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Las damas del cielo, las primeras aviadoras argentinas

Por Eduardo Lazzari.

Amalia Figueredo en sus tiempos de aviadora (Gentileza Eduardo Lazzari)

Amalia Figueredo en sus tiempos de aviadora. (Gentileza Eduardo Lazzari)

05/10/2024 15:58 Opinión
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Las damas del cielo, las primeras aviadoras argentinas Las damas del cielo, las primeras aviadoras argentinas

Por Eduardo Lazzari para Infobae.

La conquista del aire fue uno de los logros más extraordinarios de la humanidad durante el siglo XX. Siempre el hombre ambicionó volar, observando y envidiando desde los principios a los pájaros. Desde los mitos antiguos, como el de Ícaro y Dédalo, pasando por los inventos de la antigüedad, tales como las catapultas para lanzar hombres, sin dejar de lado los diseños de Leonardo Da Vinci, y en la Edad Moderna los globos aerostáticos, que ascendían a los cielos, pero no controlaban su destino, a lo largo de los siglos el ser humano intentó dominar el transporte propio por el aire.

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El invento de los hermanos Wright, aquel aeroplano que voló por sí solo durante unos segundos el 17 de diciembre de 1903, cambió la historia, iniciando el desarrollo de la aviación y la popularización de los viajes aéreos alrededor del globo terrestre. La Argentina, en esos años en que disputaba el podio de los países avanzados del mundo, no quedó afuera de la carrera aeronáutica, y se recuerdan los nombres de los pioneros como Jorge Newbery, Aarón de Anchorena, Teodoro Fels y Benjamín Matienzo, entre muchos que fundaron la historia de nuestra aviación.

Personajes universales como Antoine de Saint-Exupéry y Charles Lindberg también conforman esa pléyade de hombres que permitieron el sueño de volar, pero la historia ha sido más remisa con las mujeres que lograron pilotar aviones casi simultáneamente a los hombres en los inicios del 1900. La francesa Raymond de Laroche, la italiana Carina Massone Negrone, y la estadounidense Amelie Earhart, que se perdió en el infinito allá por 1937 y que hace poco tiempo fuera encontrado su avión (), son apenas algunas de las heroínas aéreas que contribuyeron al desarrollo de los vuelos tripulados para la humanidad.

La Argentina también tuvo pioneras de la aviación, que por el sesgo a veces misógino del relato histórico, no han sido reconocidas como lo merecen. Fueron también las primeras aviadoras en el continente. Vamos a dedicarnos hoy a esas mujeres extraordinarias.

Amalia Figueredo de Pietra: la pionera entre las pioneras

La primera mujer en pilotear un avión en la América del Sur, Amalia Celia Figueredo, nació en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, el 18 de febrero de 1895, en el seno de la familia formada por Honoria Pereyra y Faustino Figueredo. Eran tiempos de prosperidad económica y de ascenso social, por lo que los padres de Amalia, una vez que se trasladan a Buenos Aires, se esmeran en brindarle una buena educación, que le permite estudiar obstetricia en la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Al cumplir 19 años se muda al barrio de Villa Lugano, donde se encontraba el primer aeródromo de la ciudad, y allí cambia su destino cuando conoce a Jorge Newbery, quien se convierte en su primer instructor luego de ser el piloto del vuelo de bautismo de Amalia. Fue la vigésima cuarta mujer en volar en avión en el mundo. Pocos días después, el "padre de la Patria en el aire", Newbery, muere en Mendoza.

El francés Paul Castaibert y el tandilense Eduardo Olivero son sus instructores y rinde el primer examen de una mujer para aspirar a ser piloto de avión en setiembre de 1914, pero un accidente posterga el asunto para más adelante. El 1° de octubre de 1914 rinde su segundo examen frente a los examinadores del Aeroclub Argentino y recibe el brevet de piloto N° 58 de la Federación Aeronáutica Internacional, a sólo cuatro años de que fuera otorgado el primer certificado a una mujer en el mundo, en Francia donde voló sola en un avión Raymonde de Laroche. Vale aclarar que el brevet es el carnet habilitante para vuelos. Eran tiempos de investigación en el aire, y los pilotos criollos solían practicar acrobacias que reunían multitudes, en espacios abiertos como el hipódromo Nacional de Belgrano o en Lugano.

