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El TDAH, diagnóstico de prevalencia creciente, puesto en cuestión

Por Marito Lavaisse.

08/12/2024 06:00 Opinión
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Escribo desde el enojo. A medida que avance el texto irán entendiendo por qué. Trabajo como psicólogo en salud pública hace más de diez años y hay una viñeta que se repite con una frecuencia alarmante. 

Empieza el primer acto con un docente que tiene treinta estudiantes a cargo y hay uno, en el mejor de los casos uno solo, que es un jodido. Hablemos claro. Segundo acto: la indisciplina y el desafío a la autoridad motivan una entrevista con los tutores en la que se les manda a hacerlo ver. En el tercer acto esos niños terminan siendo mal diagnosticados y, lo que es más grave todavía, terminan siendo dopados. Esa es la palabra correcta. No es medicación sino dopaje. 

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Primero diré lo que no puede dejar de ser dicho: no existe la hiperactividad ni tampoco el Trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). No existen ni como patologías y tampoco como entidades clínicas. Sí que existen como diagnósticos de moda y muchas de esas veces se clausura la posibilidad de un tratamiento con un dopaje farmacológico. Es importante que tengan presente esto: se trata de una enfermedad inventada. Ya llegaremos a esa parte.

En principio todas las enfermedades son inventadas en el sentido de que se trata de una construcción teórica, una abstracción que se sostiene en signos y evidencias y una asociación de esos signos a una causa más o menos específica. Pero que sea inventada la hepatitis, por ejemplo, no quiere decir que no existen los virus, las bacterias o parásitos que pueden inflamar el hígado. Para el caso del TDAH se carece de indicadores biológicos que sean consistentes y aun así la sugerencia del manual diagnóstico es la prescripción de "medicamentos". 

Es vasto el consenso en la comunidad científica acerca de la peligrosidad de los fármacos recetados para el TDAH. Principalmente el metilfenidato (MFD) y también otros derivados de las anfetaminas como la atomoxetina. Su peligrosidad radica en sus efectos adversos y en que conduce indeclinablemente a la adicción. Los nombres comerciales son Ritalin, Concerta (MFD) y Recit (atomoxetina).

Se trata de estimulantes del sistema nervioso central que alteran la sinapsis normal a través de diferentes mecanismos. Cualquiera que consuma estos "psicofármacos" durante dos semanas será suficiente para que su organismo acuse recibo y tenga que recompensar el desequilibrio producido con la ingesta. Piensen en lo que pasa en el alcohólico o en el adicto a la cocaína el día después del consumo. La metáfora no es arriesgada porque la estructura molecular de la cocaína y el MFD es muy parecida. Si no saben qué pasa es que hay resaca. Una resaca es una versión bonsai del efecto de abstinencia. La abstinencia es un cuadro general de descompensación que se produce al interrumpir el consumo de una sustancia adictiva (alcohol, nicotina, cocaína, etc.). Síntomas y sensaciones desagradables que se repiten son: ansiedad, insomnio, irritabilidad, temblores, palpitaciones, entre otros más graves. La droga se transforma así en un bastón que no se puede soltar porque si no uno indefectiblemente caerá. Eso es lo que ser adicto significa. 

Al igual que otras drogas, como las ya mencionadas, el MFD también produce resistencia y dependencia. Resistencia es que el cuerpo se acostumbra y si hoy estoy puesto con 0,5 en un mes necesitaré un gramo y en unos años un buen par de gramos. Dependencia significa que después de un tiempo no muy extenso, digamos un par de meses, si prescindo del fármaco me dará abstinencia. Y de esto no advierten los neurólogos y psiquiatras que recetan indiscriminadamente y sin criterio estas drogas. Por supuesto que no lo hacen con mala intención sino por falta de formación. Porque les habita la inocente esperanza de la panacea, de que la combinación precisa de una droga con otra nos solucionará la vida. Si soy un desempleado emprendedor a quien le hackearon la cuenta haciendo que pierda todo mi dinero, encima ayer me enteré que me van a quitar la casa, díganme ustedes: ¿qué droga arregla eso? 

