Por Eduardo Lazzari historiador
La Diócesis de Santiago del Estero: Sede Primada de la República Argentina La Diócesis de Santiago del Estero: Sede Primada de la República Argentina
(Tercera Parte)
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La próxima elevación de Santiago del Estero como arquidiócesis primada de la Argentina será un acontecimiento singular de justicia histórica en la vida de la Iglesia Católica nacional. En el relato de los hechos que llevaron a la pérdida de la cátedra episcopal santiagueña a fines del siglo XVII, hay que recordar como causa de esa decisión la pérdida de la influencia política de la ciudad con el cambio de capitalidad para la gobernación, sumada al aumento del poder que los jesuitas tendrían en todas las tierras al este de la cordillera, debido a los resultados obtenidos en las tres grandes jurisdicciones misionales: las del Guayrá o Paraquaria, con sus treinta pueblos; las de Moxos, en el actual norte boliviano; y la Chiquitanía, al oriente de Santa Cruz de la Sierra, donde aún funcionan los cabildos misionales con su estructura colonial.
Vale recordar la publicación hace algunos años del trabajo titulado "Obispado de Santiago del Estero: méritos para acceder a la jerarquía de Arzobispado" escrito por Antonio Castiglione y auspiciado por la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero donde aparecen recopiladas en forma prolija los antecedentes que llevaron al papa Francisco a tomar la decisión de reconocer la historia santiagueña como origen de la Iglesia jerárquica en el país.
Una de las curiosidades de la decisión del papa Francisco es que su elevación a Arquidiócesis no la convierte en Metropolitana, es decir cabeza de una provincia eclesiástica con dependencia de diócesis llamadas sufragáneas, manteniéndose como tal bajo la autoridad del arzobispo de Tucumán. No debe tampoco ignorarse el hecho de la canonización de María Antonia de Paz y Figueroa, "Mama Antula", lo que nos permite afirmar que el Sumo Pontífice tiene en su corazón predilección por la "madre de ciudades".
Transitaremos hoy por las biografías de los últimos obispos coloniales con sede en Santiago del Estero y la restauración de la cátedra en la "madre de ciudades" a principios del siglo XIX.
Juan Bravo Dávila y Cartagena
Juan Bravo fue nombrado obispo del Tucumán en 1687. Nacido el 22 de agosto de 1629, se ordenó sacerdote de la diócesis del Cusco, su ciudad natal. Tuvo una prolija carrera eclesiástica que culminó cuando fue ordenado el 21 de noviembre de 1688 por Manuel de Mollinedo Angulo en su ciudad natal.
Ingresó al territorio peregrinando por la quebrada de Humahuaca, pasando por San Salvador de Jujuy y Salta, siendo atacado por los indios mocovíes en San Miguel del Tucumán. Luego de variadas dificultades pudo llegar a su sede de Santiago del Estero en 1791, tras dos años de marcha. Fue un obispo generoso con sus bienes, donados en su totalidad, y falleció durante una visita a Córdoba el 4 de diciembre de 1691, donde fue sepultado en la iglesia de Santo Domingo, luego de gobernar la diócesis algo más de dos años, habiendo vivido poco tiempo en su catedral.
Juan Manuel Mercadillo y Patiño
El último obispo tucumanense con sede en Santiago del Estero fue el castellano Juan Manuel Mercadillo, nacido en La Puebla del Almodariel en 1643. Fue fraile dominico en el convento de Salamanca, y en la universidad de esa ciudad obtuvo el título de maestro en teología. Fue enviado a las Filipinas, donde llegó a ser rector de la Universidad de Santo Tomás de Manila. Esto marca su gran talente intelectual. En 1694 fue nombrado obispo del Tucumán. Fue ordenado en Madrid, camino a América en noviembre de 1695.
En la capital española recibe el breve del papa Inocencio XII firmado el 28 de noviembre de 1697, que traslada la sede episcopal a Córdoba. Se embarcó recién a fines de 1698 y al llegar a su nueva cátedra el 19 de junio de 1699, se efectivizó el traslado. Sin duda, los poderosos intereses de la más próspera aristocracia cordobesa influyeron en esta decisión, con la esperanza de convertir a Córdoba además en la sede de la gobernación del Tucumán, lo que ocurrirá más adelante.
Llegado a la "Docta", tuvo por principal tarea iniciar las obras de la nueva catedral, ya que la antigua iglesia matriz estaba derruida. Además, creó el seminario diocesano e instaló su casa en un palacio frente a la plaza principal y al cabildo. El uso de los fondos donados para la construcción de la catedral mezclados con los negocios privados del obispo provocó graves conflictos con gobernantes y comerciantes. Parecía reeditar la historia escandalosa del primer obispo, Francisco de Vitoria, ahora como primero de la nueva sede. Se enfrentó violentamente con los jesuitas, llegando a prohibirles el culto.
