Por Francisco Viola.
Temps era temps Temps era temps
Es el título de una canción de Serrat que recuerda sus tiempos cuando pequeño. Se traduce como "érase una vez" y no habla de cuentos, sino de pequeñas biografías que todos tenemos. Porque cada cual tiene guardado en su memoria, detalles de otras épocas, cando era pequeño o adolescente. Una memoria no descriptiva, sino enhebrada en emociones. Nombres, cosas, saberes y sentires que sólo toman valor porque uno estuvo presente de algún modo. Somos seres biográficos que luego, quizás, intentamos contarlo con mayor o menor gracia para evocar y convocar sentimientos. Así para los de cierta edad es fácil recordar cosas simples. Por ejemplo, podría ser: carnaval con bombuchas, placero, matiné en el cine con un par de películas, entre otras cosas. Películas de otra época que hoy, quizás no veríamos. Todo eso es bastante intrascendente, que se convierten en importantes sólo por haberlas vivido, porque somos esa historia que nos atravesó. No estoy hablando de la macro-historia porque todos hemos convivido con fechas de gran importancia, con cuestiones que están en los libros de para la humanidad. Es más, por cada década siempre podemos encontrar un dato histórico relevante, sin dudas. Pero no hablo de eso, sino de esa microhistoria que nos tenía como protagonistas reales. Así somos lo seres humanos. Una biografía donde somos protagonistas y que la relatamos como podemos, con la memoria que nos alcanza, nos ayuda o, en ocasiones, nos perdona. Una memoria que generalmente se asocia con afectos, con anécdotas hasta inverosímiles y, estoy seguro, con una canción. Si los detalles vividos son tatuajes invisibles, la música podría ser, metafóricamente, parte de la tinta.
Además, por un claro sesgo, nos acordamos de detalles que nosotros consideramos vitales, insisto, aunque sean cositas pasajeras. Porque esos detalles lo asociamos con las cosas que nos hacen feliz, que nos hacen sentir bien. En esas anécdotas sobrevuela una noción clara de valores positivos, deseables. Quizás, por eso, pensamos en la tontería de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Sabemos a ciencia cierta que no es verdad, pero los recuerdos de una época donde la felicidad estaba como cierta constancia o, la recordamos de ese modo, aparece como una realidad concreta.
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Entonces, el ritual debe reiterarse, porque es donde se puede anclar la esperanza del futuro. ¿A qué me refiero? A ser capaces de propiciar en la siguiente generación la creación de esas pequeñas anécdotas que no son sermones, ni mensajes que merezcan un cuadro (hoy un mensaje viral), sino que permiten establecer pequeños mojones que marcan la vida real. Crear anécdotas con detalles, siempre con música, estoy demasiado convencido de eso. Pequeños detalles compartidos, donde la risa, o simplemente la sonrisa cómplice pueda aparecer. Porque al fin y al cabo, son esos instantes siempre son mínimos y pasajeros- donde se graba con cincel y oro, los valores más importantes. No pretendo ser ingenuo, sé que la vida no siempre puede ser así y que hay situaciones dramáticas que, aunque no deseemos pueden pasar. Pero, aún en esas situaciones, podemos crear pequeños detalles que nos hagan creer que aún hay esperanza, siempre.
Por ello, sería bueno preguntarnos ¿en qué anécdota completamente personal, totalmente intrascendente nos damos cuenta que toda la importancia de la vida? Y, por supuesto, ¿Qué hemos hechos hoy para crear una nueva anécdota compartida?