiencia de existir. Que, entre nosotros, les digo... no es poca cosa. No aumentemos detergente donde no lo necesitamos, está caro.
Con la Lic. Manzur, todavía estoy aprendiendo a dar valor a todo lo que hago, a observar cómo mi cuerpo responde a mi mente sin juzgarme. El cuerpo es una maquinaria de alta complejidad de la cual no tenemos manuales de uso, así que es inevitable que tengamos que tenernos paciencia. Si hoy podés esto, genial; mañana podrás más si aprendes a escuchar a tu cuerpo hablando. Así que no usemos el agua tan caliente, si sabemos que nos va a lastimar. El agua tibia también limpia. Templanza gente, templanza.
Las búsquedas de entender los diálogos son también búsquedas de aprendizaje y crecimiento. La Belén que hace, la que juzga y la que programa a futuro tienen que ser lo suficientemente maduras para decirse a sí mismas: "Sí, faltó, pero no tanto. Está mal, pero no tan mal." Aquí aprendemos que Guido Kaczka es, en verdad, un gurú.
Los diálogos interiores no se van a callar por más que los laves con lavandina, porque tu cuerpo y tu mente te necesitan con atención plena, pero, sobre todo, con la bondad suficiente para decirte: "Aquí vamos otra vez, pero esta vez con una mejor esponja."
No te preocupes por cambiar de esponja, muchas veces es necesario para poder seguir.
No quiero irme sin darte un regalo para estas fiestas. Gracias por tanta paciencia y por regalarme unos minutos los domingos. Te dejo como regalo la lectura del libro "Los diálogos interiores" de Norberto Levy.
Hasta el próximo bocadito.