Amalia realizó viajes y exhibiciones a lo largo y lo ancho de la Argentina, y piloteó el primer vuelo entre Casilda. San Nicolás y Buenos Aires. Al llegar, se casa con Alejandro Pietra y va abandonando la aviación, aunque nunca deja de tener relación con el mundo de los aviadores y de vez en cuando, practica vuelos. Su vida cambia rotundamente cuando en 1928 muere su esposo y debe ocuparse de sus dos hijos, Blanca y Rodolfo. Fue empleada del Registro Civil y se jubiló allí. Si bien nunca estuvo alejada de la actividad aeronáutica, los homenajes le llegaron tarde.

Fue nombrada presidente del Aeroclub Femenino de la Argentina, socia honoraria del Círculo Militar de Aeronáutica, aviadora civil uruguaya. Fue condecorada con la Orden del Mérito con el grado de Gran Oficial del Brasil, Medalla de Plata por la Asociación Aeronáutica Argentina y finalmente recibe el grado de capitán de reserva de la Fuerza Aérea Argentina, a los ochenta y ocho años. Al cumplirse cincuenta años de su brevet de piloto, fue nombrada aviadora militar "honoris causa" por la Fuerza Aérea Argentina, volando ese día un avión a reacción en Aeroparque.

En 1970, una ley la reconoció como precursora de la aeronáutica argentina. Al año siguiente fue condecorada con la Gran Medalla de Oro de la Asociación Vieilles Tiges, siendo la primera nacida en estas tierras que la recibió en Francia. Falleció en Buenos Aires el 8 de octubre de 1985, a los noventa años, y fue sepultada en el Panteón Militar del cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires. Sin duda, no ha recibido aún los homenajes que merece esta pionera de la aviación argentina. Pero en homenaje a la verdad, el aeródromo de Cosquín lleva su nombre y varias calles de ciudades argentinas la recuerdan.

Carola Lorenzini: la paloma gaucha

Carolina Elena Lorenzini nació en la vieja localidad de Empalme San Vicente, hoy Alejandro Korn, al sur de Buenos Aires, el 15 de agosto de 1899, en la familia formada por José Lorenzini y Luisa Piana, siendo la séptima de ocho hermanos. Desde niña manifestó interés por los "ingenios" mecánicos, a tal punto que la tradición en San Vicente, pueblo cercano a su lugar de nacimiento, dice que Carola, tal como era conocida, fue la primera mujer en conducir un auto por el pueblo. Se recibió de dactilógrafa y comenzó a trabajar en la compañía de telefonía de la zona.

Practicó diversos deportes con gran destreza, entre ellos remo, equitación, salto, jabalina y llegó a ser campeona de atletismo en 1925. Esta característica sin duda la hermana con el gran polideportista Jorge Newbery. Sin embargo, la mayor de sus ambiciones era convertirse en piloto de aviación y logró inscribirse en el aeródromo del Aeroclub Argentino, en Morón, recién en 1931. Para poder costearlo vendió su bicicleta y algunos libros de su biblioteca.

En 1933 rindió examen y obtuvo el brevet N° 436 de aviador civil internacional. Unos años después iba a convertirse en la primera mujer instructora de vuelo en América del Sur. Su presencia en los festivales aéreos y las exhibiciones era característica, ya que por su interés por las culturas indias y por la tradición gauchesca, vestía bombachas de campo, campera de cuero y botas. Eso le valió el sobrenombre de la "aviadora gaucha" o la "paloma gaucha".

Sus logros son impresionantes: el 31 de marzo de 1935 batió el récord sudamericano de altura al llegar a los 5.381 metros, en un avión diseñado y construido en la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba; el 13 de noviembre de 1936 fue la primera aviadora en cruzar en solitario el río de la Plata; en 1940 compitió en el llamado "Raid de las Catorce Provincias", y lo completó volando a las catorce capitales de ese entonces. En 1941 obtuvo la licencia para vuelos públicos comerciales, siendo la primera argentina en lograrlo.

La especialidad acrobática que la caracterizaba era el "looping invertido", una maniobra de mucho riesgo que la obligaba a volar cabeza abajo, al ras del piso. El 23 de noviembre de 1941, en el marco de la recepción en el aeropuerto internacional "Bernardino Rivadavia", hoy base aérea de Morón, a las aviadoras uruguayas, llevó a Amalia Figueredo de Pietra a una de sus maniobras. Luego, frente a una multitud, perdió el control de su avión y se estrelló contra los hangares. Siempre había temido morir carbonizada. Murió debido a las heridas recibidas, pero el avión, un Focke Wulf que no era el suyo, no se incendió.

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