Su conflicto con las autoridades mundanas llegó a la corte en Madrid, y el intercambio de cartas incluyó excomuniones, acusaciones de corrupción e incluso de amancebamiento del obispo. Mercadillo desconoció la autoridad de la Real Audiencia de Charcas en su conflicto con los jesuitas, el que había llegado al extremo de excomulgar al rector del Colegio Máximo y del noviciado de la Compañía, con sede en la estancia de Santa Catalina de Alejandría, en las cercanías de Ascochinga. Extendió sus peleas a los franciscanos y sus acciones tendieron a favorecer a su orden dominica.
Murió en la nueva sede de Córdoba el 17 de junio de 1704 y fue sepultado en la iglesia de Santo Domingo, donde sus restos se encuentran extraviados. Se conserva parte de la fachada del palacio episcopal que construyera frente a la plaza San Martín de Córdoba, en diagonal con la Catedral.
El estado de la Iglesia Argentina a principios del siglo XX
Es bueno tomar como información importante el hecho de que la Iglesia en el actual territorio argentino sólo tuvo tres obispados, dependientes de la jurisdicción arzobispal de Charcas, luego del traslado de la sede santiagueña. Para los tiempos de la Independencia, sólo existían las catedrales de Córdoba del Tucumán, Buenos Aires y Salta del Tucumán, creada en 1806 y última diócesis americana creada bajo la tutela española. Restaurada la relación con el Papado, interrumpida por las guerras independentistas, durante la década de 1820, fue creado el vicariato apostólico de San Juan de Cuyo en 1826, a cuyo cargo quedó fray Justo Santamaría de Oro, signatario de la Independencia argentina en 1816. Ocho años después fue elevado a diócesis.
Durante la separación de Buenos Aires de la Confederación Argentina, y con el objeto de evitar que el clero de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe dependieran del obispo de la provincia en secesión, se crea la diócesis de Paraná en 1859, y luego de la unificación de la República, Buenos Aires es elevada a arquidiócesis, convirtiéndose en la sede metropolitana de Argentina, Uruguay y Paraguay. Llama la atención que durante casi medio siglo la estructura de la Iglesia argentina se mantuviera sin modificaciones a pesar de la cuadruplicación de la población. Como curiosidad se crea en 1884 el vicariato apostólico de la Patagonia Septentrional, con sede en Viedma, que queda a cargo de Monseñor Juan Cagliero, el confesor de Ceferino Namuncurá y luego primer cardenal salesiano de la historia.
Recién en 1897 se crean las diócesis de La Plata, Santa Fe de la Vera Cruz y Tucumán, por lo que el advenimiento del siglo XX encuentra a la Iglesia argentina con una arquidiócesis y siete diócesis. El episcopado estaba formado por sólo una decena de prelados, cuando la población del país ya superaba los cuatro millones de habitantes.
La restauración de la sede episcopal de Santiago del Estero
El 25 de marzo de 1907 el papa San Pío X crea la diócesis de Santiago del Estero a través de la bula "Ea est in quibusdam", estableciendo por Catedral a la antigua iglesia matriz de Nuestra Señora del Carmen, establecida en 1553 y ya convertida en un templo de arquitectura notable, obra de los hermanos Agustín y Nicolás Cánepa, que llevaron a cabo la construcción impulsada por el gobernador Manuel Taboada, que fuera inaugurada en 1877, y que sería elevada por el papa Pablo VI el 20 de enero de 1971 a la categoría de Basílica.
La decisión sobre el sacerdote que ocuparía la nueva cátedra quedó pendiente hasta que el 7 de febrero de 1910 el mismo papa San Pio X nombró al cordobés Juan Martín Yañiz y Paz como primer obispo de Santiago del Estero, sacerdote del clero de la "Docta" que tenía 69 años al llegar a la jerarquía episcopal. Con gran rapidez fue ordenado obispo en la iglesia de Santo Domingo en Córdoba por el obispo de Tucumán Pablo Padilla y Bárcena, siendo coconsagrantes los obispos de Córdoba Zenón Bustos y Ferreira y su auxiliar Filemón Cabanillas el 10 de mayo de 1910, en el mes del Centenario de la Revolución de Mayo.
Si Dios quiere, el próximo domingo en estas páginas de "El Liberal" recorreremos la historia de los obispos santiagueños desde la restauración de la cátedra episcopal en Santiago del Estero.