Una mejor formación humanística y en psicoterapia de estos profesionales hiperactivos para prescribir drogas contribuiría. No es cuestión de caerles a una rama de profesionales en específico porque, como podrán notar, el problema es estructural, y por lo tanto complejo y relacional. También son muchos los psicólogos que se desentienden pronto y hacen interconsultas. También son muchos los docentes que se apresuran a diagnosticar ellos mismos. En cualquier caso quienes medican tienen conflictos de interés lo que les condiciona para el debate. Sino que vengan a negar que es cierto que las farmacéuticas los premian con viajes al exterior a participar en congresos, cuando no con renovación de mobiliario para el consultorio.

¿Se va entendiendo por qué el enojo?

Una enfermedad inventada

No existe la hiperactividad. No existe el TDAH. Si todavía no están convencidos agrego un factor más que es un factor de peso. El inventor del cuadro clínico, el responsable de que el TDAH esté incluido en los manuales diagnósticos, se llamaba Leon Eisenberg. Fue un psiquiatra estadounidense quien confesó en una entrevista para Der Spiegel, una prestigiosa revista alemana, meses antes de morir en 2009, que el TDAH es un ejemplo de enfermedad inventada. ¿Cómo se inventa una enfermedad? Muy sencillo, en primer lugar hay que hacer un catálogo de síntomas (mientras más vago sea el rejunte mejor), luego a esa pequeña colección se le pone nombre de enfermedad y, obviamente, se sugiere un tratamiento medicamentoso asociado. Según el DSM-5 los criterios diagnósticos para el TDAH son: falta de atención, hiperactividad e impulsividad. Casi que parece una descripción de la infancia normal.

Por supuesto que a esta altura del partido podrán encontrar textos en la web, algunos sutiles que sugieren que en esa entrevista en cuestión hay errores de traducción (esto al googlear el nombre de Eisenberg) y otros más radicales que directamente llevan por título "negar la existencia de la hiperactividad es una irresponsabilidad". Esos portales están directamente relacionados con las empresas farmacéuticas involucradas, por lo que sus claros intereses económicos, al igual que en el caso de psiquiatras y neurólogos, les anula para el debate.

Se va entendiendo por qué el enojo

No quiero terminar este texto sin un comentario crítico sobre los llamados "efectos secundarios" conocidos de estos fármacos. Entre los más citados están: insomnio, inapetencia, irritabilidad, dolor de cabeza, sopor, mareos, náuseas, vómitos, entre otros cardiovasculares tras un consumo prolongado. A muchas mamás les asistí cuando notaron todo lo que estos "medicamentos" producían. Porque la interrupción del tratamiento tiene que ser supervisada, en lo ideal, por el mismo profesional que recetó en primera instancia. Interrumpir el consumo de forma abrupta lleva a la abstinencia.

El comentario crítico es acerca de la categoría de "secundarios". No son secundarios sino que son tan primarios como los efectos buscados. Muchas veces en los orígenes de la síntesis de drogas se descubren efectos inesperados. Por ejemplo a fines del siglo diecinueve se experimentó con cocaína como anestésico local en tratamientos oftalmológicos. Luego se la abandonó por su potencial adictivo. Otro ejemplo es el viagra. Investigadores de Pfizer buscaban un fármaco para tratar la angina de pecho en la década del ochenta. A fines de los noventa se transformaría en el primer medicamento aprobado en su rubro. Y todavía hoy, en el prospecto encontramos mencionado al aumento de la frecuencia cardíaca como un "efecto secundario" cuando era en primera instancia lo que se buscaba.  

En la gran mayoría de casos de procesos de desmedicalización que acompañé el principal asunto del trabajo psicoterapéutico fue la institución de autoridad. Se imaginarán que no son problemas personales o familiares sino psicosociales. Hay una crisis de autoridad y de credibilidad que caracteriza a la época contemporánea. A principios del siglo veinte inspiraba respeto e inspiraba prestigio ser militar, político, sacerdote, o profesor. Hoy en día, ¿les inspira respeto esos oficios por sí mismos o más bien que cada uno se lo tiene que ganar?

Por último, un comentario esperanzador. Estoy tan convencido de que la institución de autoridad resuelve el problema del jodido que les digo a las mamás de mis pacientes que les garantizo resultados. Porque el jodido no se comporta porque no reconoce la autoridad o porque aun reconociéndola la desafía y la pone en cuestión. Es el signo de estas épocas.

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