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Crónicas de la Guerra de la Pizza

Por Belén Cianferoni.

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18/08/2024 06:00 Viceversa
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Suenan clarines y cornos. La guerra se avecina, ya no hay tratativas de paz para evitar que esta antigua discusión azote el pacífico suelo santiagueño. Los bandos enemigos están definidos. Es hora de comenzar la crónica de esta división entre hermanos: el tipo de pizza. Vamos a intentar ser objetivos. Empezamos.

Por un lado del ring, con mucho peso y presencia, tenemos a la pizza al molde. Es grande, pesada, afectuosa, inmensamente familiar, y te abraza con la seguridad de llevarte a los lugares más recónditos de tu infancia. La pizza al molde toma su tiempo; carga en sí el amor fermentado, el que espera para unirse con la salsa de tomate y la muzzarella en una comunión carnal. Eso sí, este acto requiere de espacio en tu estómago. Esta pizza es devota; castiga el pecado de la gula, es casi imposible devorar más de tres porciones sin sentir esa pesadez del que quiso ser demasiado feliz en poco tiempo. La pizza al molde se lleva muy bien con un vinito Malbec, un rosadito dulce o un Moscato, demasiado bien. Es la pizza de la salida después del teatro, del trámite que terminó bien en tribunales, de lo que cenas cuando son muchos los diablos y poca el agua bendita.

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Del otro lado del ring, liviana y veloz, tenemos a la pizza a la piedra. Es crocante, delicada, fresca y rápida; no sabes en qué momento terminó una canción y empezó la otra. Es la pizza de la salida con amigos, no necesita tiempo de preparación extra, está para saciar tu placer. A la hora que digas y cuando digas. No se lleva bien con su propia fermentación, no le va. Está apurada para abrazarse con el queso elástico y calentito que quiere escaparse de la fiesta que se engendra en la boca. Esta pizza quiere que la lleves de fiesta con tus amigos y que tomes unas cervezas frescas mientras la noche busca convertirse en día. Es la pizza del corazón roto, la que hacen las amigas desde épocas ancestrales para poder secar lágrimas. Comes esta pizza, y sientes que el queso te tendió una trampa y te da la bienvenida al infierno por tanta gula. Aquí no te salva ni el agua bendita.

Aparecieron opiniones durante esta investigación. Algunos dicen: "Esa pizza a la piedra sale o quemada o cruda", "Ese bizcochuelo salado no te deja sentir el sabor del queso", "Parece suela", o "Es un masacote". Los bandos se tiran con todo, y no necesariamente con flores. Se hieren de gravedad, se niegan el saludo, se dicen adiós sin perdón mientras están encargando la pizza.

Ahora me tocó la horrible porción de desempatar. Es verdad que la pizza al molde trajo los momentos más maravillosos de mi vida: la primera cena con mis padres fuera de casa, la cena que reconforta mi alma después de que perdí mi primer trabajo. Cada mordida me daba la seguridad de que todo iba a estar bien. La pizza a la piedra con mis amigos, mis tías, sintiendo cómo el queso pasaba por la autopista de mi boca a mi cerebro. El calorcito en la nariz después de haber llorado toda la noche.

Le debo tanto a ambas, posicionarme sería ir en contra de mi vida y partir mi alma por la mitad. No puedo.

Con el fainá es otra cosa: muerte al fainá.

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