"No eran pobres pibes", graficó el policía que gatilló el arma reglamentaria. Su exnovia declaró y desistió de sus dos versiones.
Los Arévalo afirman que la patota los atacó y que la muerte no fue buscada Los Arévalo afirman que la patota los atacó y que la muerte no fue buscada
Los hermanos David Enrique y Diego Sebastián Arévalo manifestaron ayer que la madrugada del 31 de julio del 2022 fueron literalmente atacados por una patota enardecida y que la muerte de Roque Jesús "Chuna" Barraza quizá fue resultante de un exceso no deseado.
El primero que proveyó su versión fue el cadete, Diego Sebastián. En esencia, el joven manifestó que ignora "por qué estoy preso. Nos encontrábamos con una amiga y la novia de mi hermano. Pasaron jóvenes cantando y gritando de todo...". Estalló un incidente, por insultos, externos. "Quisimos calmarlos, pero no fue posible..."
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Después, fue el turno del policía, David Enrique. Más allá de coincidir con su hermano sobre el presunto prólogo del incidente, añadió: "De aquella noche, todos estamos presos y del otro lado, nadie".
Añadió que los vecinos le proveyeron fotos y videos sobre las actividades de una patota, en cuyas filas -indicó- se encontraba la víctima. "No eran pobres pibes" graficó el policía, obviando el hecho de que un joven murió por una bala de su pistola 9 mm.
Más adelante, el efectivo subrayó que su conducta tal vez tendría respuestas en un contexto pasado. Explicó que la patota lo amenazó con violar a una hija. Es más, agregó que tuvo miedo y que actuó en defensa de su familia y de su casa.
La testigo difícil
La jornada destacó también el testimonio, vía zoom, de una testigo harto buscada hace largos meses. Se trata de una ex pareja del policía Arévalo. Su rol en la investigación es considerado importante. Al parecer, semanas después del horror habría declarado que el cadete exhortó a su hermano, instándolo: "Metele unas balas a éstos". Con posterioridad, habría clarificado el relato. En realidad, explicó aquella vez, quiso decir: "... Hacé algo que te están rompiendo la casa".
Ahora, declaró pero no quiso señalar donde se encontraba, al indicar que trabaja y tiene dos menores a cargo. Esta vez, descartó haber declarado y provisto ambas versiones, obviamente contradictorias.
Otros testigos
Con antelación, días atrás, declararon otros testigos considerados importantes. Por ejemplo, un funcionario policial de apellido Gorosito graficó al tribunal sobre las cualidades netas de un policía, características que lo diferencian de cualquier inadaptado, proclive a la violencia o a viscerales enrostrados en la Ley del Talión: "Ojo por ojo, diente por diente".
"Uno es policía las 24 horas", dejó en claro Gorosito. Con ello, sacudió la amnesia de varios imputados, quienes intentan direccionar la retina del tribunal hacia una "legítima o exceso en legítima defensa".
El lunes próximo, el alto cuerpo reanudará el debate con la incorporación de pruebas y alegatos. La Fiscalía irá fuerte por la perpetua; las defensas, por la absolución del cadete y cambio de calificativa para el policía. Como último recurso, una condena leve por "homicidio simple".
Final imprevisible
Los vocales Alfredo Pérez Gallardo, Julio Carmelo Vidal y Raúl Santucho tienen una misión compleja, depurar en la conducta de dos bandos: una juvenil, propensa a los incidentes, insultos y siempre a contramano de la Ley. La otra, con uniforme, que sostiene haber sido desbordado por los primeros y haber recurrido a una pistola para contrarrestar la avanzada de los violentos, considerados patoteros.
El lunes, la Fiscalía deberá recurrir a los testimonios concretos, específicos, claros, y prescindir de muchos inspirados en verdades a medias. Inclusive, en el grupo de los amigos de la víctima, hubo jóvenes que convirtieron el recinto en un escenario de mentiras.
Así, de todo ello deberá emerger un veredicto, unánime, o no. El que peor se encuentra en el juicio es el policía, ya que la Justicia le reprocha haber quitado una vida, pero también de prescindir de la necesaria mesura y no actuar como auxiliar de la Ley, al descender a la altura de aquellos por él considerados inadaptados.
El único instante en que quizá fue alcanzado por la cordura fue cuando levantó el teléfono y llamó a su padre para confiarle: "Me he mandado una c..."