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Fascismo y judíos: las falsedades – incluso las de la derecha- han aburrido

Por Caio Mussolini.

25/09/2024 20:04 Opinión
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Le escribo para poder compartir algunas reflexiones sobre un evento celebrado en Roma y relatado en el artículo escrito por Alessandra Paris ya que no he tenido la oportunidad de hacerlo directamente desde las páginas de Il Secolo d'Italia.

Me inspiro en el importante evento celebrado el en la Cámara y realizado con el objetivo de preservar la memoria de las tragedias del siglo XX sufridas por el pueblo judío. Una iniciativa encomiable y compartible que está conectada con nuestra atormentada historia del siglo XX, y por eso mismo hubiera sido deseable un uso reflexivo y cuidadoso de las palabras, especialmente por parte de quienes ocupan importantes cargos institucionales.

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Permítanme subrayar inmediatamente, citando a la propia Hannah Arendt, que el fascismo no era "totalitarismo". De hecho, el Fascismo nunca logró controlar completamente la vida del Estado porque la Iglesia y la monarquía se mantuvieron autónomas de él. Además, el Fascismo no practicó el terror ni el exterminio masivo y por estas razones podría definirse como un totalitarismo "imperfecto". De hecho, los dos totalitarismos europeos fueron el nazi y el comunista de la Unión Soviética. Basta leer el libro de la misma escritora "Los orígenes del totalitarismo" de Einaudi, para comprender las grandes diferencias entre la dictadura fascista y los dos totalitarismos.

El Fascismo, contrariamente a lo que afirma el orador no "sistematizó legalmente la aniquilación del pueblo judío y luego la llevó a cabo". En efecto, hasta el 8 de septiembre de 1943 era todo lo contrario, véase la protección brindada por la Delasem con el soporte de las autoridades fascistas, las salidas de los buques desde Trieste (ciudad definida como Sha'ar Zion) realizadas hasta 1943 hacia Israel organizadas por Misrad ha sochnut ha yehudit; véase Primo Levi, que pudo graduarse normalmente en química en la Universidad de Turín en 1941 en pleno periodo de actuación de las – vergonzosas – leyes raciales; o simplemente leer lo que escribió el historiador judío Léon Poliakov para indicar la protección establecida por Benito Mussolini a favor de los judíos (no sólo los italianos), de quien utilizó la expresión "Escudo protector" (Cfr. Léon Poliakov, "El nazismo y el exterminio de los judíos", páginas 219-220). Este escudo se mantuvo no sólo en Italia, sino también en Croacia, en Grecia, en el Egeo, en Túnez: en resumen, en todos los lugares donde penetraron las tropas fascistas.

Incluso el erudito israelita Menachem Shelah en el libro titulado Una deuda de gratitud (hacia Italia) destaca el fuerte contraste y el conflicto abierto entre las líneas políticas italiana y alemana hacia los judíos.

También un autor antifascista como Mario Avagliano reconoce que: "…en Francia, Yugoslavia y Grecia los mandos italianos intervinieron a menudo en defensa de los judíos, y arrebataron a muchos de ellos a los alemanes, salvándolos de persecuciones y deportaciones".

Las leyes raciales, profundamente erróneas e injustas, fueron un gran error. Considerando además que las comunidades judías estuvieron presentes en Italia durante siglos y perfectamente integradas en el tejido social, a pesar de las discriminaciones e injerencias en sus vidas a lo largo de los siglos que venían del Vaticano. Además, muchos judíos participaron con entusiasmo en la Marcha sobre Roma del '22, mientras que muchos otros ocuparon altos cargos en la administración pública en los años del gobierno fascista (por ejemplo, Finzi, Jung, Rava, Toeplitz, Almansi, Del Vecchio...). Y una de las mujeres más importantes en la vida política – y amante - de Mussolini fue la judía veneciana Margherita Sarfatti.

Sin embargo, las leyes raciales "discriminaban" y no perseguían, y hasta el 25 de julio de 1943 (día del golpe que hizo caer Mussolini) ningún judío fue perseguido y mucho menos deportado. También sería siempre importante contextualizar el período histórico: cabe destacar que la "gran democracia" de Estados Unidos en 1939 no permitió el atraque del barco Saint Louis procedente del puerto de Hamburgo con más de 900 judíos huyendo de la persecución nazi. ¡O recordar que sus leyes raciales fueron abolidas con la Ley de Derechos Civiles recién en 1964!

El orador concluye su discurso citando el libro de Hannah Arendt La banalidad del mal, que recomiendo todos lean e imagino que él habrá leído. Sin embargo, debe haber pasado por alto lo que la autora escribió precisamente sobre el gobierno Fascista y los italianos en las páginas finales - de 182 a 187 - donde, por ejemplo, informó que: "El sabotaje italiano de la solución final había adquirido proporciones graves, sobre todo porque Mussolini ejerció cierta influencia sobre otros gobiernos fascistas: el de Pétain en Francia, el de Horthy en Hungría, el de Antonescu en Rumania y también el de Franco en España. Mientras Italia no siga masacrando a sus judíos, los demás estados satélites de Alemania también podrían intentar hacer lo mismo".

Luego vino el infame 8 de septiembre de 1943, la "mayor traición de la historia" (no lo digo yo, lo escribió el Mariscal Montgomery en sus memorias, y cuando fue demandado en Italia a mediados de los años 60 ganó el caso, llegando el fiscal adjunto de Milán Dr. Bonelli a solicitar y obtener del Consejero Instructor Dr. Palma la absolución del Mariscal con sobreseimiento del proceso) y todo cambió. Con la destitución de Mussolini como Jefe de Gobierno, la hegemonía militar alemana en Italia y la guerra civil, se perdió esa "protección", con las trágicas y lamentables consecuencias que todos conocemos.

Espero con estas reflexiones haber dado un pequeño aporte respecto a la verdad histórica, necesaria hoy más que nunca si queremos alcanzar una visión compartida de ese período dramático y complejo que aún hoy nos persigue – y pensar al futuro